Hablo Mario y subió el pan. Para los que, como yo, llevamos esribiendo y diciendo desde septiembre de 2012 que la bonanza en los mercados europeos (que no en las maltrechas economías europeas) se debía no a un acierto de nuestros dirigentes políticos ni a un ingenioso sector privado que se había puesto a transmitir buenos síntomas a los inversores sino a un Mario Draghi que engatusó con su encanto italiano a los mercados el pasado septiembre, el mensaje de Draghi de hoy no nos coge por sorpresa. Más bien al contrario, nos permitirá seguir criticando la gestión del Banco Central Europeo por conducir a la zombificación empresarial y por prolongar el sano ajuste que necesitan nuestras economías para despegar, recuperar niveles salariales y crear empleo. Y mantendremos este mensaje hasta que certeramente veamos esos ajustes que, a día de hoy, son tan irreales como los brotes verdes que José Carlos Díez veía en 2009.
Mario Draghi hoy sorprendió a muchos cuando dijo que el BCE ha discutido mucho bajar más los tipos y cuando ha mantenido con tenacidad que el actual nivel del 0,5% de tipo de interés en la Eurozona se mantendrá durante un largo periodo de tiempo. Acto seguido, el € (que venía cayendo ya desde que tocara el 1,34 hace unas semanas) se ha desplomado hasta tocar el 1,288, las bolsas han reaccionado de manera positiva y seguramente más de una sonrisa habrá aparecido en la cara de más de un político. El verano, que pintaba muy bearish, podría dar un giro radical y brindar a los mercados dos meses de tranquilidad.
Sin embargo, me deja muchas dudas la conferencia de Draghi de hoy. La primera de todas es el verdadero impacto (que muchos sostienen) que está teniendo el aviso de retirada de la Fed junto con las abenomics. Me explico. Los nuevos yenes están proveyendo de liquidez los mercados de capitales de todo el mundo (si bien es cierto que la zona del sureste asiático es la que más sufre las consecuencias) y la QE3 hacía lo propio con más potencia. Tal vez Draghi, que desde luego sabe mucho más que nosotros sobre los múltiples problemas de las economías de la periferia de Europa, ha sentido miedo que con el abandono de la QE3 y sin una decidida política del BCE se volvieran a disparar las primas de riesgo y los irresponsables gobiernos de España e Italia saltasen de nuevo a la palestra. Tal vez, sabedor del estancamiento del consumo interno en la eurozona, quiera proteger las exportaciones europeas lo cual sería un paso más en esta guerra de divisas que sufrimos. O tal vez, simplemente, confía más que Bernanke o Abe en la velocidad del dinero en Europa y que ésta, de no hundirse como la americana, logre generar la inflación necesaria para salir de la crisis de la manera más clásica para salir de las crisis.
Sea cual fuere el motivo una cosa ha quedado clara, el Banco Central Europeo no es un ente abstracto e independiente a los políticos. No es algo desnacionalizado y paradigmático de un sistema de orden espontáneo (como sí defendieron hace no poco algunos brillantes economistas). Es un Banco Central que por cualquiera de esas tres razones expuestas juega la misma carta que cualquier otro Banco Central del mundo. La carta de la inflación. Algo que no está teniendo mucho éxito desde 2007 pero, quién sabe. Tal vez ahora sí que sí.
Y si no, en 2030 ya funcionará, ya verán.
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