El populismo es definido como un movimiento popular que pretende defender de la injusticia provocada por las clases corruptas dominantes a los más indefensos y desfavorecidos, convencidos de que sus objetivos serán logrados por la acción directa de las masas ante la falta de soluciones de la democracia representativa. Sus líderes plantean generalmente soluciones sencillas a problemas complejos, controlan las masas y pretenden manipular el sistema democrático, controlando legislación e instituciones, haciéndolo degenerar en oclocracia, definida esta como el gobierno de la muchedumbre o de la plebe.
Este tipo de situaciones se intensifican cuando surgen dificultades económicas que repercuten sobre la calidad de vida de los ciudadanos. En este momento, los manipuladores de masas resucitan pretextos que agitan los sentimientos y emociones induciendo inestabilidad social e incluso contribuyendo al desmembramiento del país.
En España, el populismo está fuertemente arraigado, y se manifiesta expresamente de dos modos: a nivel de determinadas Comunidades Autónomas (CCAA); así como en amplias capas descontentas de la sociedad, fruto de la partitocracia y la crisis económica.
Uno de los grandes problemas de nuestra España actual radica en las fuerzas centrífugas que pretenden desgarrar el país. Este problema no es nuevo y ya es mencionado por Ortega y Gasset en su conocido ensayo “España Invertebrada”. El proceso de desintegración del país, según este intelectual, no es nuevo, y comienza en 1580 desde el exterior de las fronteras con el desmembramiento del Imperio español, con la pérdida de los Países Bajos y Nápoles y posteriormente Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam en 1898. Comenzándose a partir de entonces a oír las voces separatistas y nacionalistas que han llegado hasta nuestros días. Fenómeno que Ortega denomina “Particularismo” y que consiste esencialmente en no preocuparse por los problemas de los demás, es decir, radica en la insolidaridad.
Pero la cuestión no es constatar una evidencia conocida por todos, sino buscar el origen de tamaño desatino. El origen de dichos problemas es humano, quiere decir esto que la vanidad, envidia y avaricia de ciertas personas mueven las masas, que creando corrientes de opinión, conducen a la desestructuración del país. En el caso de las CCAA, el pretexto de la identidad cultural o la teóricamente excesiva aportación al Estado central son simplemente excusas para defender dichas ideas, carecen de sentido y son simplemente herramientas creadas artificialmente para justificar sus exigencias.
Además, deberíamos recordar que la identidad cultural no es incompatible con una España homogénea que persiga el bienestar del conjunto de españoles, siendo más fácil progresar unidos que separados. Es más, dicha diversidad es incluso enriquecedora en el sentido de que abre nuevos horizontes. Por tanto, el problema radica en la utilización de la identidad cultural como hecho diferenciador excluyente y no como elemento integrador.
Por otra parte, la aportación al Estado central (salvo el caso de las CCAA de régimen especial: Euskadi y Navarra) es la que corresponde en función de las rentas generadas por cada individuo, y que según el principio de progresividad, son simplemente una extensión del principio de solidaridad entre todos los españoles por el que el más ingresa más contribuye. Por lo que, el argumento de una aportación excesiva es simplemente un falso pretexto con los que justificar unos excesivos déficit y deuda, cuyo origen es simplemente fruto de la mala gestión llevada a cabo por ciertos gobiernos autonómicos. Siendo además importante destacar que los problemas presupuestarios actuales están siendo financiados por todos los españoles a través del Fondo de Financiación de las CCAA.
Tristemente, detrás de estos movimientos se esconde únicamente el interés de unos pocos, que utilizan a las masas seduciéndolas mediante cualquier artimaña con el objeto de lograr riqueza o satisfacer su vanidad y ansia de poder, radicando por tanto en gran medida el problema en la creencia por las masas de la veracidad de determinados argumentos falaces. Siendo importante destacar en estas situaciones, que ponderan más los sentimientos que la razón y la realidad, por lo que si un grupo social se siente incomprendido y desplazado, reacciona con el rechazo, independientemente de su justificación real, por lo que la solución a perseguir sería mostrar objetivamente el origen de los problemas, aunque ello no sea fácil debido al adoctrinamiento al que se han sometido las masas.
El otro gran movimiento de populismo español tiene su origen en la degeneración democrática de los grandes partidos, la partitocracia y presumible connivencia con los poderes económicos, además de en la desigualdad y empobrecimiento generado a partir de la crisis económica.
Aunque el fuerte impulso dado a partidos políticos populistas hay que buscarlo también en la particular idiosincrasia del pueblo español. En todo este proceso de ineptitud creciente no debemos olvidar la importancia del carácter o cultura, ya que nos caracterizamos por la envidia y soberbia, no queriendo expresar estas afirmaciones que sea un proceso generalizado en toda la ciudadanía, pero sí que se hace sentir notablemente.
