El auge de los ETFs (Exchanged Traded Funds o fondos cotizados) en los últimos años ha sido meteórico, aspecto que la mayoría de inversores ha podido constatar. Algunos de los posibles aspectos que justifican este gran aumento del número de ETFs cotizados son las bajas comisiones de los mismos (en relación con los fondos de inversión equivalentes), la posibilidad de operar con ellos como si fueran acciones o la liquidez que ofrecen. Este auge ha motivado, ni más ni menos, que el número de índices bursátiles a nivel mundial sea superior al de acciones (Ya hay más índices de acciones que acciones), algo que hasta la fecha no había ocurrido. Tal y como señala en dicho artículo Eric Balchunas, analista senior de ETFs para Bloomberg Intelligence, cada vez más inversores, tanto particulares como institucionales, están demandando la existencia de ETFs que repliquen diferentes índices bursátiles con el objetivo de establecer nuevas estrategias de inversión
Pero si hay una clase de ETFs cuyo crecimiento ha sido significativo en los últimos años, esta es la que se denomina ETFs “smart beta”. Pero, ¿que son exáctamente los ETFs “smart beta”?. No existe una definición general y sencilla para este tipo de productos, pero a grandes rasgos podríamos decir que son fondos cotizados que, de la misma manera que los ETFs clásicos, replican un índice. Pero tienen una peculiaridad interesante que les está haciendo ganar gran popularidad entre los inversores a nivel mundial. Así, en lugar de replicar un índice ponderado en función de la capitalización del mercado (lo que hace un ETF normal), utilizan otras variables, como puede ser la volatilidad, los dividendos u otros factores de riesgo, tales como empresas infravaloradas, sólidos balances empresariales, tamaño de las empresas, momentum, etc.
Tal y como indican desde BlackRock, una de las gestoras de mayor prestigio a nivel mundial, la utilización de este tipo de ETFs busca un triple objetivo: mejorar la rentabilidad, incrementar la diversificación así como disminuir el riesgo para los inversores. Es decir, se podría considerar que este tipo de productos son una mezcla entre gestión activa y gestión pasiva, ya que por un lado tratan de batir a un índice ponderado por capitalización, pero al mismo tiempo es gestión pasiva ya que su implementación es transparente y basada en unas normas prefijadas. De ahí, que como vamos a ver en los gráficos siguientes, el volumen de patrimonio invertido en los mismos se haya disparado de forma vertiginosa en los últimos años.
Aunque el despegue de los ETFs “smart beta” se inició muchos años atrás, no ha sido hasta el año 2011 cuando realmente se ha producido de forma significativa. Como se aprecia en el gráfico superior, a principios del año 2011 había 27 ETFs de este tipo con cerca de 250 millones de euros de patrimonio bajo gestión disponibles para los inversores en Europa. A finales de abril del presente año, la cifra se ha disparado hasta 260 ETFs que acumulan un patrimonio gestionado de alrededor 1,68 billones de euros.
En el gráfico inferior se puede observar el interés que ha despertado este producto entre los inversores. Como vemos, durante los años 2011 y 2012 los flujos de dinero que entraron fue reducido, y no ha sido hasta 2013 cuando realmente este número se ha empezado a incrementar, siendo el pasado año 2016 el que más flujo de dinero recibió.
Es cierto que hay un determinado número de ETFs “smart beta” que no han sido capaces de superar a los ETFs equivalentes (ponderados por capitalización), lo que podría retraer a los inversores a la hora de invertir en estos productos. En este sentido, la industria de los ETFs está desarrollando ETFs “smart beta” para superar las dificultades y problemas que pueden presentar los ETFs que cuenten con una sola estrategia. Por ello, están diseñando productos con estrategias multifactoriales destinados a aquellos inversores que no quieran hacer “market timing” ni decidir sobre su diversificación geográfica o sectorial.
La mayoría de los ETFs “smart beta” están orientados al segmento de la renta variable y hay muy pocos que inviertan en el mercado de renta fija. Aunque es más difícil encontrar “factores de inversión” (volatilidad, momentum, value, etc.) en la renta fija que en la renta variable, es muy probable que en los próximos años el número de estos se incremente y puedan proporcionar a los inversores nuevas oportunidades de inversión en el segmento de la renta fija.
La demanda de este tipo de ETFs, tanto por parte de los clientes institucionales como particulares, está aumentando por momentos y no parece que la tendencia vaya a detenerse en los próximos años. Aspectos tan importantes como el control de riesgos y los reducidos costes son dos de las características que hacen tan atractivos a estos ETFs, además de la liquidez que aportan al ser un producto cotizado en los mercados financieros. Con este tipo de ETFs se puede replicar de forma simple, sencilla y económica muchas de las estrategias que utilizan los hedge funds, y en momentos de alta volatilidad y caídas fuertes del mercado pueden aportar un plus adicional de “tranquilidad” en la cartera de los inversores.
Como vemos, los ETFs “smart beta” son un producto más que interesante para el inversor, por lo que no estaría de más empezar a tenerlos en cuenta a la hora de elaborar nuestra cartera de inversión.
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