En nuestro habitual análisis de la prensa económica, aparece una advertencia recurrentemente: los cambios en las tendencias demográficas tendrán un impacto negativo en el precio de las acciones del futuro. Según algunos expertos, una población envejecida –especialmente en los países desarrollados– lastraría la economía debido a que sería menos productiva y a que generaría una mayor tensión en los sistemas de bienestar social públicos. La opinión de Fisher Investments España es que un asunto como la demografía es de tipo sociológico y no incide sustancialmente en las variables que impulsan la demanda de acciones.
Cuando hablamos de sociología nos referimos a asuntos que tienen trascendencia en la sociedad o en la política, incluso a nivel de las relaciones personales. En cierta manera están relacionados con la economía, pero no son asuntos puramente económicos ni afectan a la oferta o la demanda de acciones de ningún modo, verdaderos motores de las variaciones en el precio de cualquier activo. La relación entre oferta y demanda pone en evidencia la relación económica entre la disponibilidad de un activo y el deseo por adquirirlo; el precio de un título, en fin, señala el equilibrio actual de esa correlación. Por ejemplo, si la oferta es baja y la demanda alta, los títulos se revalorizan: cuesta más obtener un activo escaso, podría definirse como una «guerra de pujas». Igualmente, unos precios más bajos reflejan una oferta elevada y una demanda baja, ya que el activo se puede comprar más fácilmente.
Como decíamos antes, la demografía no influye decisivamente en los movimientos de la oferta y la demanda de acciones. La oferta normalmente surge de las decisiones empresariales de crear o eliminar esas acciones, que no dejan de ser partes alícuotas de la titularidad del negocio. Las empresas crean acciones a través de ofertas iniciales de venta –OPI–, ofertas secundarias o fusiones basadas en ampliaciones y las limitan o «destruyen» reduciendo el volumen en circulación, bien por medio de programas de recompra de acciones, bien mediante fusiones en efectivo. A nuestro juicio, los cambios en la pirámide demográfica de un país determinado no guardan ninguna relación con esas operaciones societarias. Con respecto a la demanda de acciones, consideramos que los inversores suelen valorar factores económicos, políticos y del estado de ánimo con vistas a un plazo de entre 3 y 30 meses; ese es el periodo que incide en la demanda de acciones y no otro. Las asimetrías de la distribución de la población por edades no es un asunto que pueda solucionarse en ese tiempo. Además, no es un factor que genere sorpresas y, para nosotros, estas son las que en definitiva activan los mercados.
El envejecimiento de la población y la bajada de la tasa de natalidad son tendencias a largo plazo, que pueden durar décadas, sobre la que organismos internacionales como el Banco Mundial realizan pronósticos orientados hacia un futuro aún muy lejano. Por ejemplo, a nadie puede extrañarle que los nacidos durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta del pasado siglo estén jubilándose ahora de forma masiva.
Asimismo, proyectar de forma simplista la evolución demográfica para advertir de problemas económicos o bursátiles del futuro supone deducir que los datos actuales se mantendrán invariables con el tiempo. En nuestra opinión, obrar así es un error. Nuestro análisis histórico muestra que las tendencias no se perpetúan sin más, sino que algunas variables que permanecen ocultas en un momento dado desencadenan cambios. Por ejemplo, la inquietud que genera la mayor esperanza de vida junto con una tasa de natalidad a la baja se basa en que esta combinación supondrá una pesada losa para los trabajadores del futuro. Ese es uno de los escenarios posibles, pero hay más. Si los trabajadores viven más y con mejor salud, puede que decidan permanecer activos durante más tiempo, mejorando así la financiación del sistema de pensiones del Estado. O bien puede que la inmigración con origen en economías en desarrollo rejuvenezca la mano de obra del país.
No decimos que haya más posibilidades de que esto suceda, pero sí que a día de hoy no lo podemos saber. Como estos asuntos de largo recorrido no influyen en la demanda de las acciones del futuro más próximo y tienen poca relación con la oferta de las mismas, pensamos que a la hora de invertir se deberían ignorar.
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