¿Qué valores sacarán provecho de los avances en la vacuna del coronavirus?, ¿cuáles del Pacto Verde Europeo?, ¿qué acciones repuntarán tras la elección de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos? Muchos analistas que seguimos en Fisher Investments España reflexionan sobre estos y otros temas similares en los últimos meses. Con todo, invertir en empresas o sectores concretos basándose en información divulgada profusamente o en creencias populares es un planteamiento, a nuestro juicio, erróneo.
Al analizar la prensa económica, nos hemos dado cuenta de que se especula casi a diario con los principales eventos y sus posibles repercusiones en determinados sectores y empresas. Por ejemplo, sobre cómo afectarán las políticas monetarias a las diferentes categorías de la renta variable. Cuando el Banco Central Europeo amplió su programa de compra de activos en 600.000 millones de euros el verano pasado, en plena recesión, muchos afirmaron que las bolsas europeas subirían como consecuencia. Igual de atrevidas han sido las predicciones sobre el efecto del Brexit en las cotizaciones. En nuestra revisión regular de las publicaciones financieras nos hemos tropezado a menudo con expertos que, ante la salida del Reino Unido de la Unión Europea, atisbaban un aumento del riesgo regulatorio y las barreras comerciales que perjudicaría a bancos, fabricantes de automóviles, farmacéuticas y alguna compañía más. A la vez, muchos sostenían que a las grandes multinacionales con importantes ingresos en el extranjero les iría mejor en un escenario de depreciación de la libra esterlina a causa del Brexit.
Para Fisher Investments España, los eventos que copan los titulares influyen en los parqués en distinto grado, pero en todo caso mucho antes de lo que suelen creer los inversores. Defendemos la eficiencia de los mercados, es decir, que estos incorporan toda la información difundida públicamente al precio de las acciones casi de inmediato, sobre todo actualmente, cuando internet y los ordenadores ofrecen un acceso instantáneo y universal a la información. Cualquier acontecimiento con una influencia potencial en el mercado, desde datos económicos hasta una novedad política o legislativa, pasando por las iniciativas de los bancos centrales o los informes de beneficios empresariales, se refleja rápidamente en el precio de las acciones.
Aparte de a la información, los mercados también dan cabida a debates, opiniones, interpretaciones y perspectivas que acaban modelando las expectativas. Ser consciente de esto es esencial porque los mercados se orientan hacia el futuro poniendo precio a las previsiones. Nuestras investigaciones revelan que las bolsas normalmente son más sensibles a los factores económicos y políticos que afectarán a los resultados empresariales en los próximos 3 a 30 meses. Dado que los pronósticos sobre los eventos de sobra conocidos forman parte de los datos que los mercados digieren al minuto, lo más probable es que se haya descontado el grueso de las hipótesis mucho antes de que cristalicen. Pensamos que las oscilaciones de los mercados responden a la diferencia entre la realidad y las expectativas ya descontadas en las cotizaciones.
Por más que los medios advirtieran sobre el declive de los mercados británicos si el referéndum del 23 de junio de 2016 daba paso al Brexit, sus acciones avanzaron durante todo el año siguiente. Tres meses después de la votación ya habían subido un 10,1%. Seis meses después, un 13,4%, y un año después, un 21,6%. Unas rentabilidades que, si bien inferiores a las del mercado mundial, no dejan de ser sólidas comparadas con el oscuro panorama que se vaticinaba.
¿Por qué repuntó la renta variable británica en un entorno tan negativo, justo después de hacerse realidad lo que precisamente más preocupaba a los inversores? Para nosotros, en parte fue porque los mercados habían tenido tiempo de proyectar todos los posibles escenarios negativos que se avecinaban. La historia había comenzado a principios de 2013, cuando David Cameron prometió un referéndum sobre la salida de la UE si el Partido Conservador ganaba las siguientes elecciones generales. Los tories lograron la victoria en 2015 y en junio de ese año el nuevo primer ministro comunicaba sus planes a los líderes europeos. Entre ese momento y la celebración del plebiscito la renta variable británica perdió un 3,6%, frente al ascenso del 2,9% del mercado mundial; este sumó otro 4,6% en los dos días siguientes a la votación, al que correspondió el británico, presto a reflejar el mayor deterioro de las previsiones, con una depreciación del 5,6%. A partir de ahí, según entendemos los mercados, ninguna noticia negativa podía ser ya una sorpresa, conque su posible impacto quedaba mitigado.
Parecida evolución experimentó el establecimiento de aranceles entre Estados Unidos y China el 6 de julio de 2018. Pensando que solo era el primer paso de una guerra comercial a escala planetaria, muchos analistas alertaron sobre sus negativas consecuencias en la bolsa estadounidense. Sin embargo, ascendió un 4,6% en los siguientes tres meses, un dato superior al 2,2% del mercado internacional. Seis meses después caía un 7,9% por la corrección general de finales de 2018, pero aun así le fue mejor que al conjunto del mercado (-9,2%). Un año después de la entrada en vigor de los aranceles, la renta variable de EE.UU. (+9,8%) batía al promedio de los mercados (6,4%).
¿Por qué no se resintieron del golpe los títulos? En parte pensamos que fue porque el tema de las barreras comerciales se discutió por activa y por pasiva antes de su aplicación; de hecho, el entonces presidente Donald Trump había anunciado sus intenciones en la campaña electoral de 2016. Los mercados ya habían descontado buena parte del posible impacto de los aranceles mucho antes de que se aprobaran. Nos parece, asimismo, que dichas medidas adolecieron de la contundencia necesaria para generar un daño significativo, lo que desinfló las expectativas de una guerra comercial de largo alcance. Los mercados se hicieron eco de ello antes que muchos analistas, a consecuencia de lo cual las acciones subieron en pleno ambiente de pesimismo.
Como las bolsas se apresuran a asimilar las últimas noticias y, por lo general, se orientan hacia el futuro, Fisher Investments España recomienda mantener la prudencia a la hora de emprender cambios en las carteras de inversión basándose en la más rabiosa actualidad. Sirva como ejemplo 2020, a lo largo del cual se llegó a decir varias veces que en el auge de las bolsas se olvidaba el aumento de los contagios y el golpe que de ellos se derivaría. Lejos de ignorar estos peligros, somos de la opinión de que los mercados ya los habían ponderado, por lo que las cotizaciones se habían ajustado a ese supuesto antes de que se concretara porque, además, muchos expertos y autoridades sanitarias lo habían pronosticado incluso antes del fin de los primeros confinamientos. Por esperadas, cuando estas noticias se concretaron, carecían de la fuerza suficiente como para lastrar los resultados bursátiles.
Emprender cambios en sus inversiones a tenor de los últimos titulares es un riesgo porque estos ya se han reflejado en las cotizaciones, dado que los mercados descuentan las expectativas, no el pasado conocido. En su lugar, le será más útil pensar en cómo evolucionará la economía y los beneficios empresariales a entre 3 y 30 meses vista y cuál es el sentir medio de los inversores sobre ella.
Si bien los grandes sucesos acaparan los titulares, en Fisher Investments España dudamos que los inversores saquen provecho de la información que todos conocen y se ha debatido por doquier. Para superar las rentabilidades del mercado los inversores deberían vislumbrar algo que haya pasado desapercibido a la mayoría.