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Bruselas se sigue debatiendo entre las políticas de austeridad presupuestaria y las políticas de crecimiento, con su lentitud habitual para la toma de decisiones. Las tesis alemanas parecen imponerse, aunque éstas no benefician especialmente a los países del Sur. |
Desde el FMI y otras instituciones se vienen recomendando en los últimos meses nuevas recetas para compatibilizar la consolidación fiscal con el crecimiento. Nadie da el primer paso, y en cierta medida en la Unión se debaten en el cómo.
A principios de enero de 2013, teníamos nuevas noticias sobre el Plan de Inversiones financiado desde el BEI (Banco Europeo de Inversiones) que ya anunciaron en junio de 2012. Para que esto fuese posible, el BEI tiene que aprobar aumentar su capital en 10.000 millones de euros, lo que le permitiría prestar hasta 60.000 millones de euros adicionales en los próximos tres años y así, poder financiar proyectos en toda la UE que aceleren su recuperación económica.
En junio de 2012, ya se habló de un Plan de 130.000 millones de euros para apoyar el crecimiento y que provendrían del Fondo de Estabilidad (FEEF) al que contribuyeron todos los países europeos (presupuesto 240.000 millones de euros)
Pues hasta ahora, nada. En Bruselas no se llega a ningún acuerdo.
Un nuevo planteamiento lanzado desde Bruselas, y capitaneado por las tesis alemanas, está en la línea de permitir que los países que se encuentran en mejor posición en sus finanzas públicas aumenten sus niveles de gasto en inversiones, y de esta manera relanzar su actividad y productividad a largo plazo.
Los países encargados de este relanzamiento europeo serían los que tienen un déficit previsto para 2013 inferior al 3% (según marca el acuerdo de estabilidad), como serían Alemania, Luxemburgo, Suecia, Finlandia, Estonia, Bulgaria y Malta. Estos países serían autorizados a desviarse temporalmente de los objetivos anuales de déficit “siempre que respeten el objetivo global a medio plazo”, puntualizó el comisario Olli Rehn. En la medida en la que otros países vayan alcanzando su consolidación fiscal podrían ser igualmente autorizados.
Aunque realmente, quien ayudaría a relanzar la actividad sería Alemania, ya que su PIB es de 2,5 billones de euros y el resto en su conjunto suman sólo suman 700.000 millones de euros. Y en parte, es lo que ya se le venía exigiendo a Alemania, el relanzamiento de su actividad, pero no seamos incrédulos, se acercan elecciones y Sra. Merkel quiere presentarse como salvadora del proyecto común.
Pero todo este planteamiento no deja de ser una falacia, porque aumentaría seguro el PIB de Alemania, atraería capitales del resto de países que no participan del relanzamiento y deprimiría aún más la economía de éstos (ver artículo de Xavier Sala-i-Martín)
El valor de las inversiones de estos 7 países en 2011 alcanzó los 64.063 millones de euros, representando el 2% del PIB de éstos, cuando la media de la EU-17 alcanzaba el 2,3%. La mejor estimación que podría expresar de autorización en este plan especial de inversión sería de +1%PIB, o sea de unos 32.500 millones de euros, con incidencia especial en Alemania.
Algunos de estos países ya hicieron su “reconversión del gasto público” hace años. Baste recordar lo ocurrido en Suecia a finales de los ‘90, y en la propia Alemania donde tomaron medidas impopulares, pero que son hoy las que están dotando de estabilidad a sus cuentas públicas. Dejamos la imagen de los Saldos Presupuestarios No Financieros de estos países para apreciar su senda de consolidación y que nos sirva de reflexión:
Los países de Europa del Sur, todos con programas de consolidación y con recomendaciones de cambios estructurales que nunca son acometidos en profundidad, puede que no lleguen a comprender este planteamiento de “ayuda”. La “ayuda” no es más que una autorización puntual a desviarse de sus objetivos de déficit y de aumentar su endeudamiento, si éste va destinado a inversión (especialmente a infraestructuras, aunque ésto no se dirimirá hasta la primavera de 2013). Digamos que no deja de ser algo parecido a lo ocurrido con España en 2012, que pese a tener un objetivo de déficit comprometido con Bruselas éste se verá alterado, al excluirse del cómputo de evaluación (que no del déficit) el programa de recapitalización bancaria.
Pero señores, seamos serios. A ningún país nadie le prohibe que aumente sus inversiones, si lo estiman conveniente, lo que se les indica es que éstas deben quedar enmarcadas dentro de los objetivos comprometidos de déficit presupuestario con sus socios europeos. Claro, algunos países tienen que decidir, seguir financiando aparatos de estado o administrativos innecesarios o destinar esos recursos a la inversión. Y qué queréis que piense un finlandés, un sueco, un noruego o un alemán que cuando acuden al médico tienen que pagar la consulta (una parte, digamos), mientras en España la Sanidad es casi gratis y ellos tienen que ayudar a financiarla, puesto que con los recursos que detrae nuestra Administración no es suficiente.
Así que las tesis del Ejecutivo Europeo parecen ir más en el sentido de que los países que ya están con problemas presupuestarios los sigan gestionando y avancen en la consolidación fiscal, antes de aumentar su gasto y provocar nuevas turbulencias en los mercados de Deuda. Pensad que los países beneficiados con esta medida, son los que no tienen problemas para financiarse en los mercados y que de media en 2011 tenían una Deuda PDE del 72,3% sobre PIB (UE-17 el 88%).
De las tres propuestas descritas, entendemos que la mejor sería la que propiciara una inyección directa de fondos europeos en los países del Sur, no más deuda, sino fondos provenientes de los presupuestos de la Unión. Y para ello, la Unión debería aumentar sus presupuestos anuales o bien redireccionar el gasto que viene destinando a otros menesteres (por ejemplo, disminuir con mayor fuerza los importes destinados a la PAC).
Con estas tres alternativas sobre la mesa, y teniendo como fecha de un posible acuerdo la primavera de 2013, España se encuentra sin poder de influencia, está fuera de todos los órganos de decisión relevante, incluso del MEDE. Así que o nuestra diplomacia une sus fuerzas con otros países como Italia y Francia, y llegan al acuerdo previo de potenciar ayudas directas desde el presupuesto de la Unión, o se verán desbordadas por las tesis alemanas de potenciar el relanzamiento de los países con “posibles”.
Francisco Fernández Reguero
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