Esta burbuja se formó por dos motivos esencialmente: la desregulación bancaria y la política monetaria llevada a cabo. Los
bancos hasta los años ochenta estaban muy regulados por el ejecutivo. El error
fue que en esta década se liberalizó el sistema financiero drásticamente, con
lo que la competencia exterior avasalló el mercado. Así mismo, las empresas
vieron la posibilidad de diversificar sus fuentes de financiación a través de
los mercados financieros, separándose de la dependencia bancaria que tenían
hasta entonces. Los bancos perdieron multitud de clientes lo que hizo que
invirtieran o concediesen préstamos a pequeñas y medianas empresas que tenían
inversiones inmobiliarias. A finales de los ochenta el riesgo bancario por
estas riesgosas inversiones en ladrillo era descomunal, su exposición era
amplísima (imaginamos que encontrarán similitudes con la situación actual en
España). Y de hecho, cuando la burbuja estalló, muchos de los préstamos
concedidos revertieron en impagados. Por otra banda, la política monetaria
expansiva que siguió el BOJ después de los Acuerdos del Plaza que habían
apreciado al yen con respecto al dólar, fueron la bajada de los tipos oficiales
y aumento de la oferta monetaria, ya que estaban experimentando una inflación
casi nula (0,46% en 1987). Como ven hay similitudes con la actual situación en
Europa y de ahí que Aspain 11 en el pasado hablara desde 2010 de la
japonetización de la economía española.
Los buenos resultados empresariales
empujaron las bolsas al alza y la acumulación de ganancias se reinvirtió en
muchas ocasiones en operaciones principalmente inmobiliarias (sólo hay que
mirar el gráfico del IBEX 35 en la época alcista para seguir encontrando
similitudes). Pero cuando los precios comenzaron a crecer, el BOJ decidió
aumentar el tipo al que el banco central prestaba a los bancos de un 2,5% en
1988 a un 6% en 1990. Esto acompañado de la caída de los precios del suelo de 1991 ocasionó la explosión de la burbuja
inmobiliaria. Los préstamos que habían concedido los bancos empezaron a
revertir en morosos y el valor del activo ya no cubría el riesgo del préstamo
concedido. Así, la economía japonesa entró en una dura recesión (otra similitud encontrada con la actual situación). Esta
fue de gran calado debido a malos condicionantes estructurales como la
existencia de menores niveles de inversión en equipo, empleo y la apreciación
del yen que lastraba las exportaciones y aumentaba los costes laborales.
Desde que estalló la burbuja hasta la
actual crisis financiera se han producido tres períodos de crisis y sus
consiguientes recuperaciones en los años intermedios, considerándose este
periodo la década perdida:
1)
De
1991 a 1994
2)
Mediados
de 1997 a finales de 1998
3)
2001
La primera de las crisis como hemos dicho, se produjo por el estallido
de la burbuja al incrementarse los tipos de interés y por la fuerte pérdida de
valor de los activos inmobiliarios. La segunda de ellas tuvo su origen en la
subida del impuesto general sobre el consumo del 3% al 5%, lo que lastró la
demanda de manera importante. Además entre 1997 y 1998 la crisis financiera se
agudizó desembocando en una crisis crediticia que afectó a la economía real. La
tercera crisis se produjo en 2001 por pertenecer a una economía global, la
economía japonesa se vio afectada por la crisis de las telecomunicaciones. Como
podemos ver, las crisis han ido disminuyendo su duración, aunque no por ello en
intensidad y calado (ver gráfica crecimiento del PIB). Durante las fases de
crecimiento, los principales motores han sido la inversión privada, tanto en
bienes de equipo como en vivienda y las exportaciones; mientras que el consumo
privado, se ha mantenido en niveles muy bajos quizás por el nivel de desempleo
registrado y el envejecimiento de la población japonesa (hoy en día el
porcentaje de la población mayor 60 años o más es superior al 30%). Otra
similitud con la población española.Antes de la crisis financiera
internacional, durante los seis años siguientes del 2002 a 2007, Japón experimentó un proceso de recuperación, el más largo que ha tenido desde la
Segunda Guerra Mundial, aunque no ha sido lo suficientemente fuerte debido a
que estaba lastrado por la inestabilidad macro en un entorno deflacionista.
Esta época de recuperación se ha visto apoyada principalmente por las
exportaciones y la demanda interna. Las autoridades monetarias japonesas ya
habían mantenido tipos en el 0% con pequeñas subidas poco significativas por la
inflación registrada en 2006 y 2007 que venía impulsada por la subida del
precio del petróleo y otras materias primas. Por tanto, en ese momento no se
tomaron decisiones tan drásticas para que Japón saliese de la espiral
deflacionista.