Cuando hablamos de una cartera de inversión bien diversificada, nos referimos a que además de contar con acciones de empresas de primera categoría, nuestra cartera de inversión debe incluir un porcentaje determinado por el propio inversor de activos de renta fija cuando resulte más ventajoso. El porcentaje óptimo de inversión destinado a renta fija depende de varios factores: edad del inversor, capacidad de aguantar las fluctuaciones de los precios, conocimiento del mercado, experiencia en análisis financiero, etc.
El riesgo en muchas ocasiones no depende tanto de las acciones o depósitos adquiridos, sino de la precepción que tiene el propio inversor; por norma general los productos de renta fija suelen parecer menos arriesgados porque la rentabilidad que ofrecen no fluctúa en el tiempo como en el caso de las acciones, sin embargo en ocasiones la adquisición de estos productos puede ser mucho más arriesgada que la compra de acciones de una empresa de primera categoría comprada a precios razonables.
La experiencia nos ha demostrado que en los momentos en los que las acciones son más rentables se tiende a invertir en renta fija y viceversa. Nuestra propuesta es sencilla de entender pero difícil de poner en práctica por cuestiones psicológicas. Cuando en un índice bursátil como el IBEX-35 observamos que los PER de la mayoría de las empresas que lo componen son altos (por ejemplo mayores a 15) podríamos decir que lo más conservador sería mirar con lupa la renta variable, por el contrario podría ser un buen momento para invertir en renta fija y viceversa.
En un período de crisis económica hay muchas empresas que cotizan con un PER bajo y por tanto el abanico de posibilidades en renta variable se amplía considerablemente, por el contrario la renta fija deja de ser una buena opción porque las políticas fiscales normalmente se basan en bajadas de tipos de interés para reactivar la economía, el precio del dinero cae y la rentabilidad de la renta fija disminuye.
Supongamos que en un momento determinado el tipo de interés que nos ofrece nuestro banco por contratar un depósito a un año es del 2%, la inflación a final de año se sitúa en un 2,1% y la rentabilidad por beneficios sobre el coste de adquisición de una acción de primera categoría es del 6%.
En este caso la rentabilidad del depósito (renta fija) sería del -0,1%, mientras que el rendimiento por beneficios sobre el coste de la acción (renta variable) sería de un +3,9%. Por tanto el rendimiento por beneficios de la acción sería la opción más rentable puesto que supera tanto a la inflación como al tipo de interés ofrecido por el banco. El problema reside en que la fluctuación del precio de la acción generalmente provoca un sentimiento de inseguridad en el inversor inexperto.
La experiencia nos ha demostrado que la inflación es una variable que a menudo no se tiene en cuenta a la hora de invertir, pero que sin embargo juega un papel fundamental en cualquier inversión. Para no perder poder adquisitivo, lo mínimo que le podemos exigir a nuestras inversiones es que supere a la inflación. Se trata de un criterio de rentabilidad poco exigente que sin embargo no siempre se logra por una percepción errónea del riesgo asumido.
Para ello hemos de saber en que momento es conveniente invertir en renta fija y en que momento es mejor hacerlo en renta variable. Para poder decidir de forma racional sobre este asunto debemos de tener en cuenta tres variables:
· Tipo de interés vigente
· Tasa de inflación
· Rendimiento por beneficios sobre el coste de la acción
Las tres variables las podemos conocer en cualquier momento de una forma sencilla:
El tipo de interés ofrecido por el banco suele venir expresado en forma de TAE, rentabilidad, interés anual, etc.
La inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda, la medida frecuente de la inflación es el índice de precios (IPC), que corresponde al porcentaje anualizado de la variación general de precios en el tiempo.
Por último el rendimiento por beneficios sobre el coste de la acción se puede calcular dividiendo 1 entre el PER medio anual de una determinada acción. El PER es un ratio orientativo ya que en ocasiones puede resultar engañoso
Debemos apoyarnos en la contabilidad de la empresa para ponderar la fiabilidad del ratio ya que hay empresas que cotizan con un PER bajo y sin embargo pueden resultar muy malas inversiones (por ejemplo empresas que basan la generación de beneficios en emisión de deuda) o a la inversa, empresas con un PER aparentemente alto que pueden resultar excelentes inversiones.
Quizás la interpretación de este ratio sea una de las tareas más difíciles para el analista financiero, sólo la experiencia y el estudio profundo de los estados financieros nos puede ayudar en este aspecto.