Por qué la beta no funciona tan bien como indicador del riesgo

6 de septiembre, 2019 0
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Como factor de incertidumbre en las inversiones, la volatilidad a corto plazo de los mercados de valores puede desesperar a cualquiera y ello es debido a que a los humanos preferimos las certezas. Entonces, ¿cómo puede medir la volatilidad y asegurarse de que su cartera se expone a un grado de riesgo adecuado? Si pregunta a profesores o investigadores universitarios, la respuesta suele ser: «¡use la beta!» –de hecho, es un concepto que surgió en ese ambiente–. El coeficiente beta es una buena y rápida medida de la volatilidad previa de un valor, puesta en relación con la del mercado u otro índice de referencia. Si una acción o una cartera tiene una beta de 1 significa que su comportamiento, a lo largo de la historia, ha coincidido exactamente con el del índice de mercado; valores superiores e inferiores a la unidad revelan mayor y menor volatilidad general, respectivamente. ¡Tiene sentido! Si no fuera porque la beta dista mucho de ser la mejor manera de calcular el riesgo: no le dice nada sobre el futuro.

Mirando por el espejo retrovisor

La beta se ocupa del pasado, si bien los valores más volátiles hace tres años, dos meses o, sin ir más lejos, hace una semana, no tienen por qué serlo mañana. Aunque muchos todavía crean que este coeficiente mide el riesgo futuro, no existe ninguna evidencia de ello.

A pesar de que las compañías financieras no dejen de advertir en sus comunicados que las «rentabilidades pasadas no son indicativas de rentabilidades futuras», muchos confían en la beta por su prestigio académico y la utilizan para proyectar la volatilidad futura o para crear una cartera supuestamente segura compuesta principalmente de acciones de beta baja. Sin embargo, dicha seguridad no está ni mucho menos garantizada.

Por ejemplo, digamos que usted compra una acción de beta baja que pierde la mitad de su valor en un par de años, algo totalmente plausible. La beta de esa acción, en consecuencia, ¡se dispararía! Lógicamente, no se puede concluir que ese título, que ahora cotiza a un precio más bajo, entraña más riesgos que hace dos años. Aun así, la beta le dirá lo contrario porque, si una acción acaba de caer más que el índice de referencia, el coeficiente habrá aumentado, aunque en realidad pudiera tratarse de una ganga de menor riesgo si atendemos a las perspectivas para la empresa de cara al futuro.

Otro error habitual es pensar que a un mayor riesgo se le presupone automáticamente una mayor rentabilidad futura. Si bien esta relación se acerca mucho a la realidad, es probable que asumir un exceso de riesgo no sea una buena idea, sobre todo si implica concentrarse en acciones de beta alta con vistas a batir al mercado. Por su propia naturaleza retrospectiva, el coeficiente no le dirá nada sobre riesgos o resultados futuros: ¡no es predictivo! Por ello, utilizarlo para construir la cartera se parecería a conducir mirando solo por el espejo retrovisor, una práctica a todas luces poco recomendable.

A más desplome, mayor recuperación

Otra manera de confirmar el despropósito que supone invertir a partir de la beta es fijarse en los mínimos de los mercados bajistas. Si se pudiera acertar con exactitud el momento en que tocan fondo –es imposible, pero nos vale como hipótesis– y apostar fuerte por aquellas categorías que vayan a superar la rentabilidad del mercado a partir de entonces, ¿lo haría? ¡Claro! Recurrir a la beta, sin embargo, no le ayudaría a conseguirlo, sino que, más bien, le podría llevar a hacer justo lo contrario.

En un mercado bajista los riesgos futuros se hallan en el punto más bajo, si bien este no se puede conocerse con certeza y a menudo culmina con un abrupto rebote en forma de V que da paso a la siguiente fase del ciclo de mercado. Por lo general, cuanto más pronunciada sea la caída final, más rápida la recuperación inicial del mercado alcista. Esa espectacular reacción es una de las razones por las que es tan complicado adivinar cuándo ha tocado suelo el mercado bajista.

Otra característica menos conocida de los mínimos es el hecho de que las categorías que más bajo caen suelen ser las que experimentan los repuntes iniciales más acusados. En el gráfico 1 se observa el comportamiento de los diferentes sectores del índice MSCI World durante los seis meses anteriores–en amarillo– y posteriores –en verde– al momento en que el mercado se hundió hasta su valor más bajo en marzo de 2009. Observe cómo las áreas más castigadas –sectores financiero, industrial y de materiales– generalmente fueron las que más rebotaron, aunque de forma desigual, evidenciando que, pese a tener mayores betas, eran más volátiles para bajar, ¡pero también para subir! Como humanos, estamos programados para pensar que los desplomes son volátiles, mientras que las alzas son favorables. En todo caso, recurriendo al coeficiente beta sin más, se habría evitado la inestabilidad, pero ¡se habría perdido el rebote posterior!

Gráfico 1: Comportamiento por sectores antes y después del mínimo del mercado bajista

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Fuente: FactSet, a 11/4/2019. Rentabilidad total en euros de los sectores del índice MSCI World, periodos 9/9/2008-9/3/2009 y 9/3/2009-9/9/2009.

No obstante, las categorías de beta alta no serán siempre las que tomen la delantera. Este ejemplo nos muestra de una manera sencilla que la naturaleza retrospectiva del indicador podría llevarle a concluir que algunas categorías son arriesgadas cuando, en realidad, son las que presentan mayores márgenes de subida. Insistimos en que, en este caso, estas acciones podrían destacarse en el futuro, pero otras veces no tanto. Si pensamos en un valor rezagado respecto a la media o en una acción de moda, ambos con betas altas, en el caso de la primera, podría iniciar la senda del crecimiento y rebajar su beta, y la segunda podría, en cambio, enfriarse y estancarse. La beta le explica lo que ya ha sucedido, pero no le dirá nada del porvenir.

Usar un coeficiente retrospectivo para gestionar su cartera podría ocasionarle problemas a largo plazo, conque, a la hora de gestionar el riesgo, sería mejor que se centrara en lo que tiene por delante y usara información que apunte hacia el futuro.

Fisher Investments Europe Limited, Sucursal en España, que opera con el nombre de Fisher Investments España, está registrada en el Registro Mercantil de Madrid (Volumen 32.633, Libro 215, Sección 8, Página M-587415, 1ª Entrada) y en los registros oficiales de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Nº 80). Fisher Investments Europe Limited está autorizada y regulada por la Financial Conduct Authority (FCA) (Autoridad de Conducta Financiera) del Reino Unido (nº de la FCA 191609), y está inscrita en Inglaterra (con el nº de sociedad 3850593). Fisher Investments Europe Limited tiene su domicilio social en: 2nd Floor, 6-10 Whitfield Street, Londres, W1T 2RE, Reino Unido.
Fisher Investments Europe Limited externaliza servicios de gestión de carteras a Fisher Asset Management, LLC, su empresa matriz, que opera con el nombre Fisher Investments y tiene su sede en Estados Unidos. Está registrada ante la Comisión de Valores y Bolsa de EE.UU. (SEC) y actúa en calidad de subcontratista con arreglo a un acuerdo de externalización. Invertir en los mercados de valores implica un riesgo de pérdida, y no hay garantías de que todo o cualquier capital invertido sea reembolsado. Los rendimientos pasados no garantizan ni indican de manera fiable rendimientos futuros. El valor de las inversiones y los ingresos procedentes de las mismas están sometidos a la fluctuación de los mercados bursátiles mundiales y de los tipos de cambio internacionales.

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