Hace
unos meses hablé de una cosa extraña, que me sucedió en el
confinamiento: https://inbestia.com/analisis/me-sucedio-algo-paranormal-durante-el-confinamiento
Yo
pensaba que era algo bastante paranormal, pero resulta que al final
tenía una explicación bastante racional.
Ahora
voy a comenzar esta mini-serie con una cosa que se merece la medalla
de oro, de momento, en el apartado cosas raras que me han sucedido.
Ha
diferencia de otras cosas raritas que dan algo de risita y que
veremos en sucesivos capítulos, este cuento, no da ninguna risita, de
hecho es un cuento bastante serio.
Otra
característica de lo que voy a contar en este primer capítulo es
que esta suceso, no solamente se puede calificar de extraño al
cuadrado, resulta que de no haberse producido, yo podría haber
sufrido un percance de magnitudes desconocidas.
Este
suceso mega extraño, me salvó de algo con cierto potencial
negativo.
Vamos
allá, hay que empezar por alguna parte, así que….retrocedamos en
el tiempo……………..
¿En
que año estoy? 2011, ¿Qué hora es? Casualmente las once y pico de
la noche.
¿En
que época estamos? En invierno, lo sé porque llevo un abrigo
bastante abrigado y unas buenas botas.
¿Dónde
se desarrolla la historia? En una ciudad en la que vivía entonces.
Todavía
faltaban unos años para que me escapara a las montañas, y todavía
faltaban muchos años más para que llegara un virus que parecía y
sigue pareciendo algo surrealista, pero que es muy real.
Estoy
caminando por esa ciudad, me quedan como diez minutos para llegar a
casa.
Paso
por debajo del arco de un monumento que once años atrás había sido declarado patrimonio de la humanidad.
Cruzo
un paso de peatones sin tener que esperar nada porque no había ni un
sólo coche.
En
esa zona, lo normal era que hubiera siempre bastante tráfico, pero
en esta ocasión parecía como si fueran las 4 de la madrugada o algo
así.
Cruzo
la calle y ya sólo tengo que seguir recto unos cincuenta metros y
después doblar la esquina y ya llegaré al pisito en el que por
aquel entonces vivía.
De
pronto aparece un coche, me llama la atención porque va muy
despacio.
Es
como si los dos ocupantes fueran buscando algo o a alguien.
El
coche pasa muy lentamente a mi lado y termina deteniéndose.
Dentro
van dos individuos de unos ventipocos años.
El que va de copiloto baja la ventanilla y me pregunta:
-¿Donde
está la calle Zulueta?
Yo
estoy en la acera como a unos tres metros del coche, esa calle no me
suena de nada, más tarde cuando llegue a casa comprobaré que
efectivamente, esa calle no existe en aquella ciudad.
Le
comunico que no tengo ni idea y cuando estoy a punto de volver a
emprender mi caminata, el copiloto agacha la cabeza y se inclina
junto a su amigo para mirarme directamente a los ojos y decirme en un
tono de voz que no me gustó nada lo siguiente:
-¿Cómo
dices?….
En
ese momento, por inercia iba a acercarme al coche, pensé que no me
habían oido bien o algo así.
Y
entonces sucedió.
¿Cómo
lo explico?
No
duró ni dos segundos, pero en esos dos segundos, yo vi delante mía
una piedra negra que arañó el asfalto y parte de la acera
produciendo un chirrido que nunca en la vida había oído.
A
la vez que esto sucedió, me llegó la información de que
no-te-acerques-a-ese-coche.
Automáticamente
me detuve, incluso di un paso atrás, estaba digiriendo lo que me
acababa de suceder y les dije señalando con el brazo hacia delante:
-No
conozco esa calle, preguntar por ahí….
Durante
casi medio minuto los dos tipos se me quedaron mirando fijamente, yo
seguía sin acercarme, y estaba muy quieto observándolos.
De
repente el conductor recupera su posición normal y enciende el
coche.
El
copiloto lanza un puño al aire y exclama:
-¡¡¡
hijo de puXXXXXXXXX !!!!
En
ese momento me entró una furia que no se como explicar, pero me
quede quietecito donde estaba.
El
coche acelera un poco a lo loco y se pierde a lo lejos.
Deseé
tener poderes mágicos para elevar el coche en el aire, darle la
vuelta y dejarlo caer.
Como
no tengo esos poderes, pues nada.
Cuando
llegue a mi pisito de entonces, estuve dándole vueltas a lo que me
acababa de pasar, lo único que tenía claro es que aquellos dos eran
un peligro para mi integridad física.
A lo mejor eran una par de psicópatas de esos que se divierten dando un palizón al primero que se encuentran, vete tu a saber.
Si yo me hubiera acercado al coche, ¿qué hubiera sucedido?, creo que no me equivoco un ápice, si digo que algo muy malo para
mi persona.
Sea
lo que fuera lo de la piedra arañando el suelo + la información que
me llegó instantáneamente, lo que está claro es que cambió el
rumbo de los acontecimientos aquella noche de invierno del 2011.
Algo
se activó en mi mente, y ese algo me salvó de sufrir daños.
Desde
entonces tengo la costumbre, que mantengo hoy en día cuando bajo de
las montañas a la ciudad, de que si alguien me pregunta algo desde
un coche, generalmente de día y generalmente turistas, me mantego
siempre a una distancia prudencial.
Hasta
aquella noche, no había caído en la cuenta del peligro que supone
acercarse demasiado al coche de unos desconocidos.