Por qué la desaceleración en China no es el temido «aterrizaje brusco» de su economía

21 de febrero, 2019 1
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Durante años, en los medios económicos muchos han advertido de la llegada inminente de un «aterrizaje brusco» o de una fuerte desaceleración de la economía china, segunda más grande del mundo según su producto interior bruto –PIB, medida de la producción nacional ampliamente utilizada que elaboran los Gobiernos–. Esos temores volvieron a surgir en 2018, cuando de forma generalizada se interpretó el menor ritmo de crecimiento del año pasado como una señal de que los supuestos problemas del país se materializaban por fin. El avance anual de su economía registró su tasa más baja desde 1990, si bien, poniendo la información en el contexto adecuado, pensamos que hay evidencias de sobra para afirmar que China goza de mejores condiciones de lo que normalmente se da a entender.

El freno en el crecimiento del PIB ocupó muchos titulares, pero no fue el único motivo de preocupación, ya que la mayoría de los indicadores mensuales se ralentizaron en 2018 –como se muestra en los gráficos que aparecen a continuación–, en particular los relativos a importaciones y exportaciones, en diciembre en terreno negativo.

Gráfico 1: Indicadores económicos en China durante 2018

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Fuente: Oficina Nacional de Estadísticas de China, a 29/1/2019. Todos los datos se refieren a la variación interanual, excepto la inversión en capital fijo, que mide la variación hasta la fecha desde el comienzo del año con respecto al mismo periodo del año anterior. La Oficina Nacional de Estadísticas de China agrega los datos de enero y febrero para reducir al mínimo el sesgo que introducen las largas vacaciones del Año Nuevo chino, cada año en una época diferente. El indicador de inversión en capital fijo mide la compra de activos materiales que las empresas esperan mantener durante más de un año.

Gráfico 2: Indicadores comerciales en China durante 2018

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Fuente: Oficina Nacional de Estadísticas de China, a 29/1/2019. Tasa de variación interanual de importaciones y exportaciones.

Eso no es todo. Las empresas industriales chinas registraron retrocesos en sus beneficios por primera vez en tres años. En diciembre los índices de gestores de compras (PMI) del sector, tanto el oficial como el elaborado por Caixin, tuvieron un resultado de 49,4 y 49,7 respectivamente. En las encuestas PMI se consulta a una muestra de empresas para saber si están experimentando expansión o contracción en una serie de indicadores. Las respuestas se sintetizan en índices que reflejan el porcentaje de empresas que notifican expansión cada mes –en general y para distintos subindicadores–. El hecho de que los datos de diciembre se colocaran por debajo de 50 indica que la mayoría de las empresas consultadas experimentaron contracción.

Si bien esos datos parecen confirmar un deterioro de la economía china, hay que tener en cuenta su historia reciente. Los beneficios industriales disminuyeron por última vez en diciembre de 2015, coincidiendo con un periodo en que los dos PMI manufactureros mencionados quedaron varios meses por debajo de 50. Sin embargo, esta debilidad del sector secundario fue, según parece, intencionada, ya que reflejaba el esfuerzo de emprender una transición desde una economía basada en la industria pesada y la planificación centralizada hacia una impulsada por el consumo y los servicios, tal y como había anunciado anteriormente la Administración china; las declaraciones de sus representantes han confirmado en numerosas ocasiones que este compromiso es un objetivo a largo plazo. A pesar de que estos índices sufrieron retrocesos durante varios meses, no se desencadenó ningún aterrizaje brusco. El PIB chino lleva años con el freno puesto sin provocar una recesión mundial, así que no nos sorprende esta tendencia a largo plazo.

Hay expertos que argumentan que esta vez será diferente porque, en teoría, ahora la causa de la desaceleración es la «guerra comercial» que China mantiene con Estados Unidos. Es posible que la amenaza de nuevos aranceles sirviera para adelantar intercambios comerciales como forma de evitar su impacto antes de entrar en vigor, provocando en estos últimos meses una ralentización del crecimiento. La contracción de las exportaciones chinas en diciembre –del 4,4% interanual– tras las expansiones de dos dígitos durante la mayor parte de 2018, reflejaría la situación descrita. Sin embargo, si esta coyuntura demostrara ser el inicio de una tendencia, no implicaría necesariamente un aterrizaje brusco. Los datos comerciales del gigante asiático fueron negativos durante gran parte de 2016, si bien su PIB experimentó una suave frenada y se ajustó al objetivo oficial del Gobierno.

