El arranque de año en las bolsas europeas está siendo espectacular. En los dos primeros meses del año el Eurostoxx sube casi el 15%, mientras que Alemania e Italia superan el 16% y España cerca del 10%. Son mucho los factores que están propiciando este arranque, pero el que más peso ha podido tener ha sido el QE anunciado por Dragui a mediados de enero. La rentabilidad de los bonos del tesoro europeos están en mínimos históricos y esto está provocando que los inversores que quieran obtener rentabilidades, asuman en mayor o menor medida, riesgo de bolsa.
Evidentemente con la subida en vertical desde final del verano pasado y al estar en máximos desde 2012, la rentabilidad por dividendos de los índices europeos ha caído muchísimo. No obstante, la caída de la rentabilidad de los bonos ha sido más acusada, por lo que el diferencial a favor de la bolsa se mantiene en un rango bastante atractivo.
En los siguientes gráficos señalo el diferencial a favor de la rentabilidad por dividendos en barras grises. En el Ibex 35 se aprecia que cada vez que la rentabilidad por dividendos ha superado en un 3% a la del bono español, ha sido buen momento para apostar por el Ibex 35. Además, he incluido en azul la prima de riesgo de la bolsa española que a pesar de las subidas, está también a niveles muy atractivos. LA prima de riesgo la he calculado restándole al inverso del per estimado (1/13.87x) la rentabilidad del bono español. El resultado ofrece una prima de riesgo del 6% similar al que ofrecía en los veranos de 2013 y 2012 momentos en los que el mercado respondió al alza.
Algo similar ocurre con el Eurostoxx 50. A pesar de las subidas del Eurostoxx 50, el diferencial a favor del dividendo está también en el 3%, niveles sólo superados en los veranos de 2011 y 2012 (el Eurostoxx estaba en 2.000 puntos.
Muy diferente la situación del S&P500. La rentabilidad por dividendos es la misma que la del bono a 10 años. No obstante, tal y como se ve en el gráfico, lo habitual en este índice es que la rentabilidad del bono sea superior a la de los dividendos. Solo en el periodo 2012-2013 la rentabilidad del bono fue inferior. Curiosamente a principios de enero la rentabilidad de los dividendos era superior a la de los bonos.
En definitiva, a pesar de las fuertes subidas de la renta variable, la rentabilidad por dividendos hace atractiva la inversión en este activo. Es un factor más a añadir a los que venimos comentando en las últimas semanas que nos hace apostar por tener renta variable en cartera, sobre todo la europea.
A modo de ejemplo actualizo un poco lo que ya comentábamos el verano pasado. En renta fija el inversor que quiera obtener más de un 2% en bonos del tesoro español debe comprar vencimientos superiores a 2037. El bono que vence el 31 de enero de 2037, paga un cupón del 4.2% y cotiza hoy a un precio de 136.2% y ofrece al comprador una TIR a vencimiento del 2,11%. Es decir, que si compro 100.000 euros nominales debo pagar hoy 136.579,73 euros (incluyendo el cupón corrido). Con esta inversión tengo derecho a cobrar cada 31 de enero hasta 2037 la cantidad bruta de 4.200 euros, que es una rentabilidad sobre mi inversión del 3.07%. Pero el problema viene al vencimiento. Y es que a cambio de cobrar un 3.07% con seguridad cada año, yo sé que a vencimiento voy a perder seguro 36.579,73 euros, ya que sólo voy a recibir 100.000 euros. Y además, si me hace falta el dinero antes de 2037, la variación en el precio ofrece casi la misma incertidumbre que la de la renta variable, ya que al ser un vencimiento tan largo la volatilidad es similar.
Para hacernos una idea, si invertimos los 136.579,73 euros hoy y compramos el Ibex en 11.130, la rentabilidad por dividendos estimada es del 3.49%, por lo que cobraríamos cada año (con la incertidumbre de que las compañías lo mantengan) cobraríamos también brutos 4.766 euros cada año. Y tendría que estar el Ibex en enero del 2037 por debajo de 8.150 puntos para que las minusvalías en renta fija fuesen iguales a las de renta variable.
Sin duda, con estos números, y mirando los mercados desde el punto de vista de largo plazo, es cómo mejor se entiende que la política de los bancos centrales de poner el precio del dinero en mínimos históricos e incluso en negativo, obliga a los inversores a asumir riesgos y parece más lógico asumir riesgo de renta variable que el riesgo de duración de los bonos.