Tras el “carajazo” bursátil de Abengoa el pasado 25 de noviembre, la sevillanía de óleo y abolengo está triste, taciturna. No es para menos teniendo en cuenta que ha representado al empresariado andaluz de más alto nivel por todo el mundo. Es muy probable que cualquiera de ustedes tenga un amigo, un familiar, un amigo de la familia o un familiar de amigo que haya o esté actualmente empleado en la multinacional sevillana.
Otrora en Sevilla si te contrataban en Abengoa era casi como si te hubiera tocado la lotería. “Te podían llamar de Telefónica, de la Cruz del Campo, de la Sevillana de Electricidad, pero Abengoa era Abengoa, eso era el Gordo”. Huelga decir que el enorme éxito de la firma se debe a D. Javier Benjumea Puigcerver, padre fundador de la compañía allá por los 70, cuado estampó su rúbrica y suscribió la irrisoria cantidad en nuestros días de 180.000 pesetas (algo más de 1.000 euros).
Muy diestros señores en la materia, los que no salen en televisión, comentan con la misma cuota de rigor y sorna que el caso de Abengoa es el arquetipo de la economía española, crecimiento exuberante y continuo a costa de un modelo de financiación basado en el macro endeudamiento. No deberíamos pasar por alto que durante este verano, el emporio hispalense emitió los famosos bonos de alto rendimiento o “high yield” en inglés. En una encolerizada e incluso subversiva maniobra de buscar crédito a cualquier precio y de cualquier género. Como era de esperar, la cotización de dichos bonos se sufrió un aldabonazo de padre y señor mío.
Con unos ratios de análisis fundamental que se movían entre el delirio y el esperpento, el pasado miércoles la CNMV suspendía cautelarmente la cotización de Abengoa desde las 11:00 hasta las 12:30 h, tras el desplome del 69% del precio de sus títulos en el selectivo español, llegando a los 0,33 euros, el precio más bajo de su historia. Caeteris paribus, la empresa ha declarado el pre-concurso de acreedores y anuncia la suspensión de pagos si no logra desapalancar su balance y dotarse de apreemiante liquidez, para lo que ya prepara la venta de su joya de la corona, la filial Abengoa Yield con un precio de venta estimado de 400 millones de euros. Los de JP Morgan, entidad que actúa de intermediario en la operación, no saben que van hacer con semejante caramelo envenenado. Así las cosas, los responables de información y desarrollo corporativo de la cotizada, han remitido un informe a la SEC (que es como la CNMV pero en Estados Unidos) argumentando la solidez e independencia de la filial (que cotiza en el NASDAQ) respecto de la entidad matriz. Se piensan los Benjumea que la polícia es tonta.
Claro que los peor parados de esta tragedia a la andaluza serán el Banco Santander, que tiene una exposición de deuda con Abengoa de 1.550 millones (un 17,7% del total de deuda), el Federal Financing Banking (2.220 millones), BNDES (750 millones) y así una patulea de más de 200 entidades.
Hemos escuchado hasta el hastío durante los últimos días las innumerables presiones a que se han visto sometidas las entidades financieras por parte de nuestros queridos amigos de la Junta de Andalucía y del Gobierno central, socios de honor de la banda de Alí Babá y los 40 ladrones. Ni un sólo euro de dinero public a Abengoa. Si algo hemos evidenciado durante la actual crisis es que los bancos AFORTUNADAMENTE pueden quebrar, recordemos solamente el ejemplo de Lehman Brothers. El capitalismo es ese sistema donde la propiedad privada de los medios de producción y la correcta función empresarial caracterizada por una acertada canalización del ahorro y la permanente información de satisfacer el deseo de los consumidores puede augurar espectaculares beneficios. Ergo, el llevar una política empresarial errática o no tener salud financiera, puede de manera equidistante truncarse en una ruina absoluta. Por favor, señores de Moncloa y huestes autonómicas, metan las manos en sus bolsillos ante acontecimientos de este género; no para llenarlos, sino para estarse bien quietecitos y dejar que el elemento más perfecto jamás concebido por el hombre, el mercado, siga su curso.