Decía Raghuram Rajan en su artículo “Cómo la desigualdad alimentó la crisis” que la desigualdad económica existente en los Estados Unidos había sido una de las causas principales del excesivo endeudamiento de las familias y, por ende, de la crisis de las hipotecas subprime que más tarde acontecería.
Este autor explicaba cómo los políticos estadounidenses optaron por la “vía rápida” de aumentar el crédito a los hogares de ingresos bajos en lugar de poner en marcha un verdadero plan de redistribución de la riqueza, que comprendiera, entre otros, una mejora en la calidad educativa, verdadero motor de la igualdad de oportunidades.
La burbuja del crédito fácil para hipotecas subprime acabó explotando, como todos sabemos, y una de sus causas fue el aumento del crédito sin control durante la fase expansiva del ciclo económico. Ahora gran parte de la población se vuelve a encontrar en una situación bastante precaria en términos económicos, no sólo en Estados Unidos sino también en España.
Por eso, en estos tiempos de dificultades, nuestros gobernantes han tenido la oportunidad de crear una sociedad más igualitaria, aprovechando la coyuntura para acometer reformas de gran calado y con un enfoque de largo plazo que permitieran a las clases bajas participar verdaderamente en el crecimiento económico.
Aunque las dificultades para acometer las reformas comentadas eran evidentes (restricción del crédito, déficit presupuestario del gobierno español…), los gobernantes han renunciado a tomar medidas encaminadas a solventar los problemas de desigualdad (al menos en España), siendo este problema de suma importancia ya que a largo plazo, lo que interesa es una sociedad más igualitaria, puesto que eso favorece que el crecimiento económico sea más robusto y que, en un mundo globalizado, los ciudadanos y empresas del país sean más competitivos.
Pero la realidad es bien distinta: si echamos un vistazo a indicadores de desigualdad económica, podemos comprobar cómo la situación se ha deteriorado desde el estallido de la crisis de 2007:
A través de este gráfico se puede observar cómo la desigualdad se ha incrementado de manera notable en España. Se recogen varios países de la Eurozona, por un lado los países “centrales”, como son Austria, Finlandia y Alemania y, por otro lado, los países “periféricos”, entre los que se encuentran España, Grecia y Portugal. Pues bien, entre estos dos grupos de países se aprecia una clara divergencia en términos de desigualdad económica, evidenciando la fractura que se mantiene entre estos dos bloques de países y que se ha puesto de manifiesto en múltiples indicadores, no sólo de desigualdad.
En este gráfico se muestra la ratio P90/P10, que recoge los ingresos del 10% más rico de la población sobre los ingresos del 10% más pobre. En España esta ratio se encuentra por encima de las 5 veces, un nivel preocupante. Observando esta ratio también se pone de relieve la dualidad dentro de la Eurozona en términos de desigualdad, ya que los países “centrales” están en mucha mejor posición que los “periféricos”.
Por tanto, a la luz de los gráficos anteriores se desprende que la desigualdad económica está creciendo en España y esto tendrá consecuencias en el largo plazo de no revertirse la tendencia, ya que una sociedad desigual tiene una inclinación mayor a padecer crisis y a que éstas sean más duraderas e intensas.
La Eurozona debe encontrar mecanismos para hacer converger a sus países miembros no sólo en términos de desigualdad económica, sino también en términos de inflación, movilidad laboral, endeudamiento, etc. Una unión monetaria entre países tan heterogéneos en el aspecto económico es, cuanto menos, débil. España, por su lado, ha de encontrar crecimiento económico que no genere desigualdades económicas o de lo contrario, muchos de los desequilibrios internos seguirán persistiendo y podrían actuar de catalizador para la próxima caída.