En los últimos días la bolsa ha cogido un ritmo de vértigo y los parqués de todo el mundo se han teñido de un verde fosforito. Algunos, entusiasmados sin demasiados motivos, alegan que es el inicio del fin de la crisis, como si estuviera claro cómo medir el final de la crisis económica o como si fuera cierto, que no lo es, que la bolsa es un indicador adelantado de la economía real.
¿Qué es lo que justifica, en última instancia, tan acaloradas subidas? Pues bien, única y exclusivamente estas subidas están justificadas por los continuos empujes de la masa monetaria de los distintos bancos centrales. Por un lado, un Ben Bernanke que no da señales de que el programa QEIII vaya a reducir la compra de bonos, por otro lado, la medida del Bank of Japan de duplicar la masa monetaria y, por último, la amenaza que sondea los mercados en forma de aumento, también, de la masa monetaria por parte del Banco Central Europeo. Y digo amenaza porque la corrupción de un dinero que ya de por sí es fraudulento mediante estos artificios de dudosa justificación teórica sólo pueden suponer, de una u otra manera, un fuerte desagravio para el usuario de la divisa (es decir, todos nosotros).
Analicemos un poco los hechos para comprender el alza bursátil. En primer lugar, nos encontramos con unos bancos centrales que aumentan alarmantemente la demanda de activos de deuda pública lo que se traduce en una mejora de la financiación de los Estados. A su vez, esto rápidamente se filtra a las compañías cotizadas (debido al anclaje a la deuda soberana del sector financiero así como a la fuerte dependencia de los tipos de interés a la hora de valorar el coste de oportunidad de la inversión) haciendo que su cotización suba. Como dice Antal Fekete, "La especulación con activos libres de riesgo ha sido inmediatamente trasladado a las bolsas, cogiendo éstas sendas alcistas".
Por otro lado, la fuerte caída (sin avisos de mejora) de la velocidad del dinero en los últimos años ha alejado el fantasma de la presión inflacionaria, lo que (unido a factores coyunturales como podría ser Chipre, recomendaciones de venta de algún big boss de la industria financiera y algún otro factor de carácter técnico) ha provocado la caída brusca del oro en bolsa. Esto, añadido a las fuertes caídas en todo el mercado de materias primas también provocadas por la guerra de divisas (como ya comentamos), ha provocado un movimiento de capitales de estos mercados de commodities al mercado de equity ejerciendo una presión bullish todavía más fuerte.
Es decir, y en resumen, los inversores apuestan por una rápida filtración de los estímulos monetarios a la renta variable unido al alejamiento de la inflación del escenario macroeconómico, lo que hace que acudan a la inversión en cotizadas. Es esto, por ejemplo, y ningún otro factor, lo que ha provocado que el Estado español haya batido récord de tipos de interés a corto plazo de su deuda emitida.
Sin embargo, y como reflexión final, ¿es esto bueno para la economía? Hemos de mirar el atesoramiento de capital (es decir, el ahorro no destinado a la inversión) como un método de corrección de las malas inversiones. Por ejemplo, si Apple deja de generar el valor estimado para el inversor, no será malo que los inversores deshagan sus posiciones en Apple, liberando recursos en esa compañía, y señalando al mercado que esa inversión en concreto (la de Apple) ya no está generando tanta riqueza como antes. Empero, si un manirroto banquero central acude a la escena para, a través de manipulaciones en la masa monetaria, volver a dirigir los capitales a esas inversiones que ya no generaban riqueza al inversor (y sólo ahora son provechosas tras una falaz imagen de rentabilidad), ¿cómo se reestructura la economía?, ¿cómo nos recuperamos de una crisis garrafal sin la necesaria desinversión en un modelo productivo burbujístico?
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