En el blog del Fondo Monetario Internacional nos ofrecen una visión muy bien compuesta del estado actual de de las dudas que surgen de las perspectivas, aunque éstas sean positivas. Se podría resumir lo positivo en que la economía mundial ha aumentado su crecimiento, y en lo negativo, que por el lado financiero las cosas no se presentan tan claras, y a largo plazo surgen más dudas que a corto plazo. Como el FMI tiene el detalle de escribir en español, ofrezco una selección de lo que me parece más interesante sobre el futuro. Creo que el análisis está bien ponderado y ayuda a aclarar el panorama que tenemos por delante.
Perspectivas a corto plazo
Echemos una mirada al entorno actual: ¿cómo se perfila la economía mundial a corto plazo?
Hasta el momento, las principales fuentes de aceleración del PIB son Europa y Asia, con una mejora del desempeño de Estados Unidos, Canadá y algunos mercados emergentes grandes como Brasil y Rusia —que sufrieron una contracción en 2016— y Turquía. Gran parte de ese ímpetu continuará a corto plazo. Las nuevas leyes tributarias adoptadas hace poco por Estados Unidos contribuirán notablemente a su crecimiento durante los próximos años, mayormente gracias a los excepcionales incentivos temporarios de inversión que ofrecen. Este estímulo a corto plazo tendrá efectos de contagio positivos, aunque efímeros, en los socios comerciales de Estados Unidos; ahora bien, al mismo tiempo ahondará el déficit en cuenta corriente estadounidense, hará subir el dólar e influirá en los flujos internacionales de inversión.
No se trata de la “nueva normalidad”
Nuestra opinión es que, aun siendo positiva, la reactivación que estamos observando tiene pocas probabilidades de convertirse en una “nueva normalidad” y enfrenta peligros a mediano plazo que probablemente se agraven con el correr del tiempo. Pensamos que existen varias razones —en cierta medida reflejadas en nuestras proyecciones de crecimiento a mediano plazo— para dudar de la perdurabilidad del ímpetu actual:
- Las economías avanzadas se encuentran a la cabeza del repunte, pero una vez que se cierren las brechas de su producto regresarán a tasas de crecimiento a más largo plazo que, según nuestros pronósticos, estarán muy por debajo de las tasas registradas antes de la crisis. Si bien proyectamos que este grupo crecerá 2,3% en 2018, el crecimiento potencial a más largo plazo sería apenas dos tercios de esa cifra. Los cambios demográficos y la disminución del crecimiento de la productividad plantean dificultades obvias que requieren importantes inversiones en la población y en la investigación. Los exportadores de combustibles afrontan un panorama particularmente sombrío y deben encontrar maneras de diversificar sus economías.
- Las dos economías nacionales más grandes que están alimentando el crecimiento actual y el crecimiento futuro a corto plazo tendrían por delante un enfriamiento. China recortará el estímulo fiscal del último par de años y, según las intenciones que han dado a conocer las autoridades, frenará la expansión del crédito para fortalecer un sistema financiero excesivamente extendido. Como consecuencia de esos planes, el necesario proceso de reequilibramiento que está viviendo el país implica un crecimiento más bajo en el futuro. En cuanto a Estados Unidos, el impacto que pueda tener en el producto un recorte de impuestos en una economía que se encuentra tan cerca del pleno empleo se verá compensado parcialmente por un crecimiento más débil, a medida que desaparezcan los incentivos de gasto temporarios (sobre todo en inversión) y que la creciente deuda federal haga sentir sus efectos negativos con el correr del tiempo.
- A pesar de su importancia para la recuperación, las condiciones financieras distendidas y el respaldo fiscal también han dejado un legado de deuda —a nivel de los gobiernos y, en algunos casos, de las empresas y los hogares— tanto en las economías avanzadas como en las economías emergentes. La inflación y las tasas de interés se mantienen bajas por el momento, pero un alza repentina, motivada quizá por el efecto de políticas procíclicas, complicaría las condiciones financieras a escala internacional y llevaría a los mercados a replantearse la sostenibilidad de la deuda en algunos casos. Los elevados precios de la renta variable también podrían peligrar, con el consecuente riesgo de perturbadores ajustes de precios.
Hay otro párrafos igual o más interesantes, pero quería resaltar estos, sobre todo la afirmación tajante de que esto no es una “nueva normalidad” satisfactoria. Las bolsas estan sobrevaloradas, aunque quizás les falte un tiempo para llegar al máximo y caer. Las deudas han aumentado enormemente, y la mejor medicina es crecer con fuerza, pero ya hemos visto que el panorama a largo plazo no es boyante, pues muchas economía pueden estar cerca de su máximo potencial. La proyección de los tipos de interés es que irán subiendo poco a poco, pero si no es así y resurgen repentinamente con fuerza, podrían torcerse las cosas. Esta es una de las claves del futuro: los tipos de interés tienen que subir, pero de manera que no se adelanten al ritmo de crecimiento y descabale la ecuación de la deuda. Los Bancos Centrales no van a endurecerse arbitrariamente, pero un súbito pánico o estampida de huida de los bonos obligaría a replantearse todo, porque no sería una reacción aislada y ceñida solo a los bonos.