Las empresas familiares, esto es, aquellos negocios gestionados por una familia cuyos miembros o cabeza visible del clan ostentan la propiedad bien de la mayoría de los títulos de la compañía o bien de una participación significativa de control, suelen ser bien vistas por la comunidad inversora. Puede que los minoristas hayan sufrido tantas decepciones por parte de CEOS “petados” de MBAs y CFAs, que tan pronto gestionan una teleco como una pescadería, que la percepción general es que a estos últimos todo se la trae al pairo mientras cobren mientras que en las entidades gestionadas por familias desde generaciones los intereses del inversor se ven mejor protegidos y atendidos.
Para quien opine que nos movemos básicamente por incentivos, lo anterior no carece de lógica. Uno de los requisitos que se le exigen a la dirección de una empresa es que los intereses de gestores y accionistas corran parejos en briosa armonía. Se asocia, además, propiedad familiar con gestión prudente y acorde a la conservación de la entidad así como una mayor implicación de las familias gestoras en la buena marcha del negocio.
Uno de los informes de la Cartera Value recientemente remitidos a los suscriptores tenía por objeto una de estas empresas de corte familiar. Este hecho es un rasgo cualitativo y no cuantitativo de tal modo que informamos al inversor de la siguiente manera:
No tuvimos ninguna duda al respecto de hallarnos ante otro poderoso mantra de la inversión que subyuga la imaginación o, mejor dicho, codicia del pequeño inversor. Los mantras son como actos de fe. Se repiten una y otra vez y el mero hecho de su repetición los convierte automáticamente en verdades absolutas que no son cuestionadas porque están revestidas de argumentos de autoridad. Esto fue lo que les dijimos a los suscriptores:
El inversor pretende aprovecharse legítimamente del futuro. No obstante, éste es pertinazmente incierto. Los mantras de la inversión, como en este caso la intrínseca bondad de una empresa familiar, operan en el sentido de generar certidumbres cualitativas en un análisis que disminuya la temida incertidumbre futura. No obstante, al inversor lo que le conviene es operar psicológicamente con lo que es más probable que ocurra dadas las tendencias que una determinada situación genera cuando los incentivos que subyacen detrás se orientan en la dirección adecuada.
Es más probable que en una empresa de corte familiar cuya propiedad y gestión recae en el cabeza de familia o en varios familiares el negocio sea visto y percibido como un proyecto de vida al que están indisolublemente unidos los miembros del clan y, por tanto, el apego psicológico que esto produce unido al incentivo virtuoso de que la propiedad genera hábitos de conservación de la misma, refuerza la tendencia de una empresa de gestión familiar hacia la prudencia y la identificación de los intereses de la entidad con los suyos propios personales. La familia está para quedarse mientras que el CEO no deja de ser un empleado, mejor o peor pagado, que tarde o temprano puede irse.
Pero todo lo anterior no es más que una probabilidad reforzada por incentivos correctos. Lo que nunca constituye es una verdad absoluta que no haya que poner en entredicho para cada caso concreto. Es verdad que los CEOs profesionales las han liado pardas a lo largo y ancho de los mercados bursátiles pero no es menos cierto que hay gestiones profesionales de gran calidad que han hecho prosperar a una empresa sin que los directivos fuesen propietarios significativos de las mismas. Al mismo tiempo, no olvide el inversor que no hay nada más dañino en una familia normal y en una empresa familiar que las disputas internas. También es verdad que familias de renombre en el mundo empresarial no lo han hecho especialmente bien y en nuestro mercado hay nombres famosos unidos a gestiones pésimas y comportamientos de ética dudosa.
De ahí concluíamos lo siguiente:
No confunda lo que a priori es positivo con que realmente lo sea. Compruébelo caso a caso y no lo acepte como cierto a no ser que los hechos concretos para una empresa en particular lo confirmen. La “familiaridad” es uno de los ejes del sesgo psicológico del exceso de confianza. Bajamos la guardia ante aquello que nos es cercano, próximo y conocido. El mantra “empresas familiares son mejores que las demás”funciona de la misma manera y debe por ello ser evitado porque puede llevarle a conclusiones cualitativas erróneas cuyas consecuencias pueden terminar en pérdidas patrimoniales.
En la Cartera Value siempre le dedicamos tiempo al enfoque racional de todas las cuestiones cualitativas que al hilo del análisis de activos concretos remitimos a los inversores. En muchas ocasiones, creemos de más valor y provecho este tipo de reflexiones que el análisis cuantitativo propiamente dicho y así nos lo han hecho saber muchos suscriptores. Todo ello confirma que en la inversión resulta siempre de provecho actuar conforme a principios generales contextualizables para cada situación en particular que operar en base a axiomas o mantras que, independientemente del número de corifeos que los repitan, no tienen por qué ser verdad.