En el Confidencial de hoy, viene un artículo que explica que Felipe González y José María Aznar van a dar una conferencia mano a mano sobre innovación tecnológica. Loados sean lo dioses porque parece que ahora se llevan bien estos dos ex presidentes, quizás los mejores de nuestra democracia descarriada.
Pero me temo que andan algo descarriados en su concepto de innovación, pues según el artículo ambos se han empollado manuales de tecnología e inventos científicos, no de innovación. La innovación es otra cosa.
Como cuenta Edmund Phelps, premio Nobel de Economía, en su magnífico libro “Una prosperidad inaudita” (que tenemos la suerte de estar traducido al español), innovación no es la invención científica, sino la aplicación de nuevas ideas de cómo, con qué, qué nuevos productos, dónde y cuándo producirlos. La innovación es la aplicación de esas nuevas ideas al proceso productivo, y así se generó la Revolución Industrial que alcanzó su máximo esplendor hacia 1820. Edmund pone ejemplos de lo iletrados que eran los que descubrieron nuevos y más productivos sistemas de producción para llegar a nuevos productos inexistentes hasta entonces.
El problema de entrada contra el que choca esta tesis es que casi ninguno de aquellos inventores (ni siquiera los de las invenciones más destacadas) era un científico formado como tal, ni tampoco alguien que hubiera completado estudios muy avanzados. Watt fue la excepción que confirma la norma. Arkwright era un fabricante de pelucas metido a industrial, pero no un científico ni un ingeniero. Hargreaves, un tejedor de Lancashire, era de origen humilde: demasiado humilde para todo un inventor de la máquina hiladora mecánica. El gran Stephenson era poco menos que analfabeto. Paul Johnson ha señalado al respecto que la inmensa mayoría de los inventores nacieron pobres y pudieron permitirse muy pocos estudios. Pero les bastó con ser creativos y listos:
(Paul Johnson) La Revolución Industrial, que inició su desarrollo en la década de 1780, cuando Stephenson era un niño, nos ha sido presentada muchas veces como una época terrorífica para los trabajadores. Lo cierto es que fue un inigualable momento histórico de incomparables oportunidades para hombres que no tenían dinero, pero que, dotados de cerebros e imaginaciones potentes, descollaron con asombrosa rapidez.
Esta caracterización de los inventores más señalados de aquel periodo es también aplicable sin duda a quienes inventaron la infinidad de avances en métodos diversos que, por ser mucho más reducidos, pasaron más inadvertidos. Así que, si los historiadores que apuntan a las invenciones famosas creían que sus inventores eran albercas repletas de nuevos conocimientos científicos con los que regar el fértil terreno de las economías del siglo XIX, estaban muy equivocados. Además, este cientificismo no explica por qué la explosión de las invenciones dio comienzo a principios del siglo XIX y no antes ni después, ni por qué ocurrió en unas naciones de renta elevada y no en otras. Habrá quienes piensen que aquellos talentosos inventores, aun sin tener formación previa, sumaban conocimientos al acervo científico cuando su método de ensayo y error daba como resultado un invento. Pero, en realidad, aquellos inventores eran tan creadores de conocimiento científico como los camareros que inventan nuevas bebidas puedan ser creadores de conocimiento químico: unos y otros carecían de los estudios formativos para tal creación. Solo puede considerarse que se produce una verdadera adición al saber científico cuando unos teóricos versados en la materia logran entender por qué funciona un invento, sea este suyo o de otros...
Considerar las invenciones como el motor del conocimiento económico es engañoso porque da a entender que existen fuerzas exógenas que actúan sobre la economía. (En ese caso, hasta el más casual descubrimiento se produce y tiene una repercusión únicamente porque el descubridor se encontraba en el lugar y el momento adecuados.) Pero los inventos que se hicieron famosos por las grandes innovaciones a las que dieron origen.
Phelps describe así como funciona la innovación, que no es lo mismo que invención científica:
• la concepción de nuevos productos o métodos;
• la preparación de propuestas para desarrollar algunos de ellos;
• la selección de algunas propuestas de desarrollo para su financiación;
• el desarrollo de los productos o métodos seleccionados;
• la comercialización de los nuevos productos o métodos;
• la evaluación y la posible prueba de los mismos por parte de los usuarios finales;
• la adopción significativa de algunos de esos nuevos productos y métodos;
• la revisión de los nuevos productos tras su prueba o su adopción iniciales.
Todo un proceso que cuanto más se difunde, más hace progresar el bienestar.
Por lo tanto, me temo que tenemos ideas equivocadas sobre la innovación, en España particularmente. No se trata de aumentar conocimientos, sino de aplicar ideas nuevas y fructíferas en todo el proceso productivo.
Con esto nos hacemos una idea de que es en los países en que más Libertad había donde más dieron sus frutos la innovación. De paso, comprendemos el daño que hizo a España, y sigue haciendo, su concepto de las cosas, su escala de valores, que dio impulso a instituciones tan populares como siniestras como la Inquisición, una cuchilla gigante y capadora que funcionaba por una simple denuncia de un vecino envidioso.
