UNa fructifera lectura

24 de abril, 2022 0
Treinta años Economista Titulado del Banco de España. Economía internacional. Autor del blog "Decadencia de Occidente", blog sobre los estragos... [+ info]
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Acabo de terminar “Operación Kazán”, De Vicente Vallés. Es una novela, ficción, de espionaje, pero que te invita a pensar sobre el mundo en que vivimos. (Vicente Valles le conocerán por ser presentador del Telediario de Antena 3.)Para los que no creen en estas novelas o no las aprecian, diré que está de escrita magistralmente  que te cautiva desde el principio hasta el final. No voy a desvelar la trama aquí. Solo diré que es perfectamente creíble, y que te hace creer en que las elecciones de una potencia como EEUU estuviera muy probablemente interferida por Rusia cuando la victoria de Trump. 
Cuando digo que Occidente está en decadencia lo digo por muchas razones, pero esta es principal. ¿Si las elecciones de la Potencia que ha guardado el orden democrático actual puede manipularse por una potencia extranjera, qué queda del orden occidental? Desde luego ya no podemos confiar en EEUU como potencia hegemónica y protectora de sus aliados, ni de futuras inferencias de todo tipo.
Pensemos en el hundimiento de la URSS y la caída del Muro de Berlín. Se pensó seriamente que era el final de la Historia, que el fracaso de la URSS era el advenimiento del capitalismo occidental para todos los países, la muerte en vida del comunismo, y un solo paradigma para todo el mundo. 
Desde luego que significó la muerte del comunismo como alternativa válida para acabar con la pobreza de la gente, pero las ideologías no se dejan matar tan fácilmente. Los comunistas no dieron su brazo a torcer, no revisaron a ver dónde estaba el error que había llevado a tanta sangre y muerte, y a tanta penalización y hambruna. Tacharon de error, siquiera, a la instrumentación del marxismo, y se aferraron aún más a sus ideas: Materialismo histórico, mísera del capitalismo, determinismo de la historia y infalibilidad del hombre nuevo, una vez muerto el burgués - al que hubo que pedir ayuda en momentos de hambruna, pero condenado por Lenin a morir una vez cumplida su misión.
La historia refutó estas estrafalarias teorías, se hundió el comunismo, huyendo la mayoría de los sometidos a su fierro hacia los países capitalistas, que les dio sueldo y trabajo. Pero no todos. Algunos se quedaron esperando que los nuevos mandatarios tuvieran una solución... que no se presentó como se puede ver en el gráfico del post anterior.
La URSS se dio cuenta que no era una nación, si no un Imperio que se desmembró en cuanto el poder central se debilitó, entre Gorbachev y Yeltsin. Pero la Rusia que quedó, la Rusia zarista, no renegó de sus antiguas posesiones, y en cuanto hubo un hombre fuerte en el poder - que además tergiversó las leyes para quedarse de por vida en él mismo - empezó a conspirar para acabar con la disidencia y para conquistar el antiguo poder tras sus mermadas fronteras. Si su ámbito de influencia era con el comunismo todos los países del Este - que tan mala defensa habían tenido en Yalta y Postdam (conferencias de las potencias vencedoras del la II Guerra Mundial) -, muy mal se iba a tomar que esos países entraran en la OTAN, algo considerado una amenaza geoestratégica por Rusia.
Lo malo es que a ésta no le ha importado llegar a la guerra cruenta para relanzar sus planes y recuperar sus áreas de influencias, por mucho que esos países, en su mayoría, haya demostrado una vocación sin duda occidental. Que Polonia, valga el ejemplo, no quiera saber nada de sus ex relaciones con la URSS debería ser motivo suficiente para entrar en la UE y en la OTAN. 
Pero he aquí que la OTAN huele a cadaverina, y la UE otro tanto. La unidad de la que se ha visto cuestionada por la actitud alemana pro Rusia, por no hablar de otros “países sombra”, como nosotros. La que, después de Brexit, es la sombra de sí misma, que ya es decir. Cada país rema frenéticamente de su lado, unas hacia no saben dónde, pero el caso es que el proyecto inicial de un poder político repartido entre una derecha e izquierda moderadas se ha roto en mil pedazos. 
También ese proyecto (con sus matices), de EEUU se ha ido al carajo. Ya no hay quórum mínimo necesario para conservar los intereses comunes.
De ahí, vuelvo al principio, el interés del libro por todo esto reflejado en una novela que sintetiza los tiempos actuales partiendo de la Guerra Fría. ¡Bendita guerra fría, cuando todo estaba más claro!. Su fin no ha traído el esperado espacio común, donde cada uno se ocupa de sus cosas y comercia con los demás. Esta visión liberal se ha demostrado imposible; incluso ingenua y perjudicial para sus promotores, los que creyeron que la globalización traería intereses comunes y La Paz mundial.
No es esa, me permito decir, la naturaleza humana, desgraciadamente no tan materialista como para ocuparse de sus cosas y dejar al vecino en paz. Nuestro hemisferio cerebral de las emociones no tiene límite, y la envidia, la pereza, la ambición de poder, son fuerzas individuales y colectivas que nunca cesarán. 
Digan adiós al mundo de las buenas intenciones, pues siempre habrá alguien dispuesto a aprovecharse del ellas, como pronosticó Hobbes. 

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