En La sesión parlamentaria de ayer, el diputado por Esquerra Republicana Joan Tardá elevó la emoción, se dejó llevar y, vino a decir que ellos quieren fundar una República nueva que no sea corrupta, para que las nuevas generaciones puedan vivir en una sociedad libre de corrupción.
"¿Por qué se cree que nos queremos ir? Porque queremos una Cataluña sin corrupción y una sociedad libre", ha argumentado para proclamar: "A Gürtel la juzgará la Audiencia Nacional, pero nosotros lo juzgaremos el 1 de octubre. ¡Adiós corrupción, bienvenida república!".
Se le escapó el control de tal manera que casi era emotivo oírle al hombre, como si se tratara de un anciano en la calle que da rienda suelta sus amarguras en una rabieta.¿Es verdad que hay, ha habido o puede haber una sociedad sin corrupción? ¿Se cree de verdad que fundando una República sobre gente totalmente corrupta - como se ha demostrado que es la política de Cataluña - va a salir una sociedad prístina y honrada?
Desde luego, con esos antecedentes, permítanme que me carcajee. Pero no, pobre Tardá, no me río de él si no de los millones que creen ingenuamente que las sociedades nacen limpias y los políticos las corrompen, y entonces que llamando a un regimiento de limpiadores bien armados se pueden refundar. Permítanme que dude de la sinceridad de Tardá, aunque para lo que quiero decir vamos a suponer que él es sincero y el único incorruptible. Lo que quiero decir va más allá de los partidos e incluso de las tendencias conservadoras o progresistas.
La corrupción está en la naturaleza humana, no en la forma de sociedad.
España, desde luego, tiene un problema de que sus instituciones fomentan al máximo la corrupción, pero eso no quiere decir que no exista en Dinamarca, por citar un país que se cita mucho como ejemplo. La corrupción está en la oportunidad, y si hay oportunidad, el político se corromperá. Lo único que se puede hacer es crear instituciones que coarten la oportunidad, aunque como creaciones humanas, serán falibles. Pero si son capaces de llevar al corrupto ante el juez, y éste ante el verdugo, la corrupción se mitigará. España tiene un problema no porque haya políticos corruptos, sino porque todo es corrupto, desde el político hasta el policía, pasando por el juez. Pero no es culpa de que el Estado sea o no una República, eso es absurdo. Ni que España sea más corrupta que Cataluña, como es obvio que no. Es culpa de la naturaleza de ser humano y de la oportunidad.
La naturaleza del ser humano no se puede cambiar. Roussseau creía que el ser humano nacía limpio, y que si crecía en la naturaleza salvaje, nunca se corrompería. Los roussonianos, como son los marxistas, creen que es la sociedad capitalista que pervierte al hombre, y esa creencia falsa ha recorrido un largo camino, pese al fracaso y la prueba en contrario de las sociedades marxistas, infinitamente más corruptas que las capitalistas. Basta cambiar la sociedad, empezar de cero, a ser posible "eliminando" a los corruptos (no sólo a los capitalistas, también a sus lacayos), y la sociedad se limpiara como por ensalmo.
La única aportación plausible a la humanidad de las tristes sociedades comunistas es haber demostrado fehacientemente que partían de un grueso error que llevó a la infelicidad más abyecta. La escasez despertó los peores instintos, y al final resultó que había más vigilantes que ciudadanos normales. Incluso en la Stasi, la policía de Alemania del Este, uno de cada cuatro alemanes se espiaban mutuamente en nombre del estado (vean la película "Los otros"). Lo más terrible de esas sociedades es que el delito muchas veces se lo inventaba la policía: si se quería eliminar a alguien de su puesto en la sociedad, no había como inventarle una mala intención. Luego las pruebas vendrían solas.
La corrupción siempre ha existido. Roma era corrupta, incluso en sus mejores momentos, Cicerón, que quería salvar la República de los tiranos militares, era un corrupto, pese a su valía, como los demás senadores.
La corrupción da asco, pero llega más lejos de lo que se supone. De las pequeñas corruptelas, como un funcionario que no cumple su horario (no tan pequeña, si son muchos), hasta los casos como los de la familia Pujol, hay un gran entramado, a veces inconsciente, de pequeñas y grandes corrupciones. Sin embargo, todos nos acusamos unos a otros. El fontanero que no factura el IVA es corrupto. Pero es que el ministerio de Hacienda que determina ese IVA, quizás excesivo, contribuye a ello y es corrupto, porque lo que quiere es mantener el nivel de gasto y de clientelismo, fundamental para estar en el poder. Podemos dar por hecho que un cambio de turno de partido no modificará la práctica.
Veamos un caso interesante de corrupción no aparente: Francia. Francia tiene la presión fiscal más alta de Europa, un 56% sobre la renta. Se dice pronto. Es verdad que en Francia los servicios públicos, como los trenes, funcionan, y el índice de corrupciónes bajo. Pero es verdad también que una presión así asfixia muchas iniciativas privadas que le vendrían muy bien a los franceses. Esa presión fiscal beneficia al Estado, y cuando cambia el Gobierno, el sucesor es incapaz de corregir los intereses creados por tan suculento botín. Porque llegar al poder y intentar reducir ese botín te va a crear problemas con tus propios partidarios, que no quieren ver menguar la fuente de sus suculentas rentas. Entonces se intenta recortar la renta de algunos, cosa difícil porque en Francia todos los intereses creados tiene una representación muy fuerte, como los sindicatos, y cada vez que el gobierno, del color que sea, se ha enfrentado a ellos, ha perdido.
Para reducir el problema se necesita primero crear unas instituciones legislativas y judiciales independientes, un estado que no sea acaparador de rentas, unas leyes juiciosas que se cumplan, un... etc, etc. España, por ejemplo, necesita una ley electoral totalmente opuesta a la que tiene. Como demostraba Popper cuanto más proporcional sea la ley electoral, más y mejor se transmite la corrupción. La razón es simple. Una ