Teoría de la Elección Pública: reflexiones de cara al 20-D

18 de diciembre, 2015 4
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Oviedo en 1995. Diploma in Business Studies por la University of Bradford... [+ info]
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por... [+ info]

La teoría de la elección pública (TEP) aplica teorías y métodos económicos al análisis de los comportamientos políticos. La TEP ha revolucionado el estudio del proceso democrático de toma de decisiones. Varios insignes economistas desarrollaron este campo de especialización si bien el más destacado fue James M. Buchanan.

Buchanan descubrió que era posible la aplicación y la extensión de la teoría económica a las medidas políticas y gubernamentales. Encontró además que era viable ampliar esa hipótesis a las decisiones de los ciudadanos para elegir entre las diversas opciones políticas. Estos trabajos le valieron el premio Nobel de economía en 1986.

Buchanan definió la TEP como la política sin romance. El pensamiento bienintencionado predominante presupone que los participantes en la esfera política aspiran a promover el interés general. Los oficiales públicos son vistos como benevolentes servidores que llevan a cabo fielmente la voluntad del pueblo. Este es un planteamiento totalmente ingenuo: el político, por el mero hecho de serlo, es muy bueno y los empresarios, por ejemplo, son pérfidos. De todo habrá en ambos grupos…

La realidad es que las motivaciones de las personas que están en política no difieren de quien opera en cualquier otro mercado. Al igual que los votantes eligen los partidos y candidatos que consideran les permitirán mejorar su situación, los burócratas persiguen mejorar su carrera profesional y los políticosganareleccioneso ser reelegidos. En otras palabras, la TEP transfiere el modelo de actor racional de la teoría económica al ámbito político.

La primera idea que se infiere de este análisis es que el individuo se convierte en la unidad fundamental de análisis. Términos como el pueblo, la comunidad, la sociedad, devienen en fútiles. Los grupos no toman decisiones, sólo las personas lo hacen. Por lo tanto hay que analizar las diversas y con frecuencia antagónicas decisiones basadas en el propio interés individual, y ver cómo confluyen en una decisión colectiva.

Por otro lado, las elecciones públicas y privadas difieren, no por las distintas motivaciones de los agentes, sino por la absoluta divergencia de incentivos y limitaciones que canalizan la consecución del propio interés en ambos escenarios.

En el ámbito privado, el individuo toma una decisión racional eligiendo entre varias alternativas sobre la base de sus circunstancias personales, y recoge todo el coste y beneficio de su elección.

Sin embargo, el político toma decisiones que afectan a la colectividad y no está garantizado que todos los individuos se beneficiarán de las mismas. Así el grupo favorecido apoyará la medida y verá con buenos ojos que toda la comunidad sufrague el gasto, aunque muchos de los pagadores no reciban ninguna mejora a cambio. Estos últimos votarán en contra de la medida. Si son minoría, se verán forzados a pagar por ella en cualquier caso.

Por lo tanto, y dado que la regla de votación no requiere unanimidad ni contempla derecho de veto, el proceso de toma de decisiones colectivas puede permitir a la mayoría imponer sus preferencias a la minoría.

Como siento debilidad por la filosofía objetivista de Ayn Rand permítaseme citar aquí una de sus frases más célebres: “La minoría más pequeña del mundo es el individuo. Aquellos que niegan los derechos individuales no pueden pretender además ser defensores de las minorías.

La TEP ha comprobado también que las votaciones entre tres o más candidatos puede llevar a error en la selección del resultado preferido por la mayoría. Este escenario se parece mucho al que tenemos actualmente en España, con cuatro partidos en condiciones de obtener un estimable número de votos.

Otro concepto interesante es lo que la TEP define como ignorancia racional de los votantes. El acto de votar es irracional en si mismo dado que la probabilidad de que el voto de un individuo determine unas elecciones es abismalmentepequeña. Por lo tanto, el beneficio de votar tiende a ser inferior al coste de hacerlo.

De hecho el votante suele estar desinformado debido a que el coste que implica reunir información sobre las elecciones es muy superior al beneficio de votar. ¿Para qué perder el tiempo documentándose si el voto individual tienen una ínfima probabilidad de ser decisivo? Esta situación provoca que la gente vote sencillamente para expresar sus preferencias (voto low-cost), de forma similar a como apoyan a su equipo de fútbol favorito.

