A) ¡Habla!
Hace
poco bajé de las montañas a la ciudad y me pareció que los
habitantes de la misma estaban un poquito tensionados por decirlo de
alguna manera.
Al
caminar en medio de la gente, escuché fragmentos de conversaciones
que giraban entorno a dos mono temas: el dinero y el virus.
Al
llegar a una calle donde hay una tienda de 24 horas, donde hago mis
primitivas y de vez en cuando algún euromillón, me topé con la
siguiente escena que es un buen ejemplo de que en las ciudades, al
menos en esta en concreto, se está poniendo divina la película.
Una
señora, que parecía la madre, le iba diciendo, al que parecía su
hijo, un chaval de unos doce años,que iba de la mano de la que
parecía su abuela, que hablara.
El
chaval no hablaba.
En
un momento dado, la señora agarró el bolso por la correa, lo
impulsó hacia atrás y descargó el bolso con furia contra la
espalda del chaval, mientras gritaba:
-¡HABLA!.
.
B) Encuentro con un "zumbi"
La tensión in crescendo que se vive en la ciudad, se traduce en
violencia de algún grado, depresión o locura.
Unos
minutos más tarde de la escena de la señora, cruzo una fuente de
estas que lanzan chorros hacia arriba, y a pocos metros, un chaval de
unos 19 años, con el pelo súper largo, va corriendo de una forma
muy rara.
Al
principio pienso que está haciendo la cosa esa de atletismo
denominad “marcha”, pero después me doy cuenta de que no es eso,
es otra cosa, y no parece muy normal.
Corre
de una forma rarita y muy despacio.
De
vez en cuando se para, ora en la acera, ora en mitad de la calle
donde pasan coches, se da la vuelta formando un círculo, se golpea
la cabecita, y remata extendiendo los brazos al cielo durante unos
segundos.
Tras
estas maniobras extravagantes vuelve otra vez a “correr” de una
forma muy, muy rarita.
Al
llegar a un edificio de la seguridad social que tiene unos 20 años,
cruza la esquina y lo pierdo de vista.
Me
alegro de perder de vista al que parece un “zumbi” (zumbado).
.
C) "Llevo toda la tarde aquí y te estoy esperando a ti."
En 2017, en pleno verano, un día tenía que cruzar una calle
peatonal, repletísima de gente, era una muchedumbre enorme.
Tenía
que cruzar por allí, para llegar a un sitio, no me quedaba otra.
No
me gustan las multitudes tan bestiales, siempre pienso que si pasa
algo, saldrán todos corriendo como cabras y como pierdas el
equilibrio te pasan todos por encima y te dejan plano.
Yo
tengo una lista de miedos que ocupan varios folios por todos los
lados, y uno de mis miedos es que una muchedumbre entre en pánico
por cualquier cosa, yo pierda el equilibrio y me pasen por encima
dejándome…. Plano.
En
fin, para entretenerme y no pensar mucho en estas cosas, me pongo a
calcular cuanta comida, cuanta agua y cuanta energía haría falta
para mantener a este montonazo de personitas.
Ya
he recorrido la mitad del trayecto que me separa del lugar al que
voy, cuando de improviso, saliendo de sabe Dios donde, se me planta
delante una chavala de veintipocos años y me dice:
-¡Llevo
toda la tarde aquí y te estoy esperando a ti!.
Lo
recuerdo muy bien porque rimaba.
La
observé durante un milisegundo, no me pareció que entrañara ningún
peligro, así que miré al frente, me hice el sueco y continué mi
camino, pasando de esta pavita olímpicamente.
Yo
no se, si sería algún juego de la gente de la ciudad, o si era una
cosa de esas de los retos de tonterías que hay por el internete, del
tipo limarse los dientes, ¡menuda burrada!, o tragarse un bote de
miel delante de la cámara, ¡menuda bobería absurda!.
Yo
no sé si era algo de estos rollos o de que demonios se trataba, en
cualquier caso era algo extraño y yo tenía cosas que hacer y no me
podía quedar ahí a interactuar con una pavita que de entrada tenía
un comportamiento tan inusual.
D) " ¡¡¡Ha llegado tu hora!!!".
Entonces yo todavía vivía en la ciudad, y ese mismo año, en
invierno, un día sobre las 22:30, voy caminando tranquilamente por
una calle cuando pasa a mi lado un coche a toda velocidad y un chaval
de unos 16 años, saca medio cuerpo por la ventanilla, ( cosa harto
imprudente, más de uno y más de dos con esa maniobra se han
estrellado contra camiones de basura, contenedores y otros
vehículos), el caso es que pasa a mi lado de esa manera y me grita
la siguiente subnormalidad mientras el coche se aleja:
-¡¡¡Ha
llegado tu horaaaaaaa!!!.
