Como recordarán Vds., Félix Baumgartner salto un día al vacío desde la estratosfera y en su caída hacia la tierra logró superar la velocidad del sonido por primera vez en la historia. Recordarán probablemente también que pudimos vivir en directo su punto de vista a través de las cámaras que en su traje llevaba incorporadas. "¡ Joder qúe cojones tiene el tío !", dije mientras mi hijo y yo veíamos como llevaba a cabo la última ronda de comprobaciones previa al salto.
Tiempo después fue una maniobra de Fernando Alonso la que me hizo vivir esa misma sensación. El piloto asturiano había entrado a boxes a cambiar ruedas con riesgo de que su perseguidor pudiera adelantarle si algo fallaba. El equipo estuvo perfecto en el cambio de neumáticos y Fernando arrancó raudo de nuevo. Avanzó por boxes respetando la velocidad de seguridad y fue abriendo gas por el carril de aceleración mientras por el espejo retrovisor se le iba apareciendo de nuevo el circuito y los coches en carrera que venían a toda velocidad. Un instante después ya estaba viendo como su perseguidor se agrandaba a la velocidad de la luz en la pequeña pantalla de su retrovisor. Sin inmutarse, Fernando continuó acelerando firme, seguro, sólido, alcanzando ya el final del carril de aceleración. En ese momento, como si de una madre que no desea ver discutir a sus hijos se tratara, pero a más de doscientos kilómetros por hora, la pista se abrió. Casi sin aliento, y durante unos instantes, vimos a los dos pilotos a la misma altura. Pero solo fue un espejismo. Fernando Alonso había ganado la posición, y cuando el guaje logra eso solo el coche puede dejarle en la estacada.
Saber como funciona y descubrir como funcionamos nos abre siempre nuevas perspectivas. Por ejemplo, hace que lleguemos a comprender en su magnitud aquello que de vez en cuando oíamos decir a nuestros abuelos: "el dinero y los cojones, para las ocasiones". S2.
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