Los refugiados en la economía de Robinson Crusoe

9 de abril, 2016 6
Controller financiero en Atresmedia y analista económico. Autor del libro "La reforma del sistema financiero y monetario. El caso español en la... [+ info]
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Reflexiones sobre la libre circulación de personas (II)

Este artículo es el número dos de la serie de posts: “Reflexiones sobre la libre circulación de personas”, el primer artículo aquí.

Un buen día Robinson Crusoe se despierta en una playa de una isla abandonada. No recuerda nada en absoluto, no sabe cómo ha llegado allí, no sabe cómo salir… ni siquiera sabe aún si quiere salir de dónde está. Lo único que sabe es que está en medio de una playa desierta, sin ninguna compañía y apenas sí está vestido. Algo más tarde, tras explorar el lugar, se percata de que se encuentra en medio de una isla abandonada y que no dispone de ningún medio para abandonarla. Habiendo llegado a dicha conclusión, y asumiendo que no puede salir de la isla en ese momento, Robinson decide empezar a asegurar sus necesidades fisiológicas, a saber, alimentos, refugio, vestimenta…

Es aquí donde entran en juego los bienes de consumo, los cuales satisfacen las necesidades directas de Robinson. El señor Crusoe encuentra una zarza de la que puede obtener bayas comestibles y alimentarse las veces que él lo desee porque hay suficientes existencias disponibles como para hacer uso de ellas en el corto y medio plazo. Una vez ha satisfecho su apetito, decide buscar hojas de palmera para hacerse una cama mullida y llevarla hasta el interior de una cueva abandonada que le resguardará de la lluvia y el frío.

Cómo se ha despertado con ropa interior, pantalones, una camiseta y unas zapatillas, decide que, en principio, no necesita ninguna vestimenta más y dedica ese tiempo a intentar hacer fuego para calentarse y poder protegerse de cualquier depredador que le pusiese en algún aprieto (si es que los hay).

Con el paso de los días Robinson se da cuenta de que sólo dedica el tiempo a alimentarse de bayas, cocos y algún cangrejo que encuentra desprevenido por la orilla de la playa, por lo que estudia la posibilidad de fabricarse una herramienta que le permita un mejor y más rápido acceso a estos bienes. Tras meditar, Robinson se da cuenta de que tiene tres opciones:

  • 1.Fabricar una lanza que le permita pescar y, de paso, protegerse en el caso de que fuese necesario. La correcta construcción del utensilio le puede conllevar una semana de trabajo.
  • 2.Fabricar o buscar un palo que le permita recolectar bayas más fácilmente y le dé una mejor accesibilidad a los cocos que cuelgan de las palmeras de la isla. Estima que la búsqueda del palo apropiado le puede llevar como mucho tres días.
  • 3.No fabricar ninguna herramienta, de manera que no pierde el tiempo y puede seguir recolectando y consumiendo los bienes de consumo cuando los necesite.

Ante este dilema, Robinson debe decidir cuál va a ser su coste de oportunidad. En la primera y segunda situación, debe elegir entre consumir su tiempo presente y que ahora dedica al ocio (para relajarse, para pensar…) en favor de un ahorro de su tiempo futuro (pues empleará menos tiempo en realizar las tareas) y en la tercera situación, elegir si decide consumir, aunque le lleve algo más de tiempo, los bienes de consumo solamente cuando lo necesite y no malgastar su tiempo produciendo bienes de capital que le ayuden a conseguir los bienes de consumo de los que puede disponer cuando él lo desee. Y aún es más, si decide usar un bien de capital (bienes que permiten producir o consumir otros bienes y servicios, en este caso una lanza o un palo) debe decidir si emplear más tiempo para producir la lanza que le reportará una mayor seguridad personal, o dedicar menos tiempo y buscar un palo que le permita consumir mayores bienes pero que no le protegerá tan bien como lo haría la lanza.

