Rabobank ha sido el primer banco holandés que ha situado el tipo de interés de sus cuentas de ahorro por debajo del 1%. Los demás tardarán poco en hacerlo, teniendo en cuenta que actualmente más del 25% de la deuda soberana de los estados europeos se intercambia en el mercado a tipos de interés negativos. Por primera vez en la historia las empresas se están endeudando a tipos negativos. Los ahorradores alemanes y daneses ya están pagando a los bancos por depositar en ellos sus ahorros. Pero eso no es lo peor. Si en vez de considerar los tipos de interés nominales nos fijamos en los reales —corregidos por la inflación— el panorama es todavía más alarmante. Son muchos los inversores que buscan desesperadamente rentabilidades más altas sin darse cuenta de que el desenlace de semejante afán puede ser trágico y provocar la pérdida de gran parte de su riqueza.
Trampa número uno: los bonos basura y sus ETF
Los «bonos basura» —también llamados de alto rendimiento— jamás llegaron a estar tan sobrevalorados. Con el tipo de interés de la deuda pública por todo el mundo en cero, muchos inversores se han pasado a la deuda corporativa, más arriesgada pero con rendimientos más atractivos. Como consecuencia de ello, el interés de los «bonos basura» ha alcanzado mínimos históricos. Y nunca antes hubo tantos inversores particulares que colocaran tanto dinero en esta clase de bonos a través de fondos cotizados (ETF).
La expresión «bono basura» se remonta a las décadas de 1970 y 1980, época en que Michael Milken, un ex directivo de banca de inversión condenado por estafa, fue coronado rey de los «bonos basura». Milken financiaba compras de empresas mediante la colocación en el mercado de grandes volúmenes de deuda corporativa de alto riesgo. Sus buenas relaciones le permitieron siempre encontrar suficientes compradores para sus «bonos basura».
En circunstancias normales los tipos de interés de estos bonos son altos. Pero ahora, por culpa de los intereses cercanos a cero fijados por los bancos centrales de todo el mundo, la rentabilidad de este tipo de deuda se ha hundido. Muchos depositantes en busca desesperada de mayor rentabilidad han optado por comprar ETF de «bonos basura» porque les parecen atractivos. La deuda segura ofrece un interés bajo, casi inexistente. Por comparación, el interés nominal que pagan estos fondos cotizados (6%) parece un regalo del cielo.
¿Sabe qué ocurrió en 1990?
El número de quiebras aumentó de repente. A lo largo de una década un promedio del 2,2% de estos bonos fue impagado cada año. En 1989, Drexel Burnham Lambert, uno de los bancos de inversión que más «bonos basura» negociaba, quebró y Michael Milken fue condenado por fraude. Milken, el rey de los «bonos basura» acabó convertido en el chivo expiatorio del sector.
¿Sabe qué puede pasarle a su ETF?
Un fondo cotizado, o ETF, es tan líquido como lo sea su activo subyacente. Cuando las cosas se ponen feas los «bonos basura» se vuelven ilíquidos. Cuando todo el mundo quiere vender y las empresas que los emiten quiebran por docenas, el mercado se seca y es imposible venderlos. Resultado: los desplomes de precios más espectaculares jamás vistos en los mercados de deuda. O sea, que los «bonos basura» son una mala opción para los inversores particulares. ¿Y los ETF de bonos basura? Peor todavía.
Trampa número dos: operaciones intradía con CFD
A menudo critico a la Autoridad de Mercados Financieros de Holanda, pero tienen razón en advertir a los inversores acerca de los CFD. De hecho, los CFD deberían entrar en los casinos y salir de los porfolios de inversión. CFD significa «contrato por diferencia» y en realidad representa «una apuesta contra la casa» donde el activo subyacente (una acción, una materia prima, o un título de deuda) apenas participa en la transacción. A menudo son contratos de corto plazo —de veinticuatro horas, por ejemplo— y, por tanto, tienen poco que ver con el arte de la inversión.
Los CFD se parecen mucho al fenómeno de las casas fraudulentas de intermediación financiera de principios del siglo veinte en los Estados Unidos. Estas bucket houses eran muy populares entre la «gente corriente», que acudía a ellas para especular con acciones y materias primas. Lo que hacían en realidad era apostar contra la casa, puesto que no tenía lugar ninguna transferencia de la propiedad de los activos subyacentes. Las autoridades intervinieron y para 1920 habían desaparecido todas.
Las bajas rentabilidades hacen que muchos inversores particulares sean incapaces de resistirse a los formidables réditos potenciales que estos productos derivados les prometen, a menudo del orden de cientos o miles de puntos porcentuales. La probabilidad de perderlo todo, sin embargo, es mucho mayor. Si no tiene muy claro lo que está haciendo, no juegue con el apalancamiento ni con los CFD a corto plazo. Más le valdría apostar el dinero al resultado de un partido de fútbol.
Trampa número tres: valores tecnológicos
Los valores tecnológicos gozan de una popularidad sin precedentes. Uno se encuentra con valoraciones absurdas de empresas como Instagram (33.000 millones de dólares sobre una facturación de 700 millones), Slack (2.800 millones), Snapchat (15.000 millones) y Pinterest (11.000 millones). Cuesta creer que un mural de fotos digitales (Pinterest) o una aplicación de fotos (Snapchat) valga miles de millones sin que esté generando ingresos dignos de atención. Pero como muchos pequeños inversores conocen estas plataformas y hasta usan sus servicios, «invertir en acciones de Twitter» se vuelve atractivo. Como la marca es tan conocida, da la impresión de que se puede confiar en la acción porque es «segura». Muchos se rascarán la cabeza cuando las valoraciones de esta clase de empresas se ajusten a la baja y se acabe la actual afluencia masiva de capital riesgo (los fondos de capital riesgo financian a estas empresas tecnológicas con la esperanza de recuperar su inversión cuando la empresa salga a bolsa). En muchos casos los inversores particulares se quedarán con las manos vacías. Mucho ruido y pocas nueces, como dice el proverbio español.
No se centre en la rentabilidad, sino en preservar su riqueza
En las circunstancias actuales la mayoría de la gente debería dejar de fijarse en la rentabilidad y centrarse en preservar su riqueza. En 2008 muchos que buscaban alta rentabilidad depositaron sus ahorros en Icesave. Les prometían casi un uno por ciento más que el resto de los bancos. El desenlace es de todos conocido.
Si usted está a punto de caer en alguna de estas tres trampas, recuerde que le puede costar muy caro.