Se me viene ahora a la cabeza una secuencia de la película "1984", sobre un obra de George Orwell -- el de "todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros" -- en la que, no recuerdo ahora las circunstancias, un hombre abría despacio la puerta de una habitación y vislumbraba al final de la misma, y sentada en un camastro, a una mujer hermosa llena de voluptuosidad. En ese momento, la cámara funde nuestros ojos con los de él, y, mientras se le escucha en off relatando en pasado su propia historia, nos va acercando pausadamente a la fémina. Ella, como si de la figura de un cuadro se tratara, espera en su lugar, mientras nosotros nos acompasamos al ritmo de adjetivos que reclama la intimidad cuando se verbaliza. Sus facciones, su color, su gesto, van tomando cuerpo progresivamente. Poco a poco la combinación de paso de tiempo con disminución de distancia hace que la realidad se abra ante nosotros. Vemos sus ojos, y su mirada nos habla, sus brazos desnudos nos transmiten, su escote abierto nos invita y su serena disponibilidad nos recibe. Sólo en ese momento nos damos cuenta de que todos esos encantos, esa dulzura, esa completa fuente de deseo, eran parte de ella desde muchos años antes de lo que parecía. Y asimilada al instante la nueva consciencia, a la que no opuso ninguna resistencia, el protagonista terminó dando rienda suelta a esta secuencia sobre la vulnerabilidad humana.
Todos tenemos los mismos sentidos. Pero es la elaboración de lo recibido a través de los mismos lo que nos hace únicos. Porque en la misma están presentes de manera inexorable no los datos, que se nos olvidan a menudo, sino la huella sentimental de todo lo vivido. Podemos decir que una experiencia es el resultado de la elaboración final que realizamos con un conjunto de datos, acciones y sensaciones hasta un momento determinado. El asunto es que el juego es de corrido, no para nunca, y en vez de "en" decimos "hasta un momento determinado" porque todo lo elaborado antes influye en la elaboración en curso. Y otro detalle que es fundamental: lo único que engancha es la huella sentimental. Pensarán Vds. que esto de la vida, y de la vida en los mercados es, entonces, muy sencillo. Pues puede que sí, pero falta un pequeño detalle. Y es que, una vez que por las particulares experiencias de cada uno, nos acostumbramos a un determinado sentimiento y a una determinada posición desde la que mirar al exterior, nuestro cerebro se engancha a ellos de la misma manera que el yonky a cualquier tipo de droga.
Tengo entendido que a las personas que sufren anorexia nerviosa, y en un intento destinado a que el paciente pueda llegar a descubrir o redescubrir otro universo fuera del que vive, les colocan delante de dos vallas paralelas separadas entre sí por metro y medio de distancia, y a continuación el terapeuta le pregunta si cree que podría pasar caminando entre ellas. Ante la respuesta negativa del paciente, le invitan a que mida su cadera entre sus manos y traslade estas con la medida al hueco entre las paralelas... Todo parece indicar que la vida de Zapatero no debió de ser fácil antes de encontrarse en la presidencia del gobierno de España. O eso o que un cambio de posición tan repentino como el sufrido tras aquel terrible atentado le causó un shock quién sabe si reparable. De momento, la aparición tres años después del síntoma de los brotes, aunque ahora sean de otro color, no parece augurar nada bueno. Máxime si tenemos en cuenta que, como nadie dice con tanto salero como mi amiga Marina, "lo importante es la genética". ¡ A ver si la hostia de Felipe González, Bambi y los suyos se la dan esta vez ellos solos !
Mis posiciones.
