Todos esos libros de los grandes genios de la bolsa y la inversión son celestiales. Líneas, círculos, gráficos, velas. Esos son los que el trader más desea. ¡Qué mundo de beneficios y delicias, de poder, de honores, de omnipotencia, se prometen al abnegado lector!
Ángel bueno: “Oh, trader, deja esos malditos libros a un lado, no los mires, que no tienten tu alma, que no atraigan la ira divina sobre tu cabeza.”
Ángel maligno: “Sigue adelante, trader, en ese arte famoso dentro del cual todos los tesoros están contenidos; sé sobre la tierra como Jehová es en el cielo.”[1]
Digamos que admiro y respeto a personajes como W. Buffett y muchos otros. Pero, ni puedo ni “debo” ser como ellos.No puedo porque mis circunstancias, y mi punto de partida son distintos. No debo, porque mis intereses y objetivos también son distintos.
Muchas de las “biblias” de la inversión que todos devoramos con avidez en alguna ocasión son libros escritos en otra época. He podido leer como algunos autores recuerdan con nostalgia como elaboraban sus propias gráficas en papel milimetrado, y cuanto aprendieron de ello. No lo dudo. Cuando yo era muy joven, aprendí a escribir con tinta, plumilla y palillero, pero, esto lo estoy escribiendo con medios muy distintos. Los clásicos del pasado se refieren a las posibilidades del pasado y a las economías y circunstancias del pasado.
Solo hay una cosa que no ha cambiado, las pasiones humanas. La codicia, la impaciencia, el miedo, la templanza, la paciencia, la magnanimidad… Esas pasiones, virtudes y defectos que encumbraron a algunos y hundieron a otros siguen siendo las mismas. Por eso siempre habrá burbujas, y estas reventarán en su momento, por eso siempre habrá Buffetts que destacarán sobre los demás y serán admirados y envidiados. Y cuando los buscadores de piedras filosofales, les pregunten, intentando arrancarles su secreto, estos contestarán como contestaban los de antes. “Mi secreto es comprar barato y vender caro”, “Yo compro cuando los demás venden”, “Lo importante es no perder”, “Cuando mi limpiabotas habla de la bolsa, yo vendo” Y los aprendices de trader del futuro podrán recopilar otra enciclopedia más de frases sesudas, célebres y agudas, con las que decorar la pared encima de sus pantallas.
Tomemos como ejemplo, solo por mencionar uno de las docenas de excelentes libros que existen, “El inversor inteligente” de B. Graham, sobre value investing, publicado en 1949. Se puede aprender mucho, se puede hoy todavía tener éxito usando las técnicas de inversión en valores, se puede sin duda. Pero en 1949 no había acceso en tiempo real a datos y mercados mundiales. Ni los productos y sistemas que hay hoy. Ni las hojas de cálculo y potencia de computación de esta época. Ni los traders tenían que competir con sistemas de trading robóticos completamente automatizados. Ya ni siquiera se puede ganar a una máquina al ajedrez.
Hay que aprender y hay que leer para aprender, pero el libro más importante lo tenemos que escribir cada uno de nosotros día a día, adaptándolo todo y ajustándolo a nuestras circunstancias y a nuestro tiempo.
Ángel maligno: “Oh inversor, no leas ‘A Non-Random Walk Down Wall Street’, solo debes leer ‘A Random Walk Down Wall Street’. Sigue leyendo, y yo te diré cada día lo que debes leer y lo que no”.
Ángel bueno: “Oh inversor, si has de leer, lee. Pero entonces léelo todo. No quieras ser Buffett, se tu mismo.Y si un día decides jugar, juega. Pero recuerda que la suma de los 36 números de la ruleta es 666.”
[1] “The Tragical History of Dr. Faustus”, Marlow.
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