Dicen los especialistas que las bases de la personalidad se fijan alrededor de los diez años de edad. No sería raro que así fuera, ya que en mi opinión el disco duro viene por defecto vacío de vivencias y comportamientos. Acumulados por tanto esos primeros diez años de experiencias, las habríamos pasado todas ellas un día por una turmix de doble salida y el resultado final del proceso sería la base de nuestra personalidad: o de los de la botella medio llena o de los de la botella medio vacía, punto. Como ven la hipótesis tiene pinta de verdad, pero cosa diferente es si esa es toda la verdad.
Decía George Soros en la entrevista que Hugo Ferrer nos acercó semanas atrás que él no era un inversor contrarian de nacimiento, sino que lo era solo como consecuencia de haber ido introduciendo en su batidora de elaboración combinaciones de frutas y verduras distintas a las utilizadas por lo que se conoce por "el consenso del mercado". Dicho de otra manera, que una vez que nace, se echa a andar y ve lo que hay, George Soros es capaz, sin pedir permiso a nadie, de eliminar ingredientes que utiliza todo el mundo, de dar a luz otros de creación propia y de ir probando a continuación por su cuenta y riesgo -- nunca mejor dicho -- los diferentes zumos que salen de la batidora.
No tengo claro si sería bueno que algo así pudiera conseguirse sin humildad, sin respeto, sin esfuerzo, sin perseverancia, sin confianza en uno mismo..., en definitiva, sin labrarse una personalidad. Pero me da a mí que no tiene pinta. Así que si quieren empezar por el principio y ya tienen más de diez años háganme caso y no lo duden, ¡no se me limiten, carajo!