El inicio del nuevo curso supone
un momento perfecto para reflexionar sobre el estado de la economía e intentar
dilucidar (aunque sea ciertamente muy poco científico) que podemos esperar los
próximos meses. La gran cuestión es intentar saber dónde estamos. En este
primer artículo en esta tribuna voy a mencionar únicamente los grandes bloques
a tener en cuenta a la hora de hacer un análisis de coyuntura y resumir de
forma muy breve los principales datos que configuran el cuadro macroeconómico
de la economía española. En sucesivos artículos espero tratar in extenso las
cuestiones principales.
Con respecto al crecimiento del
PIB, el Banco de España espera una contracción de la economía española del 1,8
por cien en tasa interanual para 2013. La demanda externa ha tenido una
recuperación vigorosa pero la caída del consumo doméstico (un 4,2% con respecto
al mismo periodo del año anterior) aún arrastra el crecimiento del PIB a tasas
negativas. El dato global aún es negativo. Sin embargo, en el análisis del
bisturí podemos encontrar algunos síntomas positivos en un paciente que entro
en la “UCI económica” a principios de 2008.
En primer lugar está la
recuperación exponencial de las exportaciones netas, el componente más dinámico
del PIB, y que se está configurando como el principal elemento de nuestra
recuperación. La mejora de las exportaciones responde una mejora relativa de la
competitividad de nuestra economía con respecto al resto de países de la zona
Euro. En suma, desde 2008 España ha recuperado los 19 puntos porcentuales de
competitividad (medida en costes laborales unitarios) que perdió durante el
período de borrachera crediticia entre 1999 y el estallido de la crisis en
2008. Nuestras exportaciones han crecido más del doble, en términos relativos,
que las de Francia e Italia para el mismo periodo. Así también hemos corregido
la brecha en nuestra balanza comercial cuyos últimos datos también son
positivos: 229 mil millones en exportaciones –subida considerable desde
principios de 2010–, contra 249 mil millones en importaciones cuyo desarrollo
se ha ido moderando también desde principios de 2010.
A parte del gran bloque de las
exportaciones, síntoma claro de que hemos recuperado competitividad a nivel
global, existen otros indicadores menores (o avanzados como dicen los
economistas) que parecen señalar que la economía española podría estar entrando
en una “zona de inflexión”, más que punto de inflexión, en feliz expresión de
Juan María Nin, VP de La Caixa. Por ejemplo: la producción industrial que desde 2010 ha
mantenido tasas de crecimiento positivas. Lo mismo con respecto a las
inversiones en bienes de equipo, consumo de electricidad, venta de vehículos
industriales, o el consumo de cemento o gasoil. Todos estos indicadores han
invertido su tendencia negativa durante el primer semestre del año e invitan a
un optimismo moderado.
Con respecto al indicador que más
preocupa de nuestra economía –y seguramente también el menos creíble–, la tasa
de paro, las cifras no son tan positivas. La tasa de paro se sitúa en un 26,2%
lo que significa 1,2 puntos porcentuales más que en el 2T2012. Mal y
ciertamente resulta difícil ver cómo ser reabsorberá el importante ajuste vía
empleo que ha sufrido nuestra economía en los últimos 4 años. Los datos
muestran como hemorragia está controlada. Otra cosa es ver cómo hacemos una
transfusión de sangre al paciente en condiciones.
La nueva regulación laboral, que
entro en vigor en 2012, ha provocado un aumento de la contratación parcial lo
que en conjunto se ha traducido en una reducción muy importante de los costes
laborales unitarios que en términos reales han bajado un 7% desde 2009. Es
previsible que esta caída continúe en el próximo ejercicio lo que debería de
facilitar la reabsorción de parte de estos trabajadores por parte de la
economía productiva.
