La energía es un elemento base del crecimiento económico y del bienestar general de la población. Es por este motivo considerado un elemento estratégico para los países, por lo que existe un gran interés en garantizar el acceso a la misma, de forma barata y segura.
Europa se caracteriza por la carencia de materias primas o fuentes de energía primaria suficientes para satisfacer sus necesidades energéticas, lo que implica su obtención a partir de terceros países. Esta carencia se mide mediante la dependencia energética, que determina el porcentaje de energía primaria que se debe importar para satisfacer la demanda de energía interna, considerándose energía primaria toda fuente de energía disponible en la naturaleza antes de ser convertida o transformada.
Figura.- Intensidad energética de los países de la UE-28 en el año 2014 en kg de petróleo equivalente por cada 1.000 euros de PIB (barras-escala izquierda) y la reducción de intensidad energética llevada a cabo en cada país en el periodo 2003-2014 (triángulos-escala derecha). datos EUROSTAT.
La gráfica anterior muestra como Dinamarca es el país más eficiente energéticamente hablando, ya que es la que utiliza menos energía por unidad de PIB; y la menos eficiente Bulgaria, que utiliza 6,5 veces más energía que Dinamarca para generar el mismo PIB. En cualquier caso es de destacar que todos los países, en el periodo de tiempo considerado en la gráfica, han experimentado reducciones de la intensidad energética, en algunos casos importantes, como en Lituania, Eslovaquia y Rumania, rondando el 40-50%.
Lógicamente, la reducción de la intensidad energética debería contribuir a la reducción del consumo de energía y en paralelo también a la reducción de la dependencia energética, salvo que el consumo de energía final se reduzca menos de lo que se reduce la producción de energía primaria.
Como ya comentamos al inicio del capítulo, en el año 2014, la dependencia energética del área euro ha llegado al 60,3% pero con una tendencia descendente, mientras que en el caso de la UE-28, se situó en el 53,4%, pero con distinta evolución, con una tendencia creciente hasta el año 2008, estabilizándose posteriormente.
El grado de dependencia energética también presenta su importancia económica, reflejándose en el saldo comercial, ya que es de destacar que las importaciones de materias primas energéticas de todo tipo suponen 1.000 millones de euros diarios y más del 20% del total de importaciones de la UE , afectando al PIB, ya que el saldo comercial es uno de los componentes del PIB, de tal forma que cuanto mayor sea el valor de las importaciones, menor será el PIB.
Cuando se analiza la evolución del grado de dependencia de la UE de los combustibles fósiles a lo largo del tiempo, petróleo, carbón y gas natural, se observa un incremento en todos los casos . Destacando el caso del petróleo, en que la dependencia ha llegado en el año 2013 al 88,4%, mientras que el gas natural permanecía en el 65,3% y los combustibles sólidos, esencialmente carbón, en el 44,2% (figura siguiente), mientras que la dependencia de combustible nuclear era del 40%. Cuando analizamos la dependencia energética por países, se puede observar como todos los países pertenecientes a la UE dependen del exterior energéticamente (gráfica siguiente). Aunque el grado de dependencia varía considerablemente de unos a otros, oscilando entre el 97,7% de Malta y el 8,9% de Estonia.
Figura .- Dependencia energética de los países de la UE-28 en el año 2014. datos de EUROSTAT.
Este grado de dependencia implica que satisfacer la totalidad de las necesidades energéticas de la UE supone importar energía por la diferencia entre el consumo y la producción de energía final doméstica. Constituyendo un problema el hecho de que la producción de energía primaria en la UE viene presentando una tendencia descendente desde hace más de una década.
Esta reducción ha sido consecuencia de una menor producción de combustibles fósiles y energía nuclear, destacando el petróleo, cuya producción se redujo un 54% y el gas natural, un 42,5%. Mientras que el reverso de la situación lo han experimentado las energías renovables, que han sufrido un crecimiento del 88,4% en el mismo periodo, llegando a constituir el 24,4% de la energía primaria producida por la UE en el año 2013 y el 25,3%en el 2015.
