A dos días del referéndum, el incendio del Brexit parece apagarse: las encuestas se han dado la vuelta desde el asesinato de la pobre Jo Cox. Las dos semanas anteriores, parecía que el ascenso en las encuestas del voto por la ruptura con la UE iba a ser ya inalcanzable, y los mercados no dejaron de mostrar su inquietud. A los mercados financieros no les gusta la incertidumbre; viven del riesgo que se puede encorsetar en una probabilidad, la cual a su vez se puede compensar con otro riesgo inverso en uno de los innumerables mercados derivados, en los que Londres es la primera plaza del mundo. Pero de repente, el Brexit se convirtió en un evento difícil de calibrar en términos de riesgo.
En buena parte la culpa fue de la ignominiosa campaña del miedo desatada por el gobierno de Cameron, flanqueado sin fisuras por el Banco de Inglaterra, y la salida del Canciller del Exchequer, Osborne, que amenazó ridículamente con presentar uno nuevo presupuesto de recortes drásticos y subidas de impuestos si salía el Sí. Muchos de sus propios parlamentarios le dijeron que no iban a votar tal cosa. El FMI y, por supuesto, las institucionales más europeas y de los principales países, incluido el gobierno de España, amenazaron con graves consecuencias económicas, calculadas con una inaudita precisión, en miles de millones de euros hasta la última unidad.
Toda esta panoplia de argumentos amenazantes tuvo un efecto boomerang, bien aprovechado por el bando contrario, que en poco tiempo ganó claras posiciones en las encuestas. El brutal asesinato de la parlamentaria Cox enderezó las cosas, aparte de que las casas de apuestas nunca dejaron de posicionarse en contra del Brexit.
En España nadie ha entendido nada del Brexit, tan embebidos estamos por la doxa europeista, tras la cual nadie se molesta en indagar los matices, si no es para condenar de raíz la "heterodoxia", seguramente debida a la excentricidad típicamente inglesa de querer salirse del "paraíso" europeo. Sin embargo hay amenazas por todas partes; por ejemplo en Austria, a la que nadie presta atención, pero donde está a punto de ser investido el candidato de extrema derecha Hofe (ver post siguiente). Pocos analistas españoles han penetrado en el fondo de la cuestión: hay que ir a los mejores columnistas británicos (Ambrose Evans-Prichard, Wolfgang Münchau, por el lado del Brexit; Martín Wolf, Jeremy Warner, por el lado opuesto), o incluso economistas de renombre d EEUU, como Paul Krugman. Supongo que también sería fácil encontrar en Francia buenos análisis y valoraciones sobre el Brexit.
Thanks to LK
El Brexit es un asunto complejo, y no sólo económico, aunque sus consecuencias lo sean. Para entenderlo, hay que enmarcarlo en el extendido malestar social y político surgido de la crisis y, sobre todo, de la post crisis, en la que Europa ha demostrado su fracaso en recuperar una mínima recuperación económica y moral. Europa no ha dado la respuesta correcta, y se ha enfangado en la postura de no enmendarla. El malestar creciente ha ido directamente contra las instituciones nacionales, sin que éstas puedan ser culpadas de la crisis y sus secuelas. El resultado ha sido una inestabilida politica creciente, y un sordo resquemor contra el tinglado de la UE, detrás del cual la gente adivina que se esconden intereses nacionales concretos. En realidad la crisis ha dejado una Europa dividida en dos: el Norte y el Sur, los acreedores, entre los que descolla Alemania, y los deudores, con Grecia a la cabeza, a la que siguen de cerca Italia, España, Portugal, Irlanda. ¿Hasta que punto la doxa oficial europea -del austerismo como fuente de virtud-, es la causa, o al revés, los desequilibrios son debidos al predominio de intereses espureos que fluyen de Alemania, no lo sabemos. Debemos evitar las teorías conspiratorias, y por eso es mejor atenerse a la teoría de Keynes: los políticos son esclavos de ideas periclitadas que tiempo atrás formuló un economista ya muerto. No hay maldad en los políticos, es una cuestión de torpe elección entre las teorías menos arriesgadas para su posición. Entre ellos se trasmiten con fricción esa torpeza, y la UE es una red de intereses creados por la que se difunden esas ideas pretéritas y que la crisis ha hecho caducar.
