Incluso el mejor analista financiero del mundo comete errores de valoración, no siempre se puede esperar tener éxito en la selección de valores. Sin embargo lo importante es que el número de aciertos supere al número de fracasos de forma que una cartera bien diversificada nos permita reducir el riesgo de sufrir pérdidas y obtener una rentabilidad adecuada sobre nuestra inversión.
Debemos de tener presente que los errores de valoración “tolerables” han de estar relacionados con la incertidumbre del futuro o con el mercado, en ningún caso con la capacidad del analista para interpretar la información contable.
Según B.Graham los principales obstáculos que encuentra el analista de valores generalmente son tres:
Los datos sean inadecuados o incorrectos, hemos visto a lo largo de la historia reciente muchos casos en los que los balances de algunas empresas no han reflejado la realidad empresarial: Enron, Lehman Brothers, Bankia, etc.
De los tres obstáculos, este aunque es grave, es el menos importante de los tres ya que como dijo Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
El buen analista de valores debe ser capaz de analizar y lo que es más importante saber relacionar (análisis relacional) los tres estados contables de modo que puede cometer un error de valoración en un estado contable, incluso en dos si no ha tenido un buen día, pero es muy difícil que valore de forma incorrecta los tres estados financieros, en cuyo caso debería cambiar de oficio.
Las incertidumbres del futuro: el problema reside en que para valorar la prosperidad de una empresa el analista financiero cuenta con información contable pasada, por lo que nos tenemos que basar en el pasado para esbozar con la máxima exactitud posible el futuro de los valores que analizamos.
Por ello es muy importante centrarse en valorar sólo aquellas empresas cuyo futuro sea predecible con la mayor facilidad y fiabilidad posible. Cuanto más dudosa sea esta suposición, menor valor tendrá el análisis. Como dijo W.Buffett: “No busco saltar vallas de 2 metros, busco vallas de 30 cm que pueda superar con facilidad”
El comportamiento irracional del mercado: este inconveniente es similar al anterior, pero quizás es el más complejo para el analista, ya que en este caso carece de capacidad para modificar la valoración que el mercado hace sobre las acciones incluidas en su cartera de inversión.
En principio se supone que el analista financiero no tiene en cuenta las fluctuaciones que afectan al precio de sus acciones, sin embargo siendo realistas el precio es una de las variables que nos determina la rentabilidad de nuestras inversiones (digo “una” porque independientemente de la valoración que haga el mercado sobre nuestras acciones, el dividendo es un componente que no se puede olvidar a la hora de valorar correctamente las inversiones).
Por ejemplo, si compramos una acción de Santander a 6 € y nos reporta una rentabilidad por dividendo del 8% anual y baja a 5,04 en dos años la rentabilidad de la inversión sería 0 en lugar de -16%. Si en el tercer año recupera los 6 euros, la rentabilidad de nuestra inversión se situaría en 24% (sin retención fiscal para los primeros 1500 euros en dividendos). Si alcanza su valor contable en torno a 7 euros, la rentabilidad pasaría al 39%, etc.
En la práctica, un buen precio de venta dependerá de la comerciabilidad del valor que hemos adquirido, es decir de la posibilidad que ofrezca el mercado de venderle nuestra acción más cara de lo que la compramos.
Por ello no se trata sólo de seleccionar acciones que se encuentren infravaloradas en un momento determinado del tiempo, sino que además resulta igual de importante que el mercado reconozca a lo largo del tiempo que la acción seleccionada estaba infravalorada a través de una actualización justa del precio de cotización.
Como a menudo se dice en Wall Street: “Una acción vale el precio por el que puedes venderla: ni más, ni menos”.Sintetizando, se podría decir que el peligro que corremos con este tercer obstáculo es que Precio y Valor tarden demasiado tiempo en ajustarse independientemente de la exactitud con la que se haya realizado nuestro análisis. En este hecho, sin embargo habría que hacer una serie de matizaciones que dependen de la relación existente entre PER y payout.
Imaginemos un caso poco habitual simplemente para entender esta relación: adquirimos una acción de primera categoría con un PER de 8 y un payout del 100% (la empresa reparte el 100% del beneficio generado). En este caso en un período de 8 años recuperaríamos el capital invertido y seguiríamos estando en posesión de la acción independientemente de la valoración que el mercado haga sobre dicha empresa.
Por último la edad del propio inversor nos va a determinar la capacidad de espera para que Precio y Valor se ajusten, no es lo mismo el perfil inversor de una persona de 75 años que el de una persona de 20 años.