Y también entendemos el error que consiste en creer que, como éstos avances caen del cielo como un rayo benefactor, es el sector público quien debe encargarse de él. Que es como lo entendemos hoy la mayoría, como acción del Estado benefactora, mientras que la empresa es denostada como capitalista opresora.
No es difícil ver que hay países - España entre ellos -los que más retrasados quedaron frente a los que trajeron la Revolución Industrial, cuyos valores culturales no eran los más propicios a la innovación, tal como la hemos definido aquí. Su ambiente cultural, religioso y político estaban muy alejados de dar cobijo a una escala de valores como los de Gran Bretaña, Holanda, Alemania y Francia, los primeros en subirse al tren de la Revolución Industrial. No sólo estos países europeos que se quedarían atrasados establecían barreras de entrada comerciales, sino y sobre todo barreras a la corriente libre de las ideas más fecundas. España, por ejemplo, tenía todavía en funcionamiento la Inquisición hasta 1833, además de fronteras interiores que ponían barreras artificiales al comercio. Interior y a la libertad de viajar. Además, las comunicaciones eran inseguras y penosas.
España, como siempre he sospechado, no es un campo de cultivo adecuado a la innovación - aunque hay empresas heroicas que lo consiguen. Pero el cortocircuito de los mercados frena la extensión de esta innovación al resto de la economía, cortocircuito que muchas veces proviene de leyes estúpidas que están para proteger monopolios artificialmente.
Un monopolio protegido por el Poder es un enquistamiento, que no necesita innovar para obtener ganancias extras. Un monopolio “natural” es aquel que ha obtenido sobre los competidores una innovación que le permite mantener los precios más bajos que los que podría pedir por la demanda, pero así logra mantener a raya a sus adversarios, hasta que éstos consiguen una innovación mejor y entran en el mercado.
El innovador que aplicaba bien sus ideas se beneficiaba de una ventaja comparativa frente a potenciales competidores, lo que le garantizaba unas ganancias extras hasta que aquellos le imitaban la fórmula o aplicaban una más beneficiosa. Esa ventaja le permitía crecer y apoderarse de las economías de escala, lo que le reducía los costes medios.
Y así de dinámica es la Economía desde que empezó la Revolución Industria: aprovechamiento de una idea nueva, financiación, producción y comercialización, lo que aumentaba el nivel de producción general (PIB) y el número de productos. Ese proceso continúo de ampliación y profundización del mercado iba seguido del de los proveedores, los que por su parte no perdían ocasión de participar en el proceso innovador.
Nos suelen hablar de la Economía como del estudio del equilibrio, pero El Progreso no es una cuestión de equilibrio. De hecho, la economía está en constante desequilibrio, de los que algunos son ciertamente peligrosos, como los excesos financieros, pero la aparición de productos nuevos y la extinción de los que han dejado de tener demanda del mercado es un proceso natural que no debe encontrarse con obstáculos exógenos.
Muy buen comentario.
Un par de citas que suelo usar:
Schumpeter: ‘‘el inventor produce ideas, el empresario las lleva a la práctica… una idea o principio científico no es, por sí mismo, de ninguna importancia práctica a nivel económico”
Citando a Jean-Baptiste Say, sin el empresario “el conocimiento científico posiblemente habría permanecido oculto en la memoria de una o dos personas, o en las páginas de la literatura”
Citas desde luego inspiradoras...
La innovación va más ligado al diseño que los inventos,
Gracias al diseño comemos con cucharas,de sentarnos en un tarugo a sentarnos en una obra de arte...de dormir en el suelo a camas cada vez más cómodas...
El diseño es lo que nos alegra la vida,jajajs
El coche fue viable porque diseñaron carreteras
Jajajs
Oops, censura en pleno XXI. parece que se impone la basura de lo políticamente correcto pues que no se vuelva contra vosotros algún día. No me veréis más por aquí.
En respuesta a fran valderrama
Preferimos mantener debates con argumentos a discusiones infantiles que no llevan a ningún lado más que a generar problemas. Por eso decidí borrar estos comentarios. No será que no te había advertido antes.
Muy acertada la distinción entre innovación e invención tecnológica; y oportuna. Lo mismo que airear el libro de Phelps; recomendable lectura para este agosto en ciernes.
Las intervenciones de González y Aznar,... demasiado manidas para merecer una reflexión. No así este artículo.
Saludos,
Antiguamente no había máquinas ni tiendas solo había ingenio , hoy hay tiendas y máquinas ya no es necesario el ingenio del antiguo testamento, jajaja
Ahora es cosa de tecnología avanzada y eso no está al alcance del ingenio ,
La era de los inventos ya pasó ahora es otra cosa... pero otra cosa es llegar a final de mes... Todavía no se ha inventado ni siquiera trabajando,la inmensa mayoría de los trabajadores no llegan...por eso existe Podemos ..jajaja
También decir que gracias al ingenio de las marujas españolas los españoles somos gente bien peinados y aseados a final de mes... Gracias al ingenio de las marujas,España está donde está a pesar del lastre del caballero español...jajaja