El Brexit es la manifestación de ese malestar profundo que recorre Europa, en versión británica, porque en cada país ha tomado la forma que corresponde a su cultura. En el Brexit, es el temor a que Europa controle cada vez más las decisiones democráticas del parlamento británico, lo cual tiene cierta lógica, viendo la creciente falta de democracia en las decisiones cumbres de Europa, en las que Gran Bretaña tiene cada vez menor cuota de decisión, aunque solo sea por la ampliación de la UE. Así lo expresa Ambrose Evans-Prichard, una de las voces más autorizadas en favor del Brexit. Naturalmente, esto no agota el debate, y así tenemos el análisis de Jeremy Warner en contra, basándose en las consecuencias a corto plazo y en que RU ha demostrado saber mantenerse influyente en la UE a la vez que ha mantenido su soberanía monetaria.
Para mí el mejor y más ponderado análisis es el de Paul Krugman, que pese a declararse en contra de Brexit, dice comprender las razones para rebelarse contra las disfunciones de la UE: precisamente merece la pena destacar de su argumentación:
More important, however, is the sad reality of the E.U. that Britain might leave.
The so-called European project began more than 60 years ago, and for many years it was a tremendous force for good. It didn’t only promote trade and help economic growth; it was also a bulwark of peace and democracy in a continent with a terrible history.
But today’s E.U. is the land of the euro, a major mistake compounded by Germany’s insistence on turning the crisis the single currency wrought into a morality play of sins (by other people, of course) that must be paid for with crippling budget cuts. Britain had the good sense to keep its pound, but it’s not insulated from other problems of European overreach, notably the establishment of free migration without a shared government.
You can argue that the problems caused by, say, Romanians using the National Health Service are exaggerated, and that the benefits of immigration greatly outweigh these costs. But that’s a hard argument to make to a public frustrated by cuts in public services — especially when the credibility of pro-E.U. experts is so low.
For that is the most frustrating thing about the E.U.: Nobody ever seems to acknowledge or learn from mistakes. If there’s any soul-searching in Brussels or Berlin about Europe’s terrible economic performance since 2008, it’s very hard to find. And I feel some sympathy with Britons who just don’t want to be tied to a system that offers so little accountability, even if leaving is economically costly.
The question, however, is whether a British vote to leave would make anything better. It could serve as a salutary shock that finally jolts European elites out of their complacency and leads to reform. But I fear that it would actually make things worse. The E.U.’s failures have produced a frightening rise in reactionary, racist nationalism — but Brexit would, all too probably, empower those forces even more, both in Britain and all across the Continent.
Obviously I could be wrong about these political consequences. But it’s also possible that my despair over European reform is exaggerated. And here’s the thing: As Oxford’s Simon Wren-Lewis points out, Britain will still have the option to leave the E.U. someday if it votes Remain now, but Leave will be effectively irreversible. You have to be really, really sure that Europe is unfixable to support Brexit.
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So I’d vote Remain. There would be no joy in that vote. But a choice must be made, and that’s where I’d come down.
Efectivamente, Europa fue un proyecto muy positivo, que luego fue desviado de su línea del sentido común y la prudencia hacia un rapto de los poderes de decisión nacionales a un magma burocrático disfuncional. Esa es la razón última del Brexit, y si el día 23 de junio felizmente gana el Remain, no habrá servido de nada si lo líderes europeos no toman nota de de la gran responsabilidad que cae sobre ellos y no enmiendan el camino hacia la pobreza y el malestar en los que estamos inmersos. Porque el Brexit es eso, un aviso tras el cual vendrán otros, e intentar sofocarlos con amenazas, pero sin soluciones viables, como se ha hecho con Grecia, retrasarán la caída, pero no la evitarán.
La historia, decía Marx, se manifiesta en tragedia y se repite en comedia. Esperemos que sea así, y que está repetición de la crisis de los años treinta, la Gran Depresión, que tantas remembranzas ofrece a lo que está pasando ahora, no acabe siendo una tragedia europea. Sería amargamente irónico que un proyecto nacido para eludir para siempre la belicosidad entre los paises europeos, fuera la causa de tensiones sociales incontenibles que diera origen a la dislocación política de entonces.
Esa fue el leit motiv constante de Keynes, desde que en 1919 escribió "Las consecuencias económicas de La Paz", donde advertía que la carga de las indemnizaciones sobrev Alemania iban a originar una sociedad rota y una profunda crisis en centro Europa que traería otra guerra. Para Keynes el papel de un gobierno es
Politics was, for Keynes, a branch of practical ethics: it was the science of how governments should behave. The purpose of government was not to bring about states of affairs ‘good intrinsically and in isolation’, but to facilitate the pursuit of such goods by members of the community. The presumption was that the more prosperous and contented a community is, and the fairer its social arrangements, the better will be the states of mind of the inhabitants. Politics should be so arranged as not to distract people unduly, and certainly not continuously, from the cultivation of good states of mind. (R. Skidelsky, "The return of de Master""
De lo que es obvio que la UE se aleja cada vez más.