En cualquier caso, aun cuando
remonte la economía y esto se traduzca en mayores niveles de empleo
(principalmente gracias a las reformas, aunque inconclusas y poco ambiciosas en
mi opinión), la creación de empleo en la economía no crecerá al mismo tampoco
es razonable esperar que los niveles de paro bajen a niveles pre-crisis si no
se dan otras circunstancias igualmente importantes a la reforma laboral. El
paro irá disminuyendo a medida de que muchos agoten sus prestaciones a las que
tienen derecho, mientras que culturalmente muchos tendrán que dar el salto
cualitativo que supone dejar de buscar un empleo para empezar a ver como yo
genero mi propia oportunidad lo que implica un cambio de paradigma y cultural siempre
difíciles y lentos. Por ello son tan importantes las reformas (que tienen también
que reformular el papel de sindicatos y patronales) y todas ellas, en cualquier
caso, tienen que ir encaminadas a facilitar un entorno propicio para la
actividad empresarial y económica.
Por último, está el análisis
financiero de las cuentas públicas: el gran dolor de cabeza de España durante
los últimos años que hace que hayamos aprendido al dedillo que es la prima de
riesgo, en que consiste una zona monetaria óptima, y quién manda en la Unión
Europea. En suma, nuestra deuda externa se ha estabilizado entorno al 160% del
PIB. La escalada hasta estos niveles se dio entre 2002-2010, coincidiendo con
la burbuja inmobiliaria, y se explica por el aumento descontrolado de nuestro
déficit por cuenta corriente. La mejora en el superávit comercial, que
mencionaba hace unos epígrafes, ha tenido ha tenido mucho que ver esta
estabilización.
Cabe esperar que el gabinete –corrijo
Merkel–, siga apostando por un régimen de austeridad visto que cuando se
aprieta al deudor este acaba cumpliendo. Unos hemos cumplido más que otros,
pero ahora no es motivo de entrar en discusiones sobre quién mato a quién que
poco importa cuando todos están en el cementerio. En cualquier caso, el
diferencial de deuda entre Alemania, representante de la “Europa de alta
productividad”, y España, uno de los principales exponentes de la “Europa de
baja productividad”, sigue anclado en los 3 puntos porcentuales de media y
convergiendo. Con la reforma bancaria encauzada, enseguida que los nubarrones
se despejen el diferencial debería de corregirse algo más y, en cualquier caso,
estabilizarse.
Con todo lo anterior vemos que la
situación de la economía española sigue siendo crítico, frágil, aunque mejora y
en conjunto, presenta razones para un optimismo moderado. Rescato de nuevo el diagnóstico de Nin: estamos en una “zona”, que no punto, de inflexión y
para que este consolide aún necesitamos ahondar en las reformas y bajar la
presión fiscal al trabajo y al ahorro. Para ello necesitamos ingentes dosis de
liderazgo, determinación y acierto político. Aquí es donde entra el otro gran
talón de Aquiles para la recuperación económica que es la grave crisis de
credibilidad y confianza que atraviese la política española que peor esta
cuando más se la necesita.
En conclusión, y para que estos “brotes
verdes” consoliden, el gran objetivo es dotar al país de una visión, es decir,
de un proyecto en el largo plazo que resulte creíble y transmita ilusión y
confianza a los diferentes agentes económicos. Esta visión no puede ser otra
que trabajar para impulsar las reformas necesarias para establecer un marco
institucional y regulatorio que facilite lo máximo posible la actividad
económica y empresarial, premie el talento, la innovación, el ahorro y el
trabajo para que en el siglo XXI, el siglo del paradigma de la economía del
conocimiento del que tan solo hemos dado los primeros pasos, cada uno de
nosotros pueda ofrecer en el mercado aquello que sabe hacer mejor, aquello en
lo que es más competitivo.
El recetario para conseguir este objetivo tan global y
rimbombante ya está inventado y es mi objetivo repasarlo desde esta tribuna. De
entre las muchas reformas necesarias, destacan entre las principales: reforma
del sistema fiscal para incentivar el trabajo y el ahorro y bajada generalizad
de la presión fiscal, reducción del peso del sector público para reducir las
cargas sobre la economía productiva, menos burocracia y trabas administrativas
para facilitar el emprendimiento, una justicia rápida y eficaz con menos y
mejores leyes, y una mayor seguridad jurídica para empresas y particulares.