¿Por qué el EBITDA?
Desde hace unos años, el término EBITDA (Earning Before Interests Taxes Depreciations and Amortizations) ha ido cobrando tanta (o más) importancia como los términos ventas, beneficio neto o cash flow a la hora de determinar el valor y la salud de las empresas. En este artículo vamos a intentar mostrar el por qué de esta importancia además de las limitaciones de dicha magnitud.
Empecemos por el principio: Earnings, es decir, beneficios. El estar hablando de beneficios nos indica que estamos hablando de una magnitud económico – contable. Magnitud económica no es lo mismo que magnitud financiera, a pesar de que muchas veces se confundan los términos. Como muy bien define el Dr. Massons, profesor titular de finanzas en ESADE Business School: “Lo económico es ganar o perder, ganar mucho o poco, perder mucho o poco. Lo financiero es tener o no los recursos monetarios, experimentar o no tensiones de liquidez, poder pagar o no poder. El lado positivo de lo económico es el beneficio. La cara buena de lo financiero es la consecución de la liquidez. El infierno de lo económico es la pérdida y el de lo financiero es el impago”. Por lo tanto, como indicador de beneficios que es el EBITDA, nos permitirá determinar si la empresa analizada es sana desde el punto de vista económico. Asimismo, se trata de una magnitud contable que se calculará restando a unos ingresos obtenidos durante el periodo, unos gastos incurridos en el mismo. Como magnitud contable que es, se regirá bajo los principios contables (devengo, correlación de ingresos y gastos, prudencia, etc.).
Dicho esto cabe señalar que, pese a que el EBITDA es una magnitud de naturaleza económica (no perder de vista nunca), pretende asemejarse, pudiendo incluso llegar a coincidir en casos muy puntuales, a una magnitud financiera. Es precisamente esta “mutación” la que la hace del EBITDA una magnitud especial.
Las siguientes siglas nos indican que el beneficio calculado debe ser antes de incluir (Before):
› Intereses (Interests): es decir, la magnitud pretende no verse afectada por la estructura financiera de la compañía en cuestión. Se centra única y exclusivamente en la operativa de la empresa, independientemente de cómo haya decidido financiarse. Esto hace del EBITDA una magnitud muy útil a la hora de comparar la empresa analizada con otras. Veámoslo a través de un ejemplo:
Imaginemos que somos el CEO de una gran empresa, muy potente financieramente. A nuestra mesa nos llegan dos oportunidades de inversión en empresas del sector con las siguientes cuentas de resultados:
De partida podríamos plantearnos que la opción B es mejor al conseguir la empresa un mayor resultado neto. Sin embargo, como inversor, cabe plantearse dónde gana y dónde deja de ganar la compañía en cuestión. Haciendo un análisis de ambas cuentas de resultados, observamos que la empresa A obtiene un mejor resultado EBITDA e incluso un mejor resultado neto de explotación (EBIT) a lo largo de los ejercicios. Es como consecuencia del Resultado Financiero que la cuenta de resultados de A arroja un resultado después de impuestos (Net Result) menor. Por ello, como inversor, y más teniendo en cuenta que podremos acoger a la nueva empresa a nuestra política de financiación de empresa, deberíamos inclinarnos por aquella empresa que obtiene un mayor rendimiento de su negocio principal o core business (Empresa A). En términos porcentuales, el EBITDA de A representa un 40% sobre ventas mientras que el de la empresa B representa un 30%. Imaginemos que nuestra empresa tiene unas ventas de 200 M€, con un EBITDA de 70 M€. En términos absolutos, el EBITDA de nuestra empresa supera con creces al EBITDA de ambas empresas. Sin embargo, en términos relativos representa un 35% sobre ventas, lo cual podría hacer aun más interesante la adquisición de la empresa A, pues supera en términos relativos el EBITDA de mi empresa. Puede tratarse de una empresa con mayor tecnología, una plantilla más optimizada, etc. En cualquier caso, me interesará integrarla. El EBITDA me ha permitido seleccionar la inversión que más valor puede aportar a mi empresa.
› Impuestos (Taxes): se trata de un importe bruto, sin tener en cuenta el efecto impositivo. También esto incrementa la posibilidad de comparar la empresa analizada con otras, pues la estrategia de impuestos difiere mucho de una empresa a otra y se desvirtuaría la comparabilidad entre empresas en el caso de utilizar una magnitud neta de impuestos. Veamos un ejemplo:
Imaginemos que, en este caso, nos presentan la oportunidad de inversión en las empresas A y B, que presentan las siguientes cuentas de resultados:
Como podemos observar, también a priori podría parecer que la empresa B resulta más interesante por obtener un mayor resultado después de impuestos. Sin embargo, podemos observar que la diferencia en dicho resultado proviene de una mayor carga fiscal. Tras un análisis, nuestro asesor fiscal nos comenta que la empresa A no está optimizando las deducciones fiscales que la ley le ofrece, con lo que su tipo impositivo efectivo es mucho mayor.Igual que sucede con el ejemplo anterior, la empresa A presenta un resultado mejor resultado en su core business. La integración de dicha empresa resultará más atractiva que la de la empresa B. Haber tomado la decisión en función del resultado después de impuestos nos habría hecho tomar la decisión menos acertada.
› Depreciaciones (Depreciations) y Amortizaciones (Amortizations): el inmovilizado material se deprecia, el inmovilizado intangible se amortiza. En adelante, nos referiremos a ambos conceptos a la vez como amortizaciones. Es precisamente a través de la no inclusión de las amortizaciones como se pretende asimilar un beneficio (magnitud económica) a un flujo de caja (magnitud financiera) ya que, como es sabido, la amortización supone un coste para la empresa sin representar una salida de caja real. Veámoslo a través de un ejemplo.
La empresa A compra a principios del año X1 maquinaria por 100 € y prevé una vida útil para esta maquinaria de 10 años. Supongamos que los ingresos obtenidos por la empresa durante los ejercicios X1, X2, X3, X4 y X5, son de 50 € cada año. Asimismo, supongamos unos gastos (operativos) de 30 € cada ejercicio. Todas las operaciones se realizan al contado. Con estas premisas, el analista se encontraría con los siguientes estados financieros:
Como se puede apreciar, el hecho de no
tener en cuenta la amortización hace que el EBITDA coincida prácticamente en
todos los ejercicios (X2-X5) con el flujo de caja. Sin embargo, en el ejercicio
X1 no coincide. ¿A qué se debe esto? se debe a que el EBITDA, como magnitud
económico-contable que es, se ve influenciada por el Principio de Correlación
de Ingresos y Gastos, que pretende dotar a las cuenta de resultados de una
mayor linealidad.
Cabe recordar que debemos utilizar siempre que podamos el flujo de caja libre a la hora de analizar un proyecto de inversión. El flujo de caja me permitirá conocer con precisión el retorno de la inversión ya que es la magnitud que da un correcto timing del proyecto. Este último ejemplo permite ver cómo el EBITDA puede coincidir con el flujo de caja de la Compañía. Pero también nos sirve para ver que no siempre tiene por qué coincidir. Además, hemos supuesto que todas las operaciones se realizaban al contado, cosa que no suele ocurrir en la vida real. Por lo tanto ¿es el EBITDA un flujo de caja? La respuesta es que no. Sin embargo es la magnitud económica que más se le asemeja. De hecho podemos referirnos al EBITDA como Cash Flow Económico. Es por ello que se suele utilizar, pues presenta una aproximación “rápida” a la generación de flujos de caja de la compañía/proyecto.
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