La Economía ha tenido la pretensión de ser una ciencia rigurosa en el sentido popperiano. Mediante la deducción se formula una conjetura, y ésta es contrastada por la econometría (que no es más que estadística) aplicada sobre una población de datos. Si hay una coincidencia probabilística suficiente con la conjetura, se demuestra que ésta es plausible. En realidad, como dice,
Sander Greenland
Parece haber una aversión humana generalizada a la incertidumbre, y una forma de reducir los sentimientos de incertidumbre es invertir la fe en la deducción como una guía suficiente para la verdad. Desafortunadamente, tal fe es tan lógicamente injustificada como cualquier credo religioso, ya que una deducción produce certeza sobre el mundo real solo cuando sus suposiciones sobre el mundo real son ciertas. En economía, Desafortunadamente, la incertidumbre de los supuestos reduce el estado de las deducciones y los cálculos estadísticos a ejercicios de razonamiento hipotético: proporcionan los mejores escenarios de lo que podríamos inferir a partir de datos específicos (que se supone que solo tienen problemas específicos conocidos). Aún más lamentable, sin embargo, es que este ejercicio es engañoso en la medida en que ignora o tergiversa la información disponible y hace suposiciones ocultas que no están respaldadas por datos ...
La econometría ofrece dramáticos ejemplos de advertencia en los que el
modelado complejo ha fallado estrepitosamente en aplicaciones importantes ...
En otras palabras, nuestra ansiedad por reducir la ancha zona de incertidumbre que nos impone la economía nos inventamos (seudo)técnicas (seudo)científicas que, aparentemente, nos reduce ese ancho mar de incertidumbre. Pero la cantidad de supuestos que hemos introducido, sin mostrarlos, para reducir esas técnicas a dimensiones manejables, invalidan totalmente el resultado deseado. ¿Conoce alguien un empresario que tome sus decisiones por Econometría?
Lo mismo sucede con las técnicas aducidas por los bolsistas, que no son más que meros desiderata para convencer al neófito de que tal o cual técnica es efectiva y conllevará una ganancia, la cual no será más que el efecto de la mera fortuna, como lo sería una pérdida de igual dimensión. El futuro está lleno de trampantojos que intentamos reducir a dimensiones mensurables cuando no lo son. Lo mismo daría la intuición. Como la mayoría de los pececillos siguen la corriente, gracias a ello aumenta el volumen de posibles ganancias, lo que engrosa el resultado del que ha dado en el clavo por mera casualidad.
¿En qué consiste el éxito y la repetición incesante de los modelos matemáticos que tanto los países, como la UE, o cualquier agencia que de precie, Usan para fabricar sus previsiones? En la posibilidad de cambiarlos periódicamente, cuando han fallado, cambiando ad hoc tal o cual supuesto, de manera que se aproxime más a lo que se adivina y se aleje de los clamorosos fallos. No sirven para nada, pero los usuarios y los medios se han quedado con los resultados, que a la siguiente repetición del ejercicio ya no recuerdan; los cambian bovinamente por los nuevos. Y así sucesivamente en un ejercicio eterno del cuento “El rey está desnudo”. Llevamos décadas en ello.