La reducción de la producción de energía primaria ha contribuido a incrementar la dependencia energética exterior del área euro hasta el año de la crisis económica, la Gran Recesión del año 2008, en que el grado de dependencia energética se situó en el 64,5%, para posteriormente reducirse ligeramente hasta el 60,3% en 2014, como se puede apreciar, considerablemente mayor que la de la UE-28, que fue ese año del 53,4%.
El hecho a destacar es que la dependencia energética, como ya hemos comentado anteriormente, implica la necesidad de importar la energía primaria necesaria para satisfacer el consumo a partir de terceros países. Constituyendo este hecho una amenaza debido al carácter estratégico de la energía y su utilización como arma de tipo geopolítico, como ha sido evidente en las confrontaciones entre la UE y Rusia que tuvieron como epicentro Ucrania.
Representando por tanto especial relevancia la concentración de importaciones de energíaprimaria de Rusia, ya que este país ha sido el principal proveedor de la UE en el año 2013, siendo el mayor proveedor de carbón, petróleo y gas natural, importando desde esta el 29.6% del petróleo consumido, el 25,47% del gas natural y el 12,72% los combustibles sólidos (carbón).
LA SEGURIDAD ENERGÉTICA EN LA UNIÓN EUROPEA
Desde el punto de vista económico y de la UE, el abastecimiento de energía supone un problema estratégico, ya que compromete la competitividad y el crecimiento económico sostenible.
La energía es esencial debido a su implicación en los procesos productivos y el transporte, afectando a la competitividad, y en función de esta, al crecimiento económico y a la sostenibilidad de este. Esto es consecuencia de que la energía es un coste empresarial, cuya importancia a nivel de país depende de la configuración de la estructura económica de cada uno de ellos.
Por tanto, si los costes suben en mayor medida que en otros países, los productos se vuelven menos competitivos, traduciéndose en menor actividad económica, ya sea a través de deslocalización empresarial; o mediante quiebras o ajustes de producción, que incrementan la tasa de paro y/o reducen salarios reduciendo el poder adquisitivo y por tanto la calidad de vida.
Al mismo tiempo, esta situación se traduce en menores ingresos públicos y mayor volumen de gasto social al entrar en funcionamiento los estabilizadores automáticos de protección a los trabajadores que se quedan sin empleo. Lo que contribuye a desequilibrar los presupuestos públicos, en la mayoría de los casos incrementando los volúmenes de deuda, lo que contribuye a elevar la prima de riesgo del país e incrementar los gastos financieros de la deuda, que repercuten negativamente de forma cíclica sobre los presupuestos públicos y la acumulación de deuda.
Esta situación puede hacer necesario realizar ajustes de política económica y fiscal que reduzcan el estado de bienestar, entendiendo por este el mantenimiento de la calidad en la educación, sanidad y pensiones dignas.
Por lo tanto, es importante reconocer que el crecimiento económico y el mantenimiento de la calidad de vida depende, al menos parcialmente, de la seguridad energética, es decir, de la capacidad de seguridad de suministro a un coste asequible.
Se trata por tanto de planificar e implementar una estrategia que reduzca los riesgos de inseguridad energética. En este sentido, entre los factores desestabilizadores en la UE se encuentran:
-Riesgo de mercado: Las fluctuaciones de los precios del petróleo y otras materias primas energéticas, tanto de su precio como de la evolución de los tipos de cambio.
-Riesgo de suministro: Interrupciones en el suministro de energía a partir de países externos a la UE. Es decir, riesgo geopolítico, tanto interno (guerras civiles) como externo (guerras o conflictos de tensión política).
-Insuficientes y/o ineficientes interconexiones entre las redes de los distintos países que evitan que exista en realidad un mercado único de la energía.
-Falta de competencia: Dificultades en el acceso a los mercados de gas y electricidad por distintos suministradores, lo que reduce la competencia y afecta a los precios.
Por tanto, a la UE le queda un importante trabajo por desarrollar y debemos ser conscientes de las dificultades a las que nos enfrentamos en el ámbito energético. Siendo una alternativa profundizar en el incremento de la eficiencia energética y en el desarrollo de las energías renovables, y con ello en la electrificación de la economía, aunque ello implicará importantes inversiones y dificultades, que llevará tiempo vencer, pero permitirá evitar la dependencia de terceros países y mejorar el PIB, lo que esperemos se traduzca en una mejor calidad de vida de los ciudadanos.