Más allá del conflicto comercial, a nuestro juicio la desaceleración de China tiene más que ver con la pretensión declarada de su Gobierno de controlar el sistema bancario en la sombra. La banca en la sombra se refiere a la actividad de tomar y prestar dinero fuera del sistema bancario tradicional. A pesar de que se trata de un fenómeno internacional, la legislación china prohíbe a los ahorradores particulares comprar directamente instrumentos de deuda y fija cuotas a los grandes bancos para la concesión de préstamos, precipitando con ello el surgimiento de un gran sector bancario paralelo. El año pasado, las declaraciones y actuaciones de los responsables políticos revelaban su preferencia por los mercados financieros tradicionales, en detrimento de dicha banca en la sombra. Sin embargo, en nuestros análisis hemos podido constatar que ello afectó ostensiblemente a las pymes, rechazadas tradicionalmente por los principales bancos estatales debido a las dichas cuotas.

Con intención de amortiguar ese efecto, los organismos reguladores respondieron con medidas de estímulo. El banco central chino redujo el coeficiente de caja –el importe que los bancos deben mantener en reservas para respaldar los créditos– en cuatro ocasiones durante 2018 y de nuevo en enero de 2019, incentivando la concesión de préstamos. El Gobierno también bajó los impuestos a las personas físicas e impulsó la inversión en infraestructuras. Sin embargo, los resultados de este tipo de medidas suelen tardar un tiempo en aparecer, por lo que es probable que sus beneficios no se reflejen de inmediato en los datos económicos y, además, ignoramos si serán eficaces. Es posible que la política de mano dura con la banca en la sombra impida que el dinero fluya hacia las empresas más pequeñas, excluidas el año pasado de los mecanismos crediticios.

Obviando las causas, los comentaristas de los medios financieros occidentales advierten de que los indicadores podrían ser peores aún de lo que se publica. A pesar de que defendemos el escepticismo como una práctica saludable, no creemos que deba aplicarse únicamente en el asunto chino, sino a cualquier país –incluso a las grandes naciones europeas–, dado que, en distintos grados, todas las bases de datos económicas contienen imperfecciones y limitaciones. Por ejemplo, el PIB no se hace eco de toda la actividad económica, ya que una parte de la misma se canaliza de forma extraoficial o «sumergida» y, por tanto, escapa al cálculo de las autoridades. Asimismo, los negocios paralelos a los tradicionales, como el de la banca en la sombra, son más difíciles de medir, lo que resulta en que los analistas usen estimaciones, por naturaleza imperfectas.

Con todo, los datos oficiales del Gobierno chino no son nuestra única fuente de información. Otros países y empresas privadas también se dedican a recopilar información que, en general y en promedio, es positiva. Tras analizar las entrevistas telefónicas mantenidas recientemente con varias empresas en torno a sus resultados trimestrales, la mayoría de las que mantienen vínculos comerciales con el dragón asiático confirman que, a pesar de la desaceleración, la demanda conserva su solidez. Por ejemplo, en el sector del consumo discrecional se informa de una elevada demanda de productos de lujo; muchas compañías sanitarias siguen invirtiendo allí masivamente; las empresas de equipamiento tecnológico, que suministran componentes para teléfonos inteligentes, microchips y otros productos relacionados con la tecnología, albergan halagüeñas perspectivas a largo plazo en el país, a pesar de que son conscientes del peor comportamiento del crecimiento a corto. No niegan que las tensiones comerciales y la imposición de aranceles hayan mermado su ánimo, pero no han supuesto grandes cambios en las cadenas de distribución, muchas de las cuales tardaron años en formarse. En general, desde nuestro punto de vista, parece que los negocios con exposición a China van bien, a pesar de que el crecimiento no sea espectacular.

En nuestro repaso de la prensa económica observamos mucho recelo en torno a la economía china y a sus supuestas repercusiones de escala planetaria; llevamos años con la misma canción, por más que ya se haya demostrado la falsedad de esos pronósticos. En la actualidad, la única diferencia es el runrún de guerra comercial, pero, a nuestro parecer, no deja de ser una versión diferente del habitual temor al aterrizaje brusco. El análisis de los datos y el feedback que nos dan los ejecutivos de empresas con presencia en el país del lejano oriente no parecen respaldar esta tesis, así que, para nosotros, el colapso de la economía china sigue perteneciendo más al terreno de la ficción que al de la realidad.

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Este artículo tiene 1 comentario
Buenos días,

para mí China tiene dos grandes peculiaridades:

1ª Es una dictadura de extrema izquierda y, aunque ha evolucionado en las dos últimas décadas tras Tiananmen, maquilla y disimula sus estadísticas para salir bonita. Quizás es porque sus estadísiticas son nuevas y no tienen tradición o porque no quieren.

2ª Desde que se le considera un gigante y el único país que puede hacer por sí mismo sombra a USA, no ha pasado una gran crisis económica con caídas del PIB durante dos o tres años y eso implica que no sabemos si China está desnuda o tiene bases sólidas.

Un saludo.
21/02/2019 09:48
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