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Tras unas semanas, Robinson se da cuenta de que las bayas y cocos empiezan a acabarse y decide salir de la isla en busca de un futuro más próspero. Para esto, Robinson tiene que dedicar parte del tiempo de recolección para construir una balsa, por lo que debe renunciar a consumir parte de las bayas y cocos diarios que hasta ahora venía consumiendo para poder consumirlos en el futuro, mientras esté construyendo la balsa en lugar de recolectando, es decir, debe de ahorrar parte de los bienes de consumo presentes para poder hacer uso de ellos en el futuro.

Ahora nos planteamos la situación de otra forma. Un buen día un padre de familia se despierta en una de las tantas tiendas de campaña establecidas en Turquía, a las puertas de Europa. En esta ocasión sí sabe cómo ha llegado hasta allí y con qué objetivo. Sus necesidades fisiológicas están cubiertas, tanto la Unión Europea como las ONGs presentes se ocupan de hacerle llegar alimentos, agua, la tienda de campaña dónde reside e incluso algo de ropa, si tiene suerte incluso les proporciona seguridad, en definitiva todos los bienes de consumo básicos que necesita para vivir. Pero, a diferencia de Robinson Crusoe, el padre de familia depende de un agente externo para satisfacer dichos bienes. Y es precisamente por esta razón por la que éste último no tiene a su alcance los bienes de capital que le permitan consumir todos los bienes que necesite por sus propios medios y cuando él lo desee. Si Robinson tenía hambre iba a una zarza y recolectaba bayas, si el padre de familia refugiado en Turquía tiene hambre tiene que esperar a que llegue una remesa de alimentos provistos por la caridad o bien, en el caso de que disponga de un ahorro de los alimentos, hacer uso de ese ahorro que en el pasado formó a cambio de no consumir todos los alimentos que en su momento le entregaron.

Cierto es que nuestro refugiado no necesita construir lanzas para pescar ni defenderse, en su lugar el bien de capital que demanda es, en mayor instancia, un empleo que le permita obtener una renta por su trabajo, acumular capital y usarlo para obtener de forma autónoma todos los bienes que demande y que le alcance a adquirir. Decidiendo, como en su momento lo hizo Robinson con las bayas, si ahorrar parte de esa renta para poder consumirla en el futuro. Pero en este caso, la ley de preferencia temporal que regía la economía de Robinson Crusoe queda por debajo de la ley de supervivencia.

De hecho, a la migración que millones de refugiados realizan desde sus países de origen a Europa podríamos asociarla con el consumo y la inversión que realizan en un momento presente con el objetivo de obtener unas mayores rentas de capital que le reporten más o mejores bienes futuros, y deciden invertir en Europa porque las expectativas futuras son más favorables de las de sus países de origen. Por contra, aquellas familias que deciden no renunciar a su país y esperar a que la situación mejore estarán ahorrando sus propios bienes con el objetivo de consumirlos en su país en un momento futuro. De manera que si estalla una guerra o se desencadena una crisis económica en el país, la inversión de las familias (medida en este caso como las familias que deciden desplazarse) aumentará en contraprestación de las que deciden quedarse (ahorro).

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Tanto Robinson Crusoe como el padre de familia refugiado se encuentran encerrados, uno en una isla y el otro en un campamento y ninguno de los dos ha decidido quedarse, la diferencia entre el señor Crusoe y el padre de familia reside en que el primero es libre de tomar cualquier decisión (recolectar bayas, hacer fuego, abandonar la isla…) porque no hay ningún agente externo que le coaccione ni le impida ejercer su voluntad. Sin embargo, los refugiados que se encuentran en Turquía (o en Grecia y son más tarde desplazados a los campamentos turcos) no son libres de decidir dónde autodeterminarse y los medios que tienen para hacerlo se los arrebatan con vallas y muros. No pueden ejercer su voluntad y se ven obligados a permanecer en los campamentos o a retornar a sus países en guerra. No son independientes, dependen de las ayudas estatales que les han sido impuestas para poder satisfacer sus necesidades de bienes de consumo. Sin embargo, si como Robinson Crusoe, tuviesen plena libertad de decisión y los medios para desplazarse (como una balsa que permita a Robinson salir de la isla) podrían establecer bienes de capital dónde ellos lo deseasen y aumentando la producción y el capital de los países donde se hospeden, como se verá en la siguiente sección a través del análisis de los datos históricos sobre la libre circulación de personas.

