¿Realmente nadie lo vio venir? Presentando a Jesús Huerta de Soto (2ª parte)

11 de abril, 2012 0
Director de Inversiones en Metagestión. Inversor "value" y seguidor de la Escuela Austriaca de Economía.
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Continuamos la serie dedicada al profesor Jesús Huerta de Soto, uno de los economistas que supo anticipar la crisis económica en la que nos encontramos inmersos. La semana pasada, explicamos la forma de operar del sistema bancario. Como vimos, las entidades financieras prestan a otros agentes económicos un elevado porcentaje del dinero que tenemos depositado en ellas (lo que se denomina "reserva fraccionaria"). Una práctica que hace siglos se consideraba ilegal y que ahora se consiente. ¿Por qué? Porque como iremos aprendiendo, los más interesados en que esta actividad se prolongue son, además de los propios bancos, nuestros gobernantes.

Si en la primera parte de su libro "Dinero, crédito bancario y ciclos económicos", Huerta de Soto nos explicaba en qué consiste la reserva fraccionaria, en esta segunda se centrará en sus consecuencias (capítulos IV y V del libro).  

Para comprender del todo sus efectos, es necesario que veamos primero un sencillo (y clásico) ejemplo, que suelen usar los economistas austriacos para explicar la fuerza fundamental del crecimiento de una economía: el ahorro


Como muchos habrán adivinado, el ejemplo al que me refiero es la "economía de Robinson Crusoe". Robinson es un náufrago que subsiste en una isla recolectando moras. Un buen día, su "espíritu emprendedor" le hace darse cuenta de que con una vara de madera suficientemente larga, recolectaría moras a un ritmo superior y podría dedicar el tiempo que ganase en mejorar su vida en la isla. Tras una serie de estimaciones, Robinson llega a la conclusión de que tardaría 5 días en poder fabricar la vara. Sin embargo, durante ese periodo de tiempo, nuestro náufrago no podrá dedicarse a la recolección de moras. Por lo que si no quiere morir de inanición, deberá reducir su consumo diario de este alimento. De esta manera, podrá reservar una cantidad suficiente de moras, que le permita dedicar su tiempo a la elaboración de la vara. Conclusión: es necesario reducir el consumo presente (ahorrar) para poder acometer proyectos de inversión que consumiremos (utilizarermos) en el futuro.
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Nuestro Robinson invirtiendo sus ahorros. (Película "Náufrago", 2000)

Pero demos un paso más. Vamos a imaginar ahora una economía más moderna que la de Robinson. Esta economía presentará las siguientes peculiaridades: 1/ No habrá bancos centrales. Olvídense de un Bernanke alterando los tipos de interés porque se levanta ese día con el pie cambiado (qué maravilloso mundo...). 2/ Los bancos comerciales no gozarán del privilegio de la reserva fraccionaria. Como ya sabemos, esto implica que no podrán crear dinero de la nada 3/ No habrá rigideces en el mercado laboral que entorpezcan la contratación o el despido de los trabajadores. Ya entenderán porque este punto es muy importante.

Este mundo, que podríamos bautizar como "economía libre", funcionaría de una manera similar a la siguiente. En un momento dado, un grupo de agentes económicos (ciudadanos y/o empresas) deciden reducir su consumo presente (y ahorrar) para poder realizar un consumo futuro. Es decir, si decidimos un día comprar un coche o una casa, tendremos que ahorrar primero para poder efectuar la compra. Para ello, reduciremos el consumo presente más superfluo. 

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La Frontera de Posibilidades de Producción
Parte de este nuevo ahorro pasará a estar disponible para poder prestarse (el ahorrador podrá contratarvoluntariamente, por ejemplo, un depósito a plazo, transfiriendo la propiedad de ese dinero al banco durante el plazo pactado), con lo que aumentaría la oferta monetaria y bajarían los tipos de interés. Nótese que la oferta monetaria aumenta después de haberse incrementado el ahorro (algo que no sucede en un mundo con reserva fraccionaria como el que tenemos hoy). Al mismo tiempo, se produce una caída de beneficios en las empresas cuyos productos hemos decido consumir en menor cantidad. 

La caída de tipos de interés (y el aumento de masa monetaria) convierte en atractivos (y viables) proyectos de inversión más alejados del consumo presente y más complejos de fabricar, como pueden ser casas y coches, o también bienes de capital que asistan en el proceso productivo (recuerden la vara de Robinson). Ahora bien, estos proyectos necesitarán consumir una serie de recursos de la economía para poder llevarse a cabo. Llegamos al punto más importante de la Teoría del Ciclo Económico Austriaco. Los empresarios afectados por la caída de beneficios que hemos comentado, reaccionan ajustando su proceso productivo a la nueva demanda existente. Para ello, liberan recursos de su actual proceso productivo que pasarán, de esta manera, a estar disponibles para el resto de agentes económicos. Por tanto, estas empresas reducirán, por ejemplo, su consumo presente de materias primas y/o de mano de obra que podrá utilizarse ahora en los nuevos proyectos de inversión. Es indispensable entender que para que se acelere este doloroso trámite, debe existir una flexibilidad absoluta en el mercado de factores de producción. Y, en concreto, no debe haber una rigidez en el mercado laboral que dificulte, como hemos recalcado antes, la contratación o el despido de trabajadores.

El proceso se irá retroalimentando, alargando y ensanchando los procesos de producción. Obteniendo como resultado final, una economía más productiva (habrá más varas de madera) que permita una mayor producción de bienes de consumo (conseguiremos más moras en menos tiempo). La mayor oferta de productos traerá consigo una caída sana de precios y, en consecuencia, un aumento permanente de los salarios reales

Pero este sería el funcionamiento de una economía libre. En el mundo real, el proceso se vuelve auto-destructivo y genera ciclos económicos de gran virulencia, en el que los agentes económicos compiten por los recursos de la economía, al no producirse un ahorro previo. Si esta competencia está alimentada por la combinación de unos tipos de interés oficiales más bajos de lo necesario, una población deseosa de endeudarse, un gobierno que les alienta y un sistema bancario engrasado perfectamente para poder satisfacerles, ya tenemos los ingredientes necesarios para que se genere una burbuja (y su consecuente crisis financiera y económica). 

Sin embargo, explicar todo esto ocuparía bastante espacio, así que lo veremos en el próximo post.

Hasta pronto!

Nota: Me gustaría recalcar que el objetivo de este blog es poder llegar a todo el mundo. Por eso, en la medida de lo posible, simplificaré al máximo los pocos aspectos teóricos de la economía que tratemos aquí La entrada de hoy es un ejemplo de ello. Digo esto, porque el lector más avanzado se habrá percatado de que en el funcionamiento de la economía libre, hablo sólo del tipo de interés del crédito. Cuando en la Teoría del Capital Austriaco se habla de un concepto mucho más subjetivo. A estos lectores les recomiendo, nuevamente, el libro de Huerta de Soto, donde se profundiza bastante en el tema.
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