“Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.” – René Descartes
Hoy ya es tarde. Ya nuestro andar es lento pues ha aterrizado Google en Europa con su Venture Capital.
Previo a entrar en materia, cabe recordar que, como vimos en el post titulado “Las finanzas, ¿cambian?“, Francisco González, presidente de BBVA, señalaba, entre otros, a Google como la gran amenaza en cuanto a competidores en el inmediato futuro.
En una semana de dudas sensacionalistas sobre la validez del MAB y acerca de su pervivencia descubro el jueves 10 de julio (sí, ayer) una noticia en El Confidencial que reafirma el camino emprendido en el impulso a la financiación privada para las empresas. El titular es más que una declaración de intenciones: “El ‘venture capital’ de Google aterriza en Europa con 100 millones de dólares“.
Las empresas objeto de deseo son las que están en sus estadios más iniciales, esto es, las start-ups pues lo que persiguen, cito textualmente, es “invertir en las mejores ideas de los mejores emprendedores europeos y ayudarles a convertir esas ideas en una realidad“.
Y llegan con todo el arsenal: “A diferencia de otros fondos de inversión, el de Google ofrece, no sólo el capital, sino también soporte de su equipo de ingenieros, expertos de diseños, orientación para las contrataciones, marketing y administración de los productos. Desde 2009, Google Ventures trabaja con un portfolio de más de 250 empresas, ayudándolas a derribar los retos de la industria“.
Esas empresas que recibirán el apoyo de Google o serán compradas o por ellos o saldrán a cotizar en algún mercado regulado y no será el nuestro. ¿Por qué? Muy sencillo, al final uno se debe al mercado que lo ha respaldado. Por eso, es necesario que lo vivido en el MAB no signifique su demonización.
Los mercados están regidos por seres humanos. Exactamente igual que todo cuanto nos rodea. Por lo tanto, son como nosotros ineficientes. Nunca serán perfectos y siempre habrá alguien que mediante el abuso querrá sacar un beneficio extraordinario. Podemos poner muros legales para intentar acotar el espacio pero la realidad continuará siendo la misma: hay que apagar las pantallas, salir de la oficina y entrar en las empresas.
Quienes invierten en start-ups no pueden ni mirar pantallas ni ser influenciados por medios especializados en economía y finanzas. No tienen más remedio que bajar al ruedo, arremangarse, ir a buscar los proyectos, a sus emprendedores y destripar la empresa para conocer su plan de negocio. Son conscientes que no siempre acertarán en sus inversiones pero todos indagan el sentido de cualquier coma, acento y multiplicador de las start-ups que les suscitan interés.
Es impresionante la afluencia de inversores en las sesiones que se organizan para que estas empresas se presenten en 10 minutos y capten el interés de aquéllos. En los 13 años que llevo en el sector financiero no he conseguido llenar una sala con tanto inversor predispuesto.
¿Qué hace que luego el mismo inversor se fíe de las pantallas y los periódicos cuando invierte en cotizadas? Disculpen, a veces la demagogia es necesaria para aclarar los extremos. Es más, ¿qué hace que quien decide las inversiones cierre la puerta a un mercado por una mala experiencia? Según una encuesta de Funds People, “un 57% de las gestoras se niega a invertir de ahora en adelante en empresas del MAB“. ¿Y lo siguen haciendo en el continuo a pesar de Pescanova? Puede que en mercados maduros sea más difícil pero en el MAB es sencillo conocer a una empresa y arremangarse para descubrir si podemos o no recomendar un valor. No hay pantallas que sirvan ni soportes ni techos.
Bienvenidos a la financiación privada. You’ve been googlelized.