Queremos ser los mejores, pero sin esfuerzo, y cuando apreciamos que alguien destaca en al algún sentido es menester hacer todo lo posible para que no nos ensombrezca dando lugar al odio a los mejores, lo que Ortega y Gasset ya mencionaba denominándolo “aristofobia” o también como “la preferencia reiterada de lo ruin a lo selecto”, desaprovechando la materia gris del país. De esta forma, el país brilla por la falta de meritocracia, siendo normalmente los más inútiles los que ocupan puestos de relevancia en la gestión pública, retroalimentándose el proceso a través del nepotismo.
Dichos políticos se ven manipulados por masas que solo buscan su interés particular, por lo que los programas contemplan medidas cuyo objetivo es contentar a dichas masas para obtener los votos necesarios con que manejar el país, siendo los resultados de dichas políticas sobre el futuro económico y bienestar social obviados. Si bien, el daño no es tan grave debido al incumplimiento de los programas, consecuencia de la falta total de responsabilidad de dichos políticos, que estafan a las masas pero preservan de esta forma y en cierta medida el futuro del país, ya que los programas son mera propaganda.
Además, que podemos esperar de un país en que se da a lo insignificante gran importancia y a lo verdaderamente importante apenas se presta atención. Los ídolos son Ronaldo o Messi, que con todo respeto lo único que hacen es pegar patadas a un trozo de cuero, eso sí, con mucho arte. Pero ¿qué aportan a la sociedad?. Nos olvidamos que muchos profesionales, como por ejemplo cualquier médico o ingeniero aporta mucho más. No digamos cualquier empresario que proporciona empleo, que naturalmente puede ser tildado de explotador, aunque gane menos que los dos anteriores y sea totalmente honrado, aunque claro, habrá también aquellos que digan que no existe empresario honrado.
Pero este ninguneo y falta de reconocimiento hace que la aparición de mentes que destacan sea más complicada. Cerebros que podrían impulsar el crecimiento e incrementar la calidad de vida. Pero nos queda lejos el reconocimiento de la excelencia ajena. En parte debido a la envidia institucionalizada y en parte debido a la ignorancia de la mayoría, que abre un precipicio entre los intelectuales y las masas difíciles de salvar, debido también a otro mal enraizado en nuestra sociedad, que es no escuchar lo que no queremos escuchar, es decir, todo aquello que no es compatible con nuestra idea preconcebida se tiende a desecharlo sin meditar lo más mínimo sobre ello. Ello impide comprender lo manifestado por los más intelectuales, motivo por el cual los menos preparados son los más comprendidos por las masas y los que son conducidos a los puestos de responsabilidad públicos, siendo estos el espejo de la intelectualidad de las masas.
Los populistas desean en todo momento contentar a las masas. Ello, en este momento, y desde el punto de vista económico, significa financiar un estado de bienestar que no nos podemos permitir con impuestos o deuda, lo que supone sembrar la semilla que conduce las cuentas públicas y la economía hacia la imposibilidad de financiar dicho estado de bienestar, ya que los impuestos excesivos conducen a la contracción económica y esta a la reducción de los ingresos fiscales; y la deuda que financia gasto, lastra el crecimiento y supone adicionalmente una acto de insolidaridad intergeneracional con nuestros hijos.
Muchos se preguntarán cuál es la solución. La respuesta es no llegar a dicha situación, no endeudarse y generar crecimiento económico que permita financiar dicho estado de bienestar. La siguiente pregunta es : Pero no es sencillo, se requieren dotes de gestión y visión estratégica. Naturalmente, pero los ciudadanos que forman las listas electorales deberían tener una formación adecuada para enfrentarse a estos problemas. Indudablemente esto no es así, pero la razón es la falta de exigencia de nivel para poder desempeñar cargos públicos. Habrá quien manifieste que se hurta el derecho de todo ciudadano para representar y servir a la sociedad. Pues no es cierto, la sociedad debe velar por permitir que todo ciudadano pueda formarse para poder desempeñar dicha función, pero si dicho ciudadano no desea hacerlo o es incapaz, su nombramiento como cargo público sin haber alcanzado cierto grado de excelencia formativa puede hacer más mal que bien. Es decir, la sociedad debe dar oportunidades a todos, y está en manos de cada uno aprovecharlas o no, pero si optamos por el no, no deberíamos quejarnos posteriormente de los resultados.
Indudablemente la excelencia intelectual debería ser necesaria pero no es suficiente, ya que el progreso requiere de un sistema verdaderamente democrático con una separación de poderes efectiva, y además un verdadero sistema democrático requiere un nivel intelectual de la población que le permita discernir entre las distintas opciones, al mismo tiempo que su voto no se vea condicionado por el miedo, las costumbres o la inseguridad económica. Es decir, alcanzar un sistema realmente democrático es una tarea ardua y difícil.