El Banco Central Europeo está preocupado, las medidas que está adoptando tienen muchas limitaciones fruto del contexto económico en el que nos encontramos y los objetivos que persigue Mario Draghi son, ahora mismo, una verdadera entelequia. Por si fuera poco, no tiene mucho más margen de maniobra el BCE en estos momentos como para tomar alguna otra medida extraordinaria que realmente surta el efecto que ellos buscan: la salida inflacionaria.
Ya hemos comentado en varias ocasiones que imprimir dinero no tiene por qué generar inflación, que la inflación no sólo depende del aumento de la masa monetaria sino que dependerá de la velocidad de circulación del dinero, de cuántas veces el dinero cambia de manos. Y para que el dinero cambie de manos de manera rápida - generando la tan ansiada por el BCE inflación - se han de dar una serie de condiciones que en estos momentos no se están dando. Sobre todo, los agentes económicos han de tener capacidad de endeudamiento. Mientras los agentes económicos no puedan endeudarse más - amén de un pequeño repunte del consumo de bienes presentes debido a temores inflacionarios, que no los hay, o al castigo del ahorro - el dinero de nueva impresión no llegará a la economía. Lo único que podrá ocurrir será que o bien ese dinero se queda atesorado en los balances de los bancos en forma de activos seguros a muy largo plazo (generalmente renta fija soberana) o bien ese dinero se destina a refinanciar la deuda de determinadas empresas manteniendo su zombificación hasta nueva orden.
Para evitar que esta situación narrada, que es un brevísimo resumen de la trampa de la iliquidez, se perpetúe en el tiempo, Jörg Asmussen ha propuesto que el BCE se dedique a comprar deuda de pequeñas y medianas empresas. De esta manera, dice, la liquidez llegaría a estas empresas directamente sin tener que pasar primero por los bancos y sin correr el riesgo de que el dinero nuevo quede congelado en proyectos de inversión en deuda a largo plazo y en manos de manirrotos y despilfarradores políticos. La idea, per se, no es mala ni dañina. Es más, lo que propone Asmussen no es, ni más ni menos, que volver a las raíces del funcionamiento de los bancos centrales. En efecto, durante el siglo XIX la tarea de los bancos centrales durante las crisis económicas no era, como hoy en día, la de rebajar los tipos e inyectar liquidez en el sistema financiero sino la de proveer financiación a aquellas empresas que necesitasen mantener sus necesidades operativas de financiación en el corto plazo, es decir, que necesitasen que sus pasivos a corto no superasen sus activos a corto y poder seguir funcionando (lo que contablemente conocemos como un fondo de maniobra positivo). A tal fin, durante el siglo XIX, los bancos centrales adquirían deuda a muy corto plazo (no más de un año de maturity) de empresarios con planes de negocio solventes y seguros, a altos tipos de interés, lo que permitía que estos empresarios no se vieran arrastrados por la fase de degradación de liquidez y no convirtieran sus balances en altamente ilíquidos.
Sin embargo, el funcionamiento de la banca central durante el siglo XIX no es el que plantea Asmussen. O, más correctamente, no es el que se vislumbra que podría aplicar el Banco Central Europeo a día de hoy. Si bien la situación puede tener un alto grado de similitud (y no es otro que los agentes económicos no pueden acceder a la alta liquidez que tienen los bancos) nos encontramos con el típico problema de "hablar en términos agregados". Si bien hay una serie de empresas que están sufriendo problemas de liquidez en el corto plazo y volviéndose bastante inoperativas, hay otras que sí están accediendo a liquidez necesaria. Incluso, hay empresas que aunque no accedan a la liquidez que necesitan son, a día de hoy, tan ruinosas que ni con citada liquidez podrían remontar sus negocios por el mero hecho de que no son viables.
Es decir, podemos discutir sobre si, con un sistema monetario inflacionario como con el que contamos, resulta conveniente o no el aumento continuo de la masa monetaria en épocas de recesión, pero lo que es sin lugar a dudas insensato es mantener vivas una serie de empresas que no generan la riqueza necesaria para repagar no ya las deudas que tienen en estos momentos, sino que tampoco podrían descontar a altas tasas de descuento activos a cambio de la liquidez del BCE puesto que ni con esas levantarían la cabeza.
No podemos olvidar que en España siguen cerrando muchísimas empresas, empresas que en muchos casos no han accedido a la liquidez que hubieran necesitado. Y resultaría extremadamente simplista acusar al riesgo país, esto es, al riesgo de quiebra del Estado español, de que estas empresas no obtengan la liquidez. Al cabo, no es sólo consecuencia de que los bancos en España cuenten en sus balances con infinidad de activos tóxicos(es decir, deuda para que Rajoy despilfarre) y debido a esto no abren el grifo del crédito, sino que también se produce la situación de que la demanda de crédito, las empresas, no tienen capacidad de seguir endeudándose porque no generan la riqueza necesaria para repagar la deuda a posteriori. Ojalá fuera sólo el riesgo país.
De hecho, inflar los balances de estas empresas con nuevo dinero cuando tienen un modelo de negocio ruinoso sólo genera un elevado riesgo moral que, además, acaba canalizando la creación de dinero no a financiar el circulante sino a refinanciar la deuda a largo plazo, como previamente habíamos comentado. Es decir, una medida que puede acabar generando una serie de empresas zombi a nivel estructural dependientes exclusivamente de la droga del BCE.
En definitiva, no es mala la idea de Asmussen si se tomasen las cautelas precisas - descuento sólo de activos a muy corto plazo de empresarios con planes de negocio que generen mucha riqueza, o más riqueza que la tasa de interés cobrada - pero adoptar una medida de este calado a nivel agregado - como suele funcionar el sistema monetario actual - no sólo resulta totalmente contraproducente al evitar la sana desinversión en empresas ruinosas, sino que resulta inútil porque no acerca al BCE al objetivo de la inflación en tanto en cuanto no aumenta la velocidad del dinero.
Si el BCE quiere inflación deberá esperar a que las desinversiones se produzcan primero. O bien abrir la ventanilla de la liquidez a aquellas empresas que sí estén generando riqueza (en el caso concreto de España, a la industria exportadora), aunque dudo que una empresa que genere riqueza esté teniendo también, hoy en día, problemas de financiación.