Bitcoin, burbujas y especulación

6 de noviembre, 2020 0


Hoy reproduzco un artículo que escribí hace unos meses en el Instituto Juan de Mariana.  Es una reflexión sobre las burbujas y los especuladores en general aplicada a la volatilidad de Bitcoin. La volatilidad es al mismo tiempo una bendición y una maldición para Bitcoin.  Quisiera insistir en la idea de mi anterior artículo en que nadie debería invertir en Bitcoin sin antes haberla estudiado con detenimiento, su riesgo no está solo en su volatilidad, hay más riesgos que espero tener tiempo de enumerar y describir en una próxima publicación.  Sin más, a continuación os transcribo el artículo.

Una de las críticas más habituales hacia Bitcoin es que su precio fluctúa mucho y que está continuamente sometido a fuertes movimientos especulativos. Y es cierto. Los especuladores en Bitcoin y en cualquier otro activo tienen una malísima prensa pues su único objetivo es obtener un beneficio por el mero movimiento del precio, y popularmente se les asigna una actitud egoísta puesto que solo aportan valor para sí mismos a costa de que otras personas pierdan dinero o tengan que pagar precios más altos o ingresar precios más bajos por culpa del impacto que tiene su actividad en los precios. 

En el artículo de hoy quisiera romper una lanza en favor de los especuladores. No voy a pretender argumentar que las intenciones de los especuladores sean nobles, puesto que no cabe ninguna duda de que solo les interesa su propio beneficio. Pero la búsqueda de beneficio del especulador y el movimiento del precio es lo que se ve. Yo me voy a centrar en lo que no se ve.

Y lo que no se ve son las consecuencias de la existencia de los precios y de su movimiento ya que, por lo general, tendemos a infravalorar su utilidad o incluso los damos por sentado. Sin embargo, el ensayo de Leonard Read Yo, el lápiz, que Milton Friedman resumió magníficamente en este breve vídeo, nos explica de forma muy sencilla y amena la enorme importancia de los precios. Básicamente explica que los precios son la información necesaria para que miles de personas puedan cooperar entre sí de forma eficiente, voluntaria y pacífica. Además, como las preferencias de los consumidores, el entorno natural y la tecnología cambian continuamente, los precios deben adaptarse a esos cambios para poder coordinar de forma correcta a todas esas personas que cooperan entre sí, y los especuladores juegan un papel esencial en descubrir y anticiparse al precio óptimo al que esas personas decidirán finalmente cooperar. 

El especulador pone en juego parte de su patrimonio apostando por un movimiento al alza o a la baja del precio. Su interés económico está totalmente alineado con acertar en el desplazamiento del precio, pues si acierta tendrá una plusvalía y si se equivoca tendrá una minusvalía. En este punto, es habitual escuchar que los precios no se mueven de forma natural e inocente hacia ese punto óptimo, sino que muy a menudo son los especuladores quienes manipulan el precio a su antojo para asegurar su beneficio.  

En esto puede haber una parte de verdad en el sentido de que es muy probable que los especuladores lo intenten. El problema de este argumento es que da por hecho que todos los especuladores se ponen de acuerdo y que no existen otros especuladores que apuestan en sentido contrario. Es decir, el argumento implica que los especuladores son malvados con aquellos a quien pretenden desplumar y al mismo tiempo profundamente leales entre ellos y que no se traicionan. Este argumento es totalmente falaz por dos razones. Primero porque es imposible asegurar que no pueda aparecer un especulador de gran capacidad financiera que apueste en el sentido opuesto (especialmente en un mercado abierto y libre) y, segundo, porque cuando un especulador tiene que cerrar forzosamente una posición importante, provoca un movimiento en el precio que beneficia a los que tienen la posición contraria, por tanto el incentivo económico que tienen los especuladores a luchar entre sí y a descubrir las equivocaciones de los otros es elevadísimo. De hecho, la lucha y “traición” entre especuladores es la constante en el día a día de los mercados financieros. 

Y de todo aquello que no se ve, lo que menos se ve es la acción por omisión. Podemos aplicar esta idea al estudio de Griffin y Shams, donde se concluye que la subida de Bitcoin hasta 20.000 dólares a finales de 2017 se apoyó en una actividad manipulativa por parte de Bitfinex. Si diéramos por ciertas las conclusiones de este estudio y un precio de, por ejemplo, 11.000 dólares generado especulavitamente hubiera sido clara y disparatadamente alto, ¿por qué no hubo un aluvión de ventas por parte de otros especuladores apostando en contra ante semejante chollo? No lo hubo porque no estaba tan claro que aquello fuera tan disparatado y por tanto los precios no solo subieron por las supuestas maquinaciones de Bitfinex, sino también por la inacción de los potenciales vendedores, que consideraron muy arriesgado apostar en contra de la subida de Bitcoin.

La realidad es que la demanda futura de Bitcoin es extremadamente incierta, nadie tiene la más mínima certeza de cuál será su demanda y cuándo se producirá. Podría ser mínima limitándose a un uso residual o podría ser enorme superando a los mercados de metales preciosos o de determinados activos de deuda pública.  

Si a largo plazo su demanda llegara a ser enorme, será porque el mercado habría descubierto que realmente es una alternativa mejor que las actuales para desempeñar su función y todos nos beneficiaríamos de ello. Pero para que esa demanda se llegue a producir, Bitcoin necesita, en primer lugar, darse a conocer y, en segundo lugar, atraer inversión para desarrollar las herramientas necesarias para que pueda ser utilizado. ¿Quién habría prestado la más mínima atención a Bitcoin si nadie hubiera estado dispuesto a apostar ni un solo céntimo por él? Pues nadie más allá de unos pocos cypherpunks. No sabríamos ni que existe y este mismo texto jamás se habría escrito. Han sido los especuladores, especialmente los primeros, quienes jugándose su dinero han empujado el precio al alza y las espectaculares revalorizaciones han ido llamando la atención de los siguientes especuladores que en última instancia podrían llegar a atraer a inversores y usuarios finales, si es que Bitcoin es verdaderamente competitiva en las funciones que promete como medio de intercambio y depósito de valor.

La tan denostada volatilidad es el faro que guía hacia la utilidad. No podemos saber si algo es útil o no si desconocemos su existencia, y la volatilidad del precio junto con la posibilidad de obtener beneficios es el mejor marketing que existe para promocionar una industria. Las burbujas de los tulipanes, del ferrocarril o de internet son pruebas clarísimas de ello.  

En el caso particular de Bitcoin, no tiene ningún sentido afirmar que no será adoptada como medio de cambio o depósito de valor porque es demasiado volátil, cuando la poca o mucha adopción que tiene hoy ha sido precisamente gracias a su volatilidad.  Es totalmente al revés, la volatilidad es la que posibilita la adopción, y a su vez una mayor adopción hará que gradualmente disminuya la volatilidad. 

No creo que volvamos a tener un buen dinero hasta que se lo quitemos al Gobierno de las manos, es decir, no podemos quitárselo violentamente, todo lo que podemos hacer es introducirlo astutamente de tal forma que no lo puedan parar.
F.A. Hayek, 1984

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