No hay como ser anfitrión de un gran cumbre para sentirse revigorizado y más optimista. Hemos visto a los mandatarios mundiales pasearse por el Museo Del Prado, y hemos sentido un cierto orgullo porque han podido admirar nuestro fastuoso pasado, al que cuando estamos solos nos gusta denigrarlo.
Pues está bien que nos admiren los demás por unas horas, demonios, ya que a nosotros nos gusta flagelarnos. Tenemos una historia grandiosa, y de vez en cuando tienen que venir de fuera para ser conscientes de ello.
Además, por unos días nos entra la euforia de que estamos protegidos contra los malos del mundo, ¡incluida la China!
Putin, prepárate. Vas a perder esta guerra. Eso sí, Estel invierno va ser durísimo. No habrá alimentos ni energía.