Et voilá! Puigdemont cometió el error definitivo: la declaración unilateral de independencia sin medios para implementarla. Game over.
Pasamos de un ‘conflicto o tensión política' sine die y sine dui que, gestionado con inteligencia y pragmatismo había producido objetivamente pingües beneficios políticos y económicos para Catalunya pero que, una vez cruzado el Rubicón, legitima al Estado ante la opinión pública para controlar una autonomía que había sido utilizada deslealmente para desmembrar al propio Estado. El relato del victimismo ya no da más de sí - el procès ha sido principalmente relato -, y la eficaz baza política de la amenaza de ruptura queda desactivada.
Rajoy, el líder gris, ha vapuleado al ex alcalde de Girona y President sobrevenido. El Presidente español, en su línea, manejó cuatro o cinco ideas fuerza, básicas e incontestables. Él, con falsa humildad, habla de “sentido común”:
- La independencia efectiva es inviable: el secesionismo no tiene mayoría cualificada, no es capaz de controlar las finanzas, el territorio…; carece de apoyo de la comunidad internacional y cuenta con el rechazo frontal y unánime de la UE (algo previsible y que el Gobierno ha trabajado con mimo).
- Los Estadosno negocian su soberanía ni su integridad territorial.
- El bloque independentista es un ingobernable, un sindiós, con un poder sobredimensionado de los antisistema. Las contradicciones y el fuego amigo son cuestión de tiempo.
- Los independentistas, cargados de emoción, se han autoimpuesto una hoja de ruta irrealizable y apresurada, son ellos los que tiene que arriesgar y mover ficha, el Gobierno y el aparato del Estado sólo debe prever respuesta para los distintos escenarios y aguardar. Fumando espero.
- A las bravas, a cara de perro con el Estado, el nacionalismo catalán tiene mucho que perder: “No me obliguéis a hacer lo que no quiero hacer”, proclamó Rajoy; sabedor de una relación de fuerzas desigual a favor del Estado.
Y una vez más, como ocurrió antes con sus correligionarios Rato, Mayor Oreja, María San Gil, Esperanza Aguirre, el propio Aznar; sus rivales políticos ZP, Pedro Sánchez; o líderes mediáticos como Jiménez Losantos y el todopoderoso Pedro J Ramírez; a Puigdemont; dubitativo, improvisador, sobrepasado, intimidado por el twiter, incapaz de controlar a los suyos, interlocutor poco fiable para decepción de Urkullu, incapaz de asumirse “botifler” - recordemos el tuit de Rufián que rezaba:”155 monedas de plata” - en lugar de proclamador solemne de la República Catalana, como desde niño había soñado y nostálgico contaba a Iceta durante la “mediación”; no le ha quedado otra que capitular.
Humillado y con un balance de daños vergonzante para cualquier persona con sentido de la responsabilidad: autonomía intervenida, sociedad dividida, economía maltrecha, ridículo internacional y desprestigio institucional…; y de propina , para desidia del nacionalismo catalán, rebrote del nacionalismo español y fortalecimiento del Partido Popular.
Sinceramente, ¿qué respuesta esperaban cuando desafías al Estado? La independencia no tenía plan A ni plan B, era una ilusión, cuestión de fe, de providencia, de buenos sentimientos.Viene a colación parafrasear a Tarradellas: "¡En política se puede hacer de todo menos el ridículo!".
Mariano, sin la ceguera emocional de Carles, y bregado el mil batallas, entre otras evitar el rescate de la economía española, aguantó las presiones de los más duros y se sacó un as de la manga que ha desconcertado al sanedrín y acólitos del procès: 155 quirúrgico y elecciones autonómicas inminentes.
Sin pestañear, controla un proceso electoral que Puigdemont tenía en su mano y al que renunció por falta de talla política, pone la pelota en el tejado del soberanismo y los cerca ante sus propias contradicciones para que se despellejen.
Convocar elecciones en 55 días tiene riesgos, pero los golpes de efecto son muchos y poderosos:
- Se evita el avispero de una aplicación severa del 155. Aconsejo el artículo de Ignacio Varela a este respecto (https://blogs.elconfidencial.com/espana/una-cierta...). El desastre del 1-O no ha sido el balde. El Estado aprendió de sus errores. De hecho, ya sabemos que el Mayor Trapero y los altos cargos de los mossos han acatado la destitución y el “155 electoral”, y no se ha roto un cristal.
- No se intervienen las competencias y el alcance de la autonomía. Pero habrá “intervención quirúrgica" de estructuras que humillaron al Estado en el 1-O y de los políticos que lideraron la deslealtad: no habrá misericordia y caerá sobre ellos todo el peso de la ley - con penas de hasta 30 años de cárcel, pérdida de patrimonio…-
- Este "155 soft" revienta el monopolio nacional-populista del “volem votar” y prestigia al Gobierno ante parte de la sociedad catalana estupefacta y ante la comunidad internacional.
La cuestión es: ¿participarán los soberanistas en unas elecciones convocadas por un “gobierno extranjero”?Rajoy sabe que sí. El PdCat pide pista para aterrizar y recomponerse en su espacio político tradicional:¡se vivía mejor contra y con Madrid! Maltrechos por el procès - principalmente por la situación económica generada - y traicionados por las cuchilladas de ERC, que llevan tiempo preparando un Govern, apadrinados por Roures, con los Comuns, quienes podría salir muy beneficiados de la incomparecencia de las CUP. Además, fuera de las instituciones hace frío, hay muchas nóminas en juego y muchos recursos que han sido clave de bóveda de la deriva por la “construcción nacional”. No van a renunciar. De hecho, están en silencio, noqueados, haciendo encaje de bolillos para articular el nuevo relato.
La jugada maestra de Rajoy ha sido poner ante el espejo el unilateralismo secesionista, obligarlos a renunciar a su deriva y asumir tácitamente la legalidad constitucional y estatutaria presentandose a unas elecciones autonómicas convocadas desde Madrid. Todo sin romper un plato.
Muchos se preguntan ¿y si gana el independentismo por mayoría absoluta ? Mi gozo en un pozo.
Recientemente, Kiko Llaneras en un artículo publicado en el país (https://politica.elpais.com/politica/2017/10/24/ra...) desgrana la evolución del voto nacionalista y después independentista: la estabilidad, con polarización y sin ella, de los “bloques identitarios" en una sociedad moderna y abierta como la catalana sobrecoge. El movimiento oportunista de Artur Mas para tapar sus vergüenzas; recortes, corrupción…; ha sido condición necesaria para llegar hasta aquí. ¿Estamos inexorablemente abocados a la “conllevancia” orteguiana? Probablemente sí. Para ello, es imprescindible la lealtad del catalanismo moderado y pactista al que continuamente apela Rajoy.
No es probable que independentismo reedite mayoría absoluta, pero es una posibilidad. En todo caso ya nada será lo mismo: todos están magullados por está batalla sin cuartel y buena parte del independentismo con heridas muy profundas. Todos suspiran por tiempos de paz, por lo menos para una generación. No en vano se han llevado las cosas demasiado lejos.