La mayoría de las decisiones políticas no las toman los ciudadanos, sino los políticos elegidos para representarles en las asambleas legislativas. En muchos casos, y dado el carácter regional de la política, nuestros representantes toman decisiones que benefician a su comunidad, por el estímulo de contentar a sus votantes. No les importa que la medida sea catastrófica a nivel nacional, aunque todos los contribuyentes se vean obligados a financiarla.

Por otro lado, también se da el caso de que los lobbies, grupos pequeños y homogéneos con fuertes intereses en la comunidad tiendan a ser más efectivos en lapresión y el apoyo a los políticos. Les resulta más fácil y más barato organizarse que a grupos grandes cuyos intereses son más difusos. Aquellos colectivos acaban obteniendo prebendas que les favorecen en detrimento de la sociedad en su conjunto. Los políticos, guiados por el deseo de ser re-elegidos tienen fuertes alicientes para responder a la demanda de estos pequeños grupos organizados. Se produce una tiranía de la minoría, efecto que tampoco es deseable.

Por otro lado, los burócratas de carrera se benefician de su mayor información y experiencia en la Administración para tomar ventaja de los inexpertos legisladores, extrayendo el mayor presupuesto posible para sus departamentos y afianzando de este modo sus planes de carrera.

En resumen, cambiar la identidad de las personas que dirijan la cosa pública no producirá grandes mejoras en el resultado. Elegir mejores personas no llevará por sí mismo a mejores gobiernos. Todos los individuos, votantes, políticos o burócratas actúan motivados más por su propio interés que por el interés público.

Los seres humanos no somos ángeles, motivo por el cual debemos poner en foco en la importancia de las reglas institucionales que limiten la persecución del propio interés por parte de los cargos públicos.

La palabra clave es incentivo. El político en campaña electoral prometerá todo lo que se le ocurra para ser elegido. Una vez en el cargo, se olvidará de sus compromisos y tomará las decisiones que sean necesarias para mantenerse en el poder.

Me gustaría acabar con una frase del gran Adam Smith en su obra maestra, “La Riqueza de las Naciones”, uno de los libros más importantes de la historia de la Economía: "No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés".

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Este artículo tiene 4 comentarios
Excelente artículo Fernando.

Me gustaría comentar que, a grandes rasgos, el sistema constitucional norteamericano desde su nacimiento, está impregnado de una desconfianza del gobernado hacia el gobernante, de ahí los contrapesos en el ejercicio de poder.

En cambio, en Europa, como evolución de las monarquías absolutistas, las constituciones tienden más a reflejar que los gobernantes desconfían de los gobernados, no se fían de ellos, temen su rebelión y por tanto les limitan derechos y libertades.

Un ejemplo de esto podría ser el del derecho a tener armas de fuego en Europa, (excepto Suiza): es mejor tener a los subditos y contribuyentes, (que no ciudadanos), desarmados, no vaya a ser que se cabreen y tengan los gobernantes que poner pies en polvorosa...si les da tiempo, ya que en otro caso... les pasaría como a Luis XVI en Francia o Carlos I de Inglaterra. A la plebe hay que tenerla engañada, débil y desarmada.
18/12/2015 11:27
En respuesta a Laureano Jiménez
Gracias, Laureano.

Sin duda das en el clavo: "...desconfianza del gobernado hacia el gobernante, de ahí los contrapesos en el ejercicio de poder."

La Constitución se ideó para que la sociedad controle al Gobierno y no al revés como sucede en España.

Como decía Albert J. Nock, cuanto más poder tiene el Estado, menos posee la sociedad.

Por desgracia, estos conceptos parecen imposibles de asimilar por nuestra sociedad. Al menos, a corto plazo.

Saludos.
18/12/2015 11:33
Votar por simpatias no es lo mismo que votar por intereses y en España las garantias brillan por su ausencia. Yel funcionariato ya se encarga de darse trabajo los unos a los otros hasta el punto de creerse insustituibles creyendose la tia buena de la fiesta de ellos.
01/01/2016 13:41
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