Uno no tiene especiales conocimientos de materia jurídica, sin embargo se le antoja, aunque sea solo comparándolo con sus predecesores (Consuelo Madrigal y el anterior, Eduardo Torres-Dulce, ambos de recuerdo grisáceo), que José Manuel Maza, Fiscal General del Estado, era de una integridad especial. Para certificarlo no hay más que ver la alegria con que la CUP ha celebrado su muerte. (Porque hoy estas cosas se celebran públicamente, lo que debería repugnarnos).
Considero un funcionario ejemplar al alto funcionario que no politiquea. Jose Maza dio la impresión de que iba por delante de las órdenes del gobierno, y que mucho de la primera victoria sobre los golpistas catalanes se debe a él. Por lo que he leído, era un jurista vocacional, y tenía un proyecto de reforma fundamental para España, un país en el que la justicia se ancló en el siglo XIX. Como se puede leer en Libertad Digital,
Maza deja pendiente su gran objetivo cuando aterrizó al frente del Ministerio Público: la reforma que consideró "urgente" de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. "Sería la culminación de mi vida profesional porque da un poquito de vergüenza cuando uno sale al extranjero: somos los únicos en el mundo que tenemos aún el sistema inquisitivo y acusatorio, con fases de instrucción interminables en las que se apilan tomos y donde la misma persona investiga y acuerda prisiones preventivas y otras cautelares". Entregaría a los fiscales la instrucción de las causas, una fase previa donde recopilaran las pruebas y tomaran la decisión de si acusa.
"Me equivocaré yo solito, sin someterme a presiones", avisó en noviembre de 2016 recién nombrado FGE y después, por ejemplo, de firmar un escrito de crítica a palabras de ministros del Partido Popular. Generalmente enmarcado en un perfil conservador, otras veces liberal, Maza sabía que su nuevo puesto "trastornaría su vida privada". Pero no pudo "decir que no. Quizá otra persona más inteligente lo habría hecho. Pero es un honor para mi".
Desgraciadamente, ya no podremos contar con él, con su dinamismo que emanaba simplemente viéndolo por la televisión. Nos transmitió cierta seguridad en que él no iba a flaquear en el cumplimiento de su deber. La gente como él, lamentablemente, es insustituible, y deja un hueco tremendo en este funcionariado escaso que en España no abunda, pues casi todos están pensando en doblar la cerviz. Lamento su muerte tanto por lo menos como ha alegrado a tantos enemigos de España que todos los días tienen las manos libres para seguir socavándonos el pais. Descanse en Paz.