El londinense King’s College contrató un tesorero de excepción, cuando confió la gestión de sus finanzas a John Maynard Keynes, el año 1924. El nuevo gestor, confiado con sus conocimientos superiores en materia macroeconómica colocó todos los ahorros de la comunidad en un fondo llamado “the Chest”. Este aumentaría de precio a través de una estrategia de inversiones en activos globales. A partir de un concepto, un tema o una tendencia – como por ejemplo, estudiar los efectos de una guerra -, Keynes escogía los valores que como consecuencia podían ganar valor. El resultado de esta gestión no podía ser peor, en 1931 el fondo llegó a perder más de un 50% del total.
“Top-Down” es el sistema analítico que aplicó el economista de Bloomsbury para hundir las cifras del colegio. Este método de inversión tiene como primera parada el estudio del panorama económico internacional. El inversor analiza los conflictos mundiales, las variables afectadas y extrae unas conclusiones. Cuál es el país con más posibilidades de crecimiento, por ejemplo, o la industria que a la larga generará mayores rendimientos son los fenómenos que condicionan la selección de activos. La delimitación se hace poco a poco, de los países se pasa a analizar las industrias, luego las materias primas vinculadas, y también sus empresas. Finalmente, se eligen los activos financieros afectados por el conjunto de la “Big Picture”.
Esto lo sabe hacer Bridgewater Capital, la gestora de fondos de inversión fundada por el estadounidense Ray Dalio. Es una institución financiera que tiene sus propios documentos de investigación, el más famoso es el que relaciona el desarrollo de la economía con el trabajo que puede hacer una máquina mecánica. También se ha reconocido que es la institución con un banco de datos más extenso que el de la Reserva Federal de Estados Unidos. Sin embargo, no es la única en este sector. Hay otros especialistas que utilizan estrategias macroeconómicas como son George Soros, quien opera a través del fondo Quantum, o también Stanley Druckenmiller.
Para el inversor individual, aplicar el método “Top-Down” es un mal asunto. “Es difícil y arriesgado, existe la posibilidad de equivocarse en cada escalón”, escribe el fundador de Baupost Group, Seth Klarman, en el libro “Margin of Safety”. El analista debe trabajar con un universo de datos tan amplio que abarca el Producto Interior Bruto de los países, el precio de las monedas o los capitales en circulación entre naciones, además de la influencia entre los agentes económicos que intervienen en los mercados. “Sería de locos, al momento de hacer nuestras predicciones, conceder una gran importancia a los asuntos que son demasiado inciertos”, Terminó dictaminando Keynes en su obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”.
El sistema alternativo que sugieren para invertir, tanto el economista inglés como los profesionales como Klarman, es el “Bottom-Up”. El método deselección de acciones a partir del análisis del valor de las empresas. También conocido como “stock-picking”, es más fácil de implementar ya que sólo se deben estudiar las cualidades y defectos de los negocios por los que está apostando. En este escenario se puede detectar la relación riesgo-beneficio de la inversión y lo más importante de todo, calcular el margen de seguridad,el mecanismo de defensa por antonomasia del Value Investing.
El sistema de selección de acciones también es más flexible. En una empresa, podemos determinar cuando sus administrativos han cambiado la línea de producción o cuando las tesis que fundamentaban nuestra apuesta han sufrido un giro de 180 grados. No es lo mismo a nivel macroeconómico, es difícil establecer relaciones y conclusiones entre diferentes actores de la escena internacional, y es más complicado llegar a establecer objetivos y hacer un seguimiento de todos los datos. Por eso es complicadísimo determinar si las condiciones de inversión inicial han desaparecido!
“A medida que pasa el tiempo, estoy más y más convencido de que el método correcto de inversión es destinar grandes sumas de dinero a empresas que uno es consciente de que sabe algo y en los gestores que confía a fondo”, comentó John M. Keynes en una ocasión. A partir del desastre de los años 30, el economista cambió su método y el diseño de la nueva cartera fue discrecional, mediante la compra de acciones industriales que conocía. El éxito de la nueva implementación se demuestra a través de las cifras: el año 1945 el fondo “the Chest” se había recuperado hasta registrar un aumento de un 480,3%, respecto su valor inicial.