Lo andaluces son demagogos casi por necesidad, y Fátima Bañez no podía ser menos. ¿Por qué se le ha ocurrido que ahora vamos a conseguir que la gente deje de trabajar a las 6? Es más, ¿que tiene de bueno eso? ¿No sería mejor luchar por la jornada lo más flexible posible dentro de cada empresa?
Manda webs que la señora que ha conseguido poer de rodillas a los empleados ante la empresa, diga ahora que todos van a salir a las seis, como por arte de birlibirloque. Se le ha subido el rebujito a la chola. Un empleado con contrato temporal saldrá cuando lo diga el patrón, y si no ya se puede ir buscando otro empleo. Como no lo hay, a tragar.
La reforma laboral ha consistido en traspasar todo el poder de negociación laboral a la empresa. Los empleados no pintan nada; su estatus real depende del tamaño de la empresa: las empresas pequeñas, tienen muy poco margen para jornadas flexibles, y a las grandes les da pánico hablar del tema. Tienen la sartén por el mango y prefieren la rutina y el orden militar a la productividad. Total, son grandes, tienen poca competencia, y si les place, se deslocalizan. Todas las grandes empresas españolas están deslocalizadas en mayor o menor grado.
Encima, algunas que son más avanzadas social y productivamente, y tienen a gala tener contratos indefinidos, son cuestionadas por los medios al servicio de la progresía, que las ponen a parir, aunque sean de lo poco futurible que hay.
Pero mientras haya un paro cercano al 20%, la balanza está inclinada a favor de la empresa.
Y llegamos al meollo de la cuestión: la tasa de paro, a la que habría que sumar la tasa de no participación de los que están en edad de trabajar, y los temporales y a tiempo parcial forzosos. Llegaríamos al 25%.
Es claro que la reforma laboral ha servido para algo... raquítico: el avance ha ido a empleos de baja calidad, poco productivos, y no para empleos indefinidos que establezcan una relación satisfactoria para ambas partes, salvo excepciones. Pero el problema del nivel salarial no se solventa con más legislación, sino con productividad, es decir, crecimiento constante.
El otro día leí un artículo que decía que la productividad marginal, como no existe, no sirve para determinar el salario. Qué burro. La productividad marginal no es, ciertamente, el determinante del salario individual, pero la productividad media es margen empresarial que se reparte entre trabajo y capital, más impuestos. Los impuestos en España se comen una buena ración de esa tarta, con lo que queda menos para repartir. Tanto los beneficios como los salarios son bajos, pero porque el PIB lo es: no hemos recuperado el de 2008. La inversión empresarial languidece, y la inversión extranjera no aparece. Así, la productividad no puede florecer.
Luego están la distorsiones, alucinantes, que en la empresa española introduce el Estado (Gobierno cental, CCAA), con una maraña de disposiciones que impiden el mercado único nacional, a base de prohibiciones caprichosas, subvenciones arbitrarias, and so on, quefrenan la inversión, la fundación de empresas y la contratación. No olvidemos también los ayuntamientos. Un reino de taifas y taifitas que es el peor contexto para una empresa sana y un empleo con garantías.
En suma. Para volver a la tasa de paro de 2007-8 del 9%, ¿necesitamos otra burbuja?