El pasado viernes 6 de noviembre conocimos un nuevo fascículo de la irascible lucha de egos que mantienen desde hace tiempo, el Gobierno de España y la Comisión Europea. Conviene recordar que el 5 de octubre de este año, la Comisión por medio de Pierre Moscovici (comisario de Asuntos Económicos y Finanzas) emitió un informe en el que se arrojaban cifras que insinuaban el más que dudoso cumplimiento de déficit suscrito por España y la UE, en aras de la estabilidad presupuestaria. Estabilidad pues, impuesta a golpe legislativo por el Gobierno de Rajoy, tras destapar las cicateras cuentas de las cloacas socialistas allá por noviembre de 2011.
Tras el monumental mosqueo de Moncloa a raíz la declaraciones de Moscovici, parece que el comandante en jefe de la Comisión, Juncker, ha dado un toque de atención al francés por sus manifestaciones del mes pasado, que si bien en sentido técnico fueron impecables, pudieron tener un tratamiento distinto, pues tamaña importancia puede tener el fondo y a forma.
El miembro del ejecutivo comunitario tan sólo se limitó a esbozar lo que resuena para todos nosotros como un secreto a voces: que el Gobierno no cumplirá los objetivos de déficit fijados para este año y muy presumiblemente tampoco los del año que viene. Las cifras que aporta Rajoy, previa remisión de los técnicos del Ministerio de Hacienda y una vez conocidos los PGE de 2016 no se las cree ni Dios.
El compromiso de déficit público acordado por España y Bruselas al cierre de este 2015 era del 4.2% siendo en este momento del 4,7% y para el año que viene, del 2.8, situándose según las estimaciones de Eurostat, los técnicos europeos y el propio Moscovici en el 3,6. Lo dicho, pura filfa y fuegos de artificio preelectorales.
En otro orden de datos macro tenemos el empleo, el crecimiento y la deuda sobre PIB. Las cifras son aún más tétricas, a tenor de las previsiones de la Comisión y a pesar de que la creación de puestos de trabajo en nuestros país es un hecho constatable, no abandonaremos el “averno” del 20% del paro hasta 2017. Guarismos que tampoco deben sorprendernos demasiado si echamos la mirada atrás: España ha tenido históricamente un paro estructural escandaloso. Afectuoso agradecimiento a las disfuncionales e inoperantes legislaciones laborales que han mantenido TODOS los gobiernos de nuestro país y que condenan inexorablemente los ciudadanos a la indigencia. Asimismo, el establishment nacional se empeña en mantener los datos de crecimiento en el 3,3% del PIB, cuando la Comisión, en otro torpedo en la línea flotación española, mantiene que será del 3,1%. Y resulta que este es el “menos malo” de los registros.
A Rajoy y sus secuaces se les ha llenado la boca diciendo que somos la economía que más crece de toda la Unión. Falso, consultados datos oficiales de Eurostat y la Comisión (tomando como indicadores la tasa de desempleo, la inflación y el crecimiento anualizado del PIB) España crece en este momento al 2,8%. Nos superan Irlanda (3,6%), Malta (3,6%), Luxemburgo (3,4%), Polonia (3,3%) y Eslovaquia (3%). Así que déjate de cuentos de la lechera Mariano.
Por último, en lo referente a deuda pública, nos situamos en este instante en el 100% sobre el PIB, dictando los informe de Bruselas que seremos campeones históricos de nuestra serie el año que viene, con el 101,3% sobre PIB.
Alcanzo a comprender lo mal que han debido sentar las declaraciones de Moscovici en la curia estatal, me despido parafraseando a un compatriota precisamente del vilipendiado Moscovici, el escritor Denis Diderot:
“Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga”.