Mi hijo bajó a casa con prisas y se puso a buscar lo de la pesca. Por primera vez se íba con sus amigos en Semana Santa. Al no encontrarlo, bajó a la lonja y subió con varias bolsas. Tras seleccionar lo que se llevaría a Villaviciosa (Asturias) guardó el resto en una pequeña mochila color verde pesca que dejó en la balda de abajo de una estantería, actualmente mesa auxiliar, y en la que años atrás había habitado una colección de libros que compré en mi juventud, y que más adelante regalé a Mikel cuando me separé. Olvidadas ya las vacaciones, me encontraba un día leyendo en el sofá cuando al ir a levantarme se me cayó el bolígrafo a suelo. Me agaché a recogerlo, y al ver allí la mochila se me encendió una bombilla en la cabeza al tiempo que una intensa sensación de alivio me recorrió de arriba abajo: ¡ era la puta mochila que Mikel había dejado delante del router la que me estaba jodiendo la conexión a internet desde entonces !
Transcurridos no más de diez minutos desde que el Bambi griego convocara por sorpresa su genial referéndum, Pablito Krugman distribuía a través de los sospechosos habituales la encíclica que al respecto acababa de escribir: "Grecia debe votar no." Al día siguiente era su compañero de pupitre Stigliz, el que en un artículo delirante mantenía la misma opinión; si bien en este caso, y como queriendo distanciarse en lo formal del espantoso, histórico y global ridículo en el que había vuelto a caer su amiguito de vuelo, se adornó al concluir con un "Es difícil aconsejar a los griegos qué votar. ... Yo sé lo que yo votaría." Y solo un día después, en los comentarios a un artículo de Daniel Lacalle, otra persona que al igual había leído la trilogía utilizaba ya con desparpajo y soltura ese argumento de autoridad que se ha convertido en algo tan nuestro como la tortilla de patata: "...y si tres Premios Nobel lo dicen, por algo será." Como pueden ver, el hombre se había venido arriba y no solo ya había utilizado aquel de autoridad al cuarto de hora de leerlo sino que lo había combinado él solito con el de cantidad. Despertado mi interés por el desconocimiento del tercero en cuestión -- y una vez pude recuperarme de la imagen de la Pantoja pronunciando esas mismas palabras en ese mismo tono mientras con firmeza domina el abanico, contonea orgullosa su tronco y termina abrochando la faena con un "quietoparao-airoso-aquí-contra mi-barbilla", no puede menos que proponerle a mi interlocutor que si me facilitaba el nombre del tercer Nobel le dedicaba un artículo con el título "Krugman, Stigliz y ........ se quedan solos." Y aquí me tienen, haciendo honor al significado que para un vasco tiene la palabra dada.
Lo que quería expresar, que me lío, es que así como la pequeña mochila color verde pesca de mi hijo colocada delante del router llevaba tiempo interfiriendo mi conexión a internet, incluso hasta hacerla desaparecer por momentos, así mismo estas batallitas de iluminati con Premio Nobel que la naturaleza trilera de los sospechosos habituales les incita a colocar delante del router un día sí y otro también, interfieren de manera no sé si consciente, pero sí constante, en la posibilidad de que cualquier ciudadano español de buena fe pueda algún día siquiera llegar a plantearse que quizá eso de gastarnos por costumbre lo que no tenemos, y aún mucho más, no sea del todo una buena idea.
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