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Este artículo tiene 6 comentarios
Aplicar esquemas teóricos sin tener en cuenta las instituciones... En fin, esos refugiados podrían suponer una aportación productiva a Europa, o no. No creo que dejar entrar a todos sin selección previa no sea un desastre. Debemos preguntarnos: ¿por qué la inmigración es un éxito en EEUU y aquí es una fuente de problemas? R supuesta: porque allí se integran. Se integran emocionalmente, y a la segunda generación son quieren serlo.
Pero hay instituciones e lo fomentan, al revés aqui. Aqui, 6 millones de árabes en Francia son un problema, no se ha integrado. Francia no ha sabido hacerlo, Europa no ha sabido hacerlo. Ahora es tarde para dar marcha atrás. Y la UE no tiene ni la menor idea de cómo afrontar los nuevos refugiados, ni pajolera idea.
Cuestión de instituciones, no de teorías. Una cuestión, admqs, que puede acabar con la UE, dejar al desnudo su torpeza burocrática, su "pesada levedad de ser".
09/04/2016 10:09
En respuesta a Miguel Navascues
En tal caso, aceptando tu teoría, como los que llegaron a Europa antes que los de ahora no se adaptaron, esta vez ni siquiera vamos a dejar que lo intenten. les negamos sus derechos de poder elegir una vida en Europa (o dónde ellos decidan). Aquí no es que no se fomente la integración, es que actualmente ésta se prohíbe -institucionalmente- por completo, y no sólo eso, a parte de vulnerar los derechos de los refugiados, los datos históricos demuestran cómo un crecimiento de la población (progresivo) acaban suponiendo un aumento de la inversión nacional, la producción y el crecimiento, como demostraré en el último post.
09/04/2016 16:46
No entiendo tu galimatías. No sé si lo que quier e decir es que Europa debe, aunque no pueda, y no sė qu pintan los "que llegaron a Europa antes de los de ahora".
Yo hago un simple argumento contrastado históricamente, y es que si no hay instituciones adecuadas no se puede. Y Europa no está preparada, como demuestran los recientes casos de Bruselas, París, etc, etc. Y la rebelión de los paises del este contra los mandatos de Bruselas. Exigimos a Europa cosas para las que no está dotada, Y lo de Robinson no sé qué pinta. ¿Es un ejemplo a seguir?
10/04/2016 10:22
Ah, ya! Por "los que llegaron a Europa antes de los de ahora" te refieles a las invasiones árabes. Pues entonces sí, me alegro que se les venciera y expulsara, la verdad. Si te gusta la contra historia, y eres pro islamisya, pues dilo, hombre! Pero no hace falta dibujar gráficos para eso.
10/04/2016 10:27
En respuesta a Miguel Navascues
Me sorprende la falta de humanidad que demuestra... no hace falta remontarse 1.200 años atrás para hablar de los que llegaron a Europa antes que los que hay ahora. Evidentemente, claro que es necesario llevar a cabo un registro de qué personas acceden al territorio europeo para garantizar la seguridad de los ciudadanos, pero tenga usted en cuenta de que hablamos de miles, sino millones de personas, y esas personas no vienen a invadirle a usted ni a matarle, no quieren echarle del continente, indistintamente de que sean musulmanes, cristinos o judíos. La mayoría de ellas son familias que huyen de la guerra y de la barbarie islamista que usted mismo condena en busca de asilo, igual que lo buscaron los ucranianos hace unos años o los españoles en plena guerra civil. Ya no es una cuestión de economía -que también- sino de humanidad (y claro está que, como dije antes, hay que tener un control de acceso) pero no se puede, como hace usted, suponer que estas personas vienen a invadirnos y arrebatarnos lo que es nuestro, que es el principal fallo del planteamiento actual. Y para explicar esto tampoco hacen falta gráficos.
10/04/2016 10:50
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