Mi
primera reacción es de furia, y mi segunda reacción es de temor.
De
aquellas yo tenía una libreta con coincidencias y la subnormalidad
que acaba de escuchar me hizo pensar en si eso no coincidiría con
algo.
¡Glups!.
Podía
ser, a veces pasaba, las cosas en ocasiones están conectadas por las
coincidencias.
¡Glups!.
Me
quedaban unos trece minutos para llegar al piso en el que vivía
entonces, ¡tendría que andarme con cuatro ojos, aquello podría
coincidir con algo!.
¡Glups!.
Fui
caminando con mucho cuidadín por una cuesta abajo, hasta llegar a un
paso de peatones.
El
semáforo estaba en verde y recuerdo que había tres coches allí
parados, todo parecía muy normal, pero….. el ”¡¡Ha llegado tu
hora!!” podía coincidir con algo.
Parpadeé
con mis ojos alelados, muchas veces ando sin gafas y a cierta
distancia veo todo borroso.
Veía
los coches, pero no veía muy bien las caras de los ocupantes.
Allí
estoy plantado como un pino delante de un semáforo en verde para mí,
y en rojo para los tres coches que están allí.
Estoy
dudando, ¿y si coincide que paso y uno de esos coches acelera?, no
parece muy probable, pero cosas más raras suceden todos los días,
el temor a que la subnormalidad coincida con algo grave para mi
persona no me permite cruzar el semáforo, a pesar de estar en verde
y de que todo, aparentemente, muy aparentemente está en orden.
Las
apariencias engañan y todavía resonaba en mi cabeza el: “¡¡Ha
llegado tu hora!!”.
Me
imaginaba a mí mismo, tirado en el suelo tras sufrir algún tipo de
accidente diciéndole al de la ambulancia o al que estuviera allí:
¡Tengo que apuntar esto en la libreta de las coincidencias, es una
coincidencia muy buena!.
En
fin, allí sigo, plantado como un pino.
El
del primer coche me mira fijamente, yo aunque no le veo bien la cara,
aparento que sí, arrugo un poco los ojos para ver mejor, ¡a lo
mejor es un psicópata de esos!, me parece incluso que me está
mirando mal, pero como tengo los ojos alelados podría ser mi
imaginación.
Decido
actuar con prudencia, con mucha prudencia, en vez de cruzar el paso
de peatones, subo la calle, era una calle cuesta arriba, y cuando
estoy detrás de los tres coches, miro a los lados y cruzo casi
corriendo a la otra acera.
Me
siento muy satisfecho por la maniobra que he realizado, me siento
incluso bastante astuto.
El
semáforo seguía en rojo para los tres coches, y por tanto verde
para mí, yo he cruzado de aquella manera y al llegar a la altura del
primer coche, veo borroso, pero veo, que el tipo me mira con cara muy
rara.
En
fin, ¡me había salvado de una posible coincidencia negativa!, claro
que…. Todavía no había llegado a mi piso de entonces.
¡Glups!
Caminé
con mucho cuidadín, ahora tocaba una cuesta abajo, después una
cuesta arriba, cuando llegue al portal de mi casa, no me lo podía
creer del todo, ¡parecía que me estaba librando!.
Claro
que, no podía cantar victoria antes de tiempo.
De
aquellas solía utilizar el ascensor, hoy en día si bajo a la
ciudad, prefiero subir las escaleras que haga falta.
El
caso, es que en contra de mi costumbre de aquella época, pase de
subir el ascensor, podía coincidir con la subnormalidad.
¡Glups!
Ten
cuidado pavito, me dije a mí mismo, cada bendito año unas 2000
personas se bajan del autobús por caerse de las escaleras, es
verdad que en gran medida son personas borrachas o drogadas, pero no
te fíes, podría coincidir. ¡Podría!.
Subí
con extrema precaución.
Cuando
llegue al piso y abrí la puerta ya me consideraba medio salvado.
Decidí
prudentemente irme directamente a la camita, así me parecía que
podía evitar cualquier calamidad que coincidiera con la
subnormalidad que me acaban de decir unos 10 o 12 minutos antes.
Al
día siguiente cuando me desperté, me sentí muy contento por
haberme librado de una posible coincidencia muy negativa.
¡No
se había dado ninguna coincidencia negativa para mí! ¡Me había
librado!.
¡Que
bien!.