Hace unas semanas contamos en Value School con la presencia de dos profesores de filosofía, Miguel Ángel Quintana Paz y Pedro Insua, que presentaron el libro “La mente de los justos: Por qué la política y la religión dividen a la gente sensata” del psicólogo evolucionista Jonathan Haidt.
Filosofía, psicología... Un momento, ¿no estamos aquí para hablar de inversiones? En Value School creemos que un inversor completo debe conocer múltiples disciplinas, no solo economía o contabilidad. Restringir demasiado nuestras áreas de interés puede restringir también nuestra forma de pensar, impidiendo que “pensemos fuera de la caja”, un ingrediente esencial para invertir de forma activa con el fin de batir al mercado.
Asimismo, en un entorno político y geopolítico tan complejo como el actual, con el ascenso de populismos y una creciente polarización en las sociedades, además de tensiones comerciales entre países, creemos que es interesante ir a la raíz del asunto: ¿por qué no podemos llevarnos bien?
Seamos de unas ideas u otras, de un país o de otro, demasiadas veces tenemos la sensación de que nuestro "adversario", además de oponerse a nosotros, no entiende en absoluto nuestras posturas y ni siquiera lo intenta. Eso hace que las divisiones se estén consolidando, el debate público se convierta en un griterío y que en su mayoría los ciudadanos crean que sólo ellos están en lo cierto.
Recurriendo a las investigaciones más recientes en campos como la neurociencia, la genética, la psicología social o los procesos evolutivos, Jonathan Haidt explica en su libro por qué los ciudadanos de las sociedades modernas viven divididos por distintas visiones morales de la realidad que, en última instancia, se traducen en tribus políticas aparentemente insalvables.
De todas estas cuestiones se habló en la presentación del libro que tuvo lugar en nuestra sede de Value School, que ya puede verse en Youtube, a continuación:
Pero además tuvimos el placer de realizar una breve entrevista en exclusiva para inBestia con Miguel Ángel, que os dejamos a continuación:
P. ¿Cuáles son las principales lecciones que habéis extraído de "La mente de los justos" para entender la situación política y social de España... y trazar una perspectiva a futuro de la misma?
MA: Quizá la principal lección sea que las personas de ideas izquierdistas, aunque suelen tener una imagen de sí mismas como más morales que los que piensan de otro modo, en realidad solo piensan eso porque tienen dificultades (precisamente por ser de izquierdas) para captar que los demás tienen un pensamiento moral más rico, con más dimensiones y más atento a diversos matices. Esta enseñanza del libro es válida para cualquier lector de cualquier parte del mundo; pero en España se vuelve especialmente necesaria pues por motivos históricos (su derrota en la Guerra Civil, la posterior dictadura de alguien claramente no izquierdista como Francisco Franco, nuestra cultura católica pero ya secularizada en un mero mensaje pro-solidaridad…) la izquierda tiende a considerarse más que en otros países como moralmente superior.
P. ¿Existe en la sociedad un gran hartazgo hacia la política? Si es así, ¿por qué el debate no gira de manera significativa hacia reducir la influencia de la política en la sociedad?
MA: Porque estamos ante una pescadilla que se muerde la cola. Cada vez más aspectos de nuestra vida están controlados por el Estado: cada vez hay más leyes, más regulaciones, incluso en ámbitos en los que jamás lo habríamos imaginado hace tan solo 5 o 10 años. Eso hace que la política sea cada vez más importante para nosotros, pues de ella dependen esas leyes que regularán nuestra vida. Pero, a su vez, como ese control nos resulta agobiante, cada vez sentimos más ese hartazgo del que habla la pregunta. Ahora bien, no podemos desentendernos de la política, pues esta es insaciable e incluso pretende controlarnos y agobiarnos aún más de lo que ya lo hace. Por tanto, si nos preocupamos mucho por la política, entonces esta nos cansará; pero, si renunciamos a preocuparnos por ella, la política penetrará en nuestras vidas sin ningún freno que la contenga… y también nos cansará. La única salida de este callejón es un cambio radical de mentalidad (que probablemente llegará cuando ese cansancio sea ya insoportable, al menos en las personas que amen más lo libre).
P. Existen algunas ideas acerca de la política sobre las que queríamos conocer tu opinión. Por ejemplo, esa afirmación que se escucha con cierta frecuencia de que la calidad de los políticos y gobernantes de hoy es históricamente muy baja ("ya no hay políticos como los de antes"). ¿Es cierta o sufre del sesgo de 'cualquier tiempo pasado fue mejor'?
MA: Aparte de ese probable sesgo, sufre otro: el de olvidar que los políticos no son extraterrestres. Nuestros políticos son como son porque la gente vota a esos y no a otros (otros más cultos, otros más mesurados, otros más “hombres de Estado”, o lo que se quiera entender por “políticos mejores”). Y la gente vota a estos políticos de hoy en día porque son los que le dan a la gente lo que la gente pide: emotividad, mensajes rápidos y facilones, combatividad con el adversario. Naturalmente, siempre se les ha pedido este tipo de cosas; si creemos que hoy los políticos poseen en mayor medida justo estas características (no muy positivas) y menos las que antes he señalado como positivas, será simplemente porque ahora les pedimos las primeras (y olvidamos las segundas) más que nunca. Ley de oferta y demanda, en suma.
P. En este sentido, existe el debate acerca de la relación ciudadanía-política y los canales de causalidad en ella. A veces parece que desde la ciudadanía se responsabiliza a los políticos de todos los problemas (corrupción, falta de acuerdos en grandes temas, etc.), como si, en línea a lo que aludes, éstos surgieran de la nada y los ciudadanos no tuvieran ninguna responsabilidad. ¿Culpamos los ciudadanos a los políticos para evadirnos de nuestras propias responsabilidades (chivo expiatorio), o son realmente los políticos el problema?
MA: Como demostró en su día René Girard, el chivo expiatorio cumple una función importantísima en todas las sociedades: ayuda a sanar las heridas, proporciona un sentimiento de unidad renovado. Ahora bien, eso lo hace con un coste terrible: el de la mentira. Los chivos expiatorios no son culpables de aquello que se les acusa; solo son útiles. Frente a la mentira y la traslación de responsabilidad que significa el chivo expiatorio, solo cabe un camino: un amor inmenso por la verdad y una exigencia constante de auténticas responsabilidades, así como (añadiría Girard) la capacidad de sanar después las heridas que estas provoquen sin recurrir a una víctima propiciatoria. Por consiguiente, creo que tanto atribuir a nuestros políticos (así, en conjunto) como a los ciudadanos (de nuevo, tomados de forma global) la raíz de los problemas resulta una estrategia, en el fondo, falaz (aunque resulte fácil y rápida). Habrá que ver en cada asunto si los culpables son políticos o ciudadanos, pero sobre todo qué políticos y qué ciudadanos. Por desgracia los medios de comunicación, que tienen ahí un papel crucial, se han contagiado a menudo del emotivismo que citábamos antes y prefieren culpar a grupos enteros (“los políticos de tal partido”, “los jueces”, “los ricos”) o a conceptos abstractos (“el machismo”, “la violencia”, “la avaricia”) en vez de analizar meticulosamente quién es responsable de qué.
P. Otra de las ideas que queríamos plantear es la situación de "political gridlock" (bloqueo político) en la que podemos encontrarnos muchos países europeos, donde los gobiernos dependen de frágiles coaliciones con partidos de intereses contrapuestos, frente a los gobiernos de amplia mayoría como los que vimos en décadas pasadas en España. Para algunos analistas de inversiones, este entorno incluso puede ser favorable al impedir que se aprueben nuevas normas que generen incertidumbre y empeoren las cosas (¡una visión nada positiva de la política!). ¿Cuál es tu opinión acerca de los efectos de este tipo de escenario?
MA: En conexión con lo que decíamos dos preguntas atrás, en efecto, este es uno de los pocos consuelos que nos queda, una de las escasas barreras que nos salvan: los Gobiernos frágiles, aunque ocasionen que los medios de comunicación estén todo el día dándonos la matraca con sus amoríos y desamores, al menos tienen el aspecto positivo de que les cuesta sacar adelante más y más leyes, con lo que de momento se ha contenido un tanto la inflación legal que padecemos. Se trata de un panorama que los italianos llevan viviendo casi desde la Segunda Guerra Mundial: una enorme cacofonía política, una constante avalancha de titulares con los grandes giros que presuntamente da la política… pero, al final, una sociedad que ha aprendido a hacer su vida al margen de la política, gracias a que esta se halla demasiado enredada consigo misma como para someterla a su arbitrio. Creo que en España caminamos rápidamente hacia ese modelo italiano; del cual no son todo desventajas (al fin y al cabo, a pesar de él, o gracias a él, el país transalpino se colocó en el G-7).