Con el crecimiento del primer trimestre en un deficiente 0,2% anualizado, los tres trimestres restantes del año tendrían que alcanzar un 3,4% anualizado sólo para alcanzar un 2,6% para el conjunto del año (el extremo inferior del rango de la Reserva Federal).
Por otra parte, los datos más recientes, como el espectacular incremento del déficit comercial en marzo (a $51.400 millones, el mayor crecimiento del mes sobre mes registrado y la mayor brecha mensual desde el mes crisis de octubre de 2008), y el reporte que muestra la caída trimestral consecutiva más grande en productividad en más de 20 años, probablemente forzará una revisión a la baja del PIB del Q1.
Con los datos de abril viéndose más débiles de lo que fueron vistos en febrero y marzo, un fuerte rebote en el segundo trimestre (como el visto en el 2014) parece cada vez más improbable. En otras palabras, que tengamos buena suerte para llegar al 2,6%; pero incluso si lo logramos, no es motivo de celebración. Un crecimiento del 2,6% sería un indicador de una economía en dificultades (recordemos que en el siglo 20 el crecimiento anual promedió mucho más de 3%).
En los siete años completos desde que la Fed llevó las tipos de interés a cero, y en ocasiones bañó los mercados con billones de dólares de dinero en efectivo de la flexibilización cuantitativa, el crecimiento del PIB ha promediado apenas un 1,1%. Aun excluyendo los años de recesión del 2008 y 2009, para centrarnos únicamente en los cinco años de “recuperación” del 2010 al 2014, nos da un promedio de PIB del 2´,2%, una tasa que ha estado por debajo de la tendencia central cada año.
Entonces ¿Qué hacemos con esto? ¿Los economistas de la Fed no son más que terribles pronosticadores? Y de ser así, ¿por qué no contratar a otros que sean más competentes? ¿O es que algo más preocupante está sucediendo? La explicación más benigna es que simplemente no pudieron anticipar una serie de eventos desafortunados que supuestamente han impedido que una recuperación real se fortalezca.
Primero fue la crisis de la deuda europea, luego los altos precios de la energía, luego Siria, después Ucrania, el vórtice polar, luego fueron los bajos precios de la energía, la recesión europea, el fortalecimiento del dólar, y ahora otro mal invierno. Aparentemente, es desconocido por los pronosticadores de la Reserva Federal que el mundo es un lugar complicado, plagado de crisis económica, política y meteorológica, pero ¿no ha sido ese el caso siempre?
Sobre la base de lo que hemos visto hasta ahora en el año, las fantasías sobre una recuperación en el 2015 deberían estarse evaporando. Pero desde el 18 de marzo la Reserva Federal mantiene de un 2,5% a un 3,0% de los pronósticos del PIB y suposiciones tangenciales de que las alzas en las tasas iniciarán en la segunda mitad del año y continuarán a lo largo del próximo.
(Una encuesta de economistas del 12 de febrero realizada por el Wall Street Journal, muestra un consenso del 2,2% de la tasa de fondos federales a finales del 2016). Con estas suposiciones horneadas dentro de la cartera de disposiciones, los inversionistas se arriesgan a ser atrapados mal parados cuando la triste verdad sea finalmente aceptada.