De mayor quiero ser...

Hoy quiero hablar de la "cultura del esfuerzo" y a riesgo de que me caigan "chuzos de punta" voy a describir varios personajes para ilustrar mi reflexión de hoy... Año 2003 de nuestra era:

Nuestro primer personaje se llama Ivan pero todos le conocen como "el rubio", no terminó sus estudios, es oficial de primera aunque no sabe ni encofrar un muro a una cara, tiene 22 años y cobra 16 euros la hora, netos, conduce un BMW M3 -spoilers, full equipe, equipo de música HiFi, llantas de aleación, etc.- fuma porros en horario de trabajo y su fin de semana empieza el viernes a las 6 de la tarde... hasta que el cuerpo aguante. Su padre, oficial de primera con oficio, lleva toda la vida trabajando en la obra, diligente padre de familia que: antes que fraile fue monaguillo, su madre ama de casa.

En una urbanización de las afueras de cualquier capital de provincia viven Oscar y Marta, Oscar es informático en una empresa de ingeniería, Marta funcionaria de nivel E, de 37 y 35 años respectivamente, un hijo de pocos meses, vendieron su piso en la capital para irse a la sierra, compraron también un apartamento en la playa y varias plazas de garaje como inversión, todo a crédito. Se acaban de meter en un piso sobre plano pagando 12.000 euros de señal para darle "el pase" antes de escriturar, sus padres, de él, tienen una farmacia y trabajan los dos en ella, a veces hasta más de 12 horas, tienen un piso en el que viven desde hace 40 años, pagado hace 25 y con los ahorros de su vida, hace 20 años, se compraron un chalet para ir los fines de semana, lo pagaron al contado.

Éste es el que más me gusta por lo racial, es el empresaurio cañí, con denominación de origen, algunos lo llaman "palillero", conduce un Cayenne, come en los mejores restaurantes de la capital en los que le llaman Don José, su señora le llama "Pepito", era electricista  sus amigos de la infancia le llaman "Pepe el chispa", ahora tiene una empresa de montajes eléctricos, una constructora y una promotora. Vive en chalet de 1.850 m2 de parcela y 400 construidos, apartamento en la playa, barco -se sacó la licencia de capitán sin ir siquiera al examen-, caza y come con Alcaldes, notarios, presidentes de grandes empresas y dicen que hasta conoce personalmente al Presidente de la Diputación de su pueblo... "Qué hay de lo mio" y "Vd. no sabe con quién está hablando". Sus hijos, tres, trabajan en las empresas familiares, todos estudiaron aunque sólo uno se licenció. Huelga decir que tiene suelo y promociones para aburrir, a crédito, a su nombre, de sus hijos y a nombre de las empresas.

Luego está Paquito, militaba en sus años mozos en las Juventudes de partido X, no ha pisado una empresa privada en su vida, de hecho, no se le conoce oficio fuera de las filas del partido, estudió derecho y fue escalando puestos en el partido, hoy es Concejal del Ayuntamiento de la capital, su señora está colocada en una empresa pública y su cuñado es dueño de la empresa que tiene el contrato de limpieza del Ayuntamiento, empresa en la que trabajan otros familiares y amigos. Sueña con un puesto de Consejero y una suculenta indemnización.

¿Qué tienen en común todos ellos?... Sus padres trabajaron, mucho, para darles una educación y todos ellos, de una manera u otra, han sucumbido a la cultura del "pelotazo". Lo peor de todo es que esa cultura se ha instalado en dos generaciones, generaciones que ya no creen que el trabajo dignifica, que la cultura y el esfuerzo son los únicos medios para prosperar, que no entienden que las cosas cuestan, que nuestros padres trabajaron, mucho, algunos no pudieron estudiar pero eran trabajadores y, con el tiempo, consiguieron lo que hoy tienen y muchos deben poco o nada, algunos incluso ahorraron.  Los casos de corrupción que vemos llevan el germen de esta cultura del dinero fácil y rápido y de la degeneración de la palabra "prosperar". 

Las niñas ya no quieren ser princesas... sueñan con ser Hanna Montana, participar en Gran Hermano, tronistas en MHYV, ellos no quieren ser bombero o policía...  sueñan con ser Concejales o Consejeros. 

Si crees que la excelencia es cara, espera a que te venga la factura de la mediocridad.