Japón: el amanecer constante II

23 de diciembre, 2013 0
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Esta burbuja se formó por dos motivos esencialmente: la desregulación bancaria y la política monetaria llevada a cabo. Los bancos hasta los años ochenta estaban muy regulados por el ejecutivo. El error fue que en esta década se liberalizó el sistema financiero drásticamente, con lo que la competencia exterior avasalló el mercado. Así mismo, las empresas vieron la posibilidad de diversificar sus fuentes de financiación a través de los mercados financieros, separándose de la dependencia bancaria que tenían hasta entonces. Los bancos perdieron multitud de clientes lo que hizo que invirtieran o concediesen préstamos a pequeñas y medianas empresas que tenían inversiones inmobiliarias. A finales de los ochenta el riesgo bancario por estas riesgosas inversiones en ladrillo era descomunal, su exposición era amplísima (imaginamos que encontrarán similitudes con la situación actual en España). Y de hecho, cuando la burbuja estalló, muchos de los préstamos concedidos revertieron en impagados. Por otra banda, la política monetaria expansiva que siguió el BOJ después de los Acuerdos del Plaza que habían apreciado al yen con respecto al dólar, fueron la bajada de los tipos oficiales y aumento de la oferta monetaria, ya que estaban experimentando una inflación casi nula (0,46% en 1987). Como ven hay similitudes con la actual situación en Europa y de ahí que Aspain 11 en el pasado hablara desde 2010 de la japonetización de la economía española.

Los buenos resultados empresariales empujaron las bolsas al alza y la acumulación de ganancias se reinvirtió en muchas ocasiones en operaciones principalmente inmobiliarias (sólo hay que mirar el gráfico del IBEX 35 en la época alcista para seguir encontrando similitudes). Pero cuando los precios comenzaron a crecer, el BOJ decidió aumentar el tipo al que el banco central prestaba a los bancos de un 2,5% en 1988 a un 6% en 1990. Esto acompañado de la caída de los precios del suelo de 1991 ocasionó la explosión de la burbuja inmobiliaria. Los préstamos que habían concedido los bancos empezaron a revertir en morosos y el valor del activo ya no cubría el riesgo del préstamo concedido. Así, la economía japonesa entró en una dura recesión (otra similitud encontrada con la actual situación). Esta fue de gran calado debido a malos condicionantes estructurales como la existencia de menores niveles de inversión en equipo, empleo y la apreciación del yen que lastraba las exportaciones y aumentaba los costes laborales.   

Desde que estalló la burbuja hasta la actual crisis financiera se han producido tres períodos de crisis y sus consiguientes recuperaciones en los años intermedios, considerándose este periodo la década perdida:

1)   De 1991 a 1994

2)   Mediados de 1997 a finales de 1998

3)   2001

La primera de las crisis como hemos dicho, se produjo por el estallido de la burbuja al incrementarse los tipos de interés y por la fuerte pérdida de valor de los activos inmobiliarios. La segunda de ellas tuvo su origen en la subida del impuesto general sobre el consumo del 3% al 5%, lo que lastró la demanda de manera importante. Además entre 1997 y 1998 la crisis financiera se agudizó desembocando en una crisis crediticia que afectó a la economía real. La tercera crisis se produjo en 2001 por pertenecer a una economía global, la economía japonesa se vio afectada por la crisis de las telecomunicaciones. Como podemos ver, las crisis han ido disminuyendo su duración, aunque no por ello en intensidad y calado (ver gráfica crecimiento del PIB). Durante las fases de crecimiento, los principales motores han sido la inversión privada, tanto en bienes de equipo como en vivienda y las exportaciones; mientras que el consumo privado, se ha mantenido en niveles muy bajos quizás por el nivel de desempleo registrado y el envejecimiento de la población japonesa (hoy en día el porcentaje de la población mayor 60 años o más es superior al 30%). Otra similitud con la población española.

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Antes de la crisis financiera internacional, durante los seis años siguientes del 2002 a 2007, Japón experimentó un proceso de recuperación, el más largo que ha tenido desde la Segunda Guerra Mundial, aunque no ha sido lo suficientemente fuerte debido a que estaba lastrado por la inestabilidad macro en un entorno deflacionista. Esta época de recuperación se ha visto apoyada principalmente por las exportaciones y la demanda interna. Las autoridades monetarias japonesas ya habían mantenido tipos en el 0% con pequeñas subidas poco significativas por la inflación registrada en 2006 y 2007 que venía impulsada por la subida del precio del petróleo y otras materias primas. Por tanto, en ese momento no se tomaron decisiones tan drásticas para que Japón saliese de la espiral deflacionista.

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