Los mercados se han tensionado ante la aparición de una nueva variante del SARS-CoV-2 en Sudáfrica, y como es habitual, han sobrerreaccionado. Otra cuestión es si esta reacción está justificada o no, lo cual comentaré en base a datos científicos.
El primer caso de la variante Sud Africana (B.1.1.529), se detectó el día 23 de noviembre en un país en donde solo el 24% de la población tiene administrada las dos dosis de la vacuna . Lo que contribuyó a que las infecciones se incrementaran rápidamente desde menos de 300 casos el 16 de noviembre a más de 1.200 el 25 de noviembre, la mayoría de ellos en una provincia, Gauteng.
La nueva variante aun no sabemos cómo se comportará, tanto en su capacidad para infectar, como su patogenicidad. Aunque el virus, independientemente de su infectividad, probablemente se distribuirá rápidamente por otros países. Por lo que las medidas adoptadas por varios países de limitar las llegadas procedentes de zonas con mayor incidencia tratan de comprar tiempo para entender cómo enfrentarse adecuadamente a la nueva variante.
Esta nueva variante, OMICRON, presenta multitud de mutaciones, unas 50, muchas de ellas ya detectadas en otras variantes . De estas, las que más preocupan de cara a la infectividad son las presentes en la proteína spike (figura siguiente). Siendo esta proteína de superficie viral por la que el virus entra en las células y frente a la cual se fabrican las vacunas.
Figura.- Entendiendo la genética, detección y tratamiento del SARS-CoV-2
En la proteína spike cabe destacar una región específica, denominada receptor-binding domain (RBD), que es la zona de spike por la que el virus se une a su receptor celular (ACE2) dando lugar a la infección. Habiéndose detectado 10 mutaciones en esta zona en la nueva variante, más que las tres encontradas en la variante beta o las 2 de la delta.
Las vacunas, debido a las mutaciones, pueden perder algo de efectividad, pero probablemente siguen siendo útiles, salvo que la combinación de mutaciones de lugar a un comportamiento viral muy distinto. En cuyo caso, la nueva técnica de vacunas RNA permite modificar las vacunas a la nueva variante en cuestión de semanas.
De hecho, el 26 de noviembre, Pfizer/BioNTech, los fabricantes de la vacuna más utilizada en los países occidentales, indicaron que la vacuna podría reformularse y adaptarse a la nueva variante en un periodo de seis semanas, y ser comercializada en 100 días.
Pero además, debemos considerar que ahora disponemos de más herramientas para luchar contra el virus. Unos nuevos medicamentos que actúan sobre ciertos mecanismos específicos virales, ya que los virus son parásitos intracelulares (figura siguiente) y no pueden replicarse fuera de la célula huésped, y por ello utilizan la maquinaria de las células infectadas para replicarse. Siendo este el motivo por el que hay que elegir bien los fármacos a utilizar para que no interfieran en el metabolismo de las células sanas, lo que daría lugar a efectos secundarios.
Figura.- The Conversation: Darle al virus donde más le duele: los dos nuevos antivirales contra SARS-CoV-2
Las mutaciones detectadas en esta nueva variante reducirían la eficacia de la inmunoterapia pasiva (administración de anticuerpos), pero no parece que afecten a la eficacia de los nuevos fármacos empleados, administrados a gente inmunodeprimida.
Estos dos nuevos fármacos son el molnupiravir y el paxlovid. El Molnupiravir es un inhibidor de una enzima, la ARN polimerasa viral, responsable de la replicación del genoma del virus; y el Paxlovid, es un inhibidor de otras enzimas virales (proteasas) responsables de que se generen distinto tipo de proteínas necesarias para que el virus complete su ciclo vital.
Estos antivirales no van a sustituir a las vacunas, pero sí suponen una nueva herramienta para controlar la pandemia y evitar las hospitalizaciones, los casos más graves y las muertes, si se administran de forma temprana.
Por tanto, la nueva variante puede ser la excusa de los mercados para corregir excesos y recoger beneficios, pero hay que ser cautos en cuanto a la importancia que pueda tener sobre la economía, ya que el conjunto de herramientas para luchar contra el virus solo aumenta y reduce muy significativamente la probabilidad de volver a situaciones como la vivida en 2020, al menos en los países desarrollados.
Sin embargo, persiste el peligro de que los avances científicos no generen beneficios globales, por ejemplo por no llegar a países en vías de desarrollo que formen parte de las cadenas de valor globales, lo que contribuiría a fortalecer los shocks negativos de oferta e inflación.
Por tanto, desde el punto de vista científico, las correcciones pueden ser una oportunidad para incrementar posiciones. Pero tampoco debemos olvidar los potenciales efectos sobre la economía global si los avances científicos no se extienden a todos los países, ya que una inflación persistente implicaría subidas de tipos y contracción económica.
