(Me gustó mucho el reciente artículo de Eva Prats “De mayor quiero ser…”. Así que me he decido (Eva, con tu permiso) a contribuir con mi granito de arena adicional)
Seguro que recuerda, estimado lector, cómo en su casa siempre se ha alabado el ahorro. Nuestros padres nos contaban la fábula de “La cigarra y la hormiga” para darnos ejemplo de virtud, trabajo y ahorro para el futuro. Y antes que ellos, nuestros abuelos siempre decían que “El que ahorra siempre tiene”.
Pero parece que eso es ahora sabiduría pasada de moda. Hoy lo que todos nos dicen es que hay reactivar el consumo.
¿Qué ha ocurrido para que algo tan obvio cómo lo que relataba Esopo en su fábula sea tan puesto en duda hoy en día? Resulta ciertamente sorprendente como lo más obvio para el sentido común puede ser envuelto en capas y capas de tecnicismos y razonamientos complejos que nos hagan dudar.
El elogio del consumismo en detrimento del ahorro no es más que una versión de la parábola de El Cristal Roto de Bastiat. D. Maleconomista Bienintencionado (siempre con buena intención pero juicio erróneo) convencía en aquel breve relato a Juan Pérez de que la rotura del cristal de su panadería por unos gamberros era en realidad beneficioso para la economía. Perplejo y confuso se quedó Juan Pérez ante tamaña (y falsa) afirmación…
D. Maleconomista Bienintencionado elogia el consumo como motor de la economía. De manera muy resumida : 1) Las empresas producen artículos. 2) Los artículos tienen que ser consumidos para que haya que hacer más artículos que deban ser consumidos. Y así ad infinitum. Cuanto más se consuma, más artículos habrá que producir, más empresas habrá que los produzcan, y habrá más empleo. Fácil ¿no?
¿Qué falla en el razonamiento? ¿Hemos estado equivocados todo este tiempo? ¿Debemos todos procurar gastar más, para contribuir todos a levantar la maltrecha economía? Al igual que Juan Pérez intuía que la idea de romper cristales para mejorar la economía no podía ser correcta, el elogio del consumismo es también un sofisma: no es más que un argumento aparente...pero falso. Veamos si soy yo capaz de convencerle con dos argumentos que espero no le parezcan sofismas.
1) Primer argumento : ahorre por su propio interés. Mejor dicho, por su propio interés compuesto (reinvertir los rendimientos que obtenga). Si es usted lector habitual de este fabuloso inBestia, encontrará interesantísimas recomendaciones de expertos traders. Si no quiere complicarse la vida, también encontrará recomendaciones de magníficos fondos de inversión en valor. Muchos de ellos están en doble dígito largo de rendimiento anual, pero déjeme ser modesto y usar como referencia un 10%. En 7 años, sin hacer nada y aunque el valor de su inversión no suba, habrá duplicado su inversión. Si invirtió 10.000 €, en 7 años tendrá 20.000€. ¿No me cree? Abra el excel y prepare este sencillo cálculo :
Inicio 10.000
Año 1 :11.000 (10% de rendimiento)
Año 2 : 12.100 (10% sobre 11.000, sin rescatar los intereses)
Año 3 : 13.310.
…
Año 7 : 19.487
No está mal…
De hecho, se llama la regla del 70. Es un mnemotécnico sencillo : divida 70 entre el rendimiento que espera obtener, y tendrá el número de años que tardará en doblar su dinero.
Pero, imagine ahora que añade 1.000 € anualmente (100€ de ahorro al mes, excepto en verano, al alcance de cualquier bolsillo).
En 7 años tendrá…. ¡Casi 30.000 € ahorrados! (Coja el excel otra vez y compruebe..)
Tome la decisión que mejor le parezca y deje que la magia del interés compuesto funcione. Si le queda alguna duda, le recomiendo leer este divertidísimo y original artículo reciente de Juan Sainz de los Terreros.
2)Segundo argumento : la economía crece gracias al ahorro, porque es el ahorro lo que se invierte. Mi primer argumento es real porque las empresas usan su ahorro (su ahorro de usted, quiero decir…) para invertir en proyectos que producen más que la rentabilidad que usted recibe a cambio. ¡Es mágico! ¡Se genera riqueza “de la nada”!
Y así una y otra vez. ¡El interés compuesto funciona para toda la economía!
Y es que siempre que se gasta más de lo necesario, es como romper un cristal. Un simple despilfarro. Si dedicamos nuestro dinero a trajes nuevos, vestidos nuevos, televisores nuevos, coches nuevos, … Y al poco de nuevo más trajes nuevos, más vestidos nuevos, más televisores nuevos, más coches nuevos… Los trajes, vestidos, televisores y coches desechados antes de tiempo son lo mismo que los cristales rotos de Bastiat. Si nos privamos de renovar tan a menudo nuestro vestuario, cambiamos menos de coche y aguantamos un poco el televisor, podemos invertir ese dinero. Se crearán empresas que de otro modo no habrían existido (los empleos destruidos por fabricar menos vestidos, coches, y televisores estarían dedicado a todo tipo de otras cosas). ¡Y además en unos años tendremos mucho más dinero de nuevo!
Saldo comparativo para toda la economía unos años después si extendiésemos el argumento a mucha gente:
-Consumo dilapidador: trajes nuevos, vestidos nuevos, televisores nuevos y coches nuevos. Nuevos, eso sí. Pero nada más.
-Consumo moderado y ahorro : trajes, vestidos, televisores, coches (no tan nuevos…) ¡y todo lo que quiera usted imaginar creado por nuevas empresas! Ordenadores. Casas. Comunicaciones. Autopistas. Hospitales. Medicinas. Aviones. Ah, y mucho más dinero aún disponible para ser reinvertido.
En resumen:
1)El ahorro funciona “al interés compuesto”. Un poco de menos consumo hoy…es muchísima más riqueza mañana. Para usted y para la economía en general.
2)Consumir de más y creer que eso genera riqueza significa que hay que volver a leer “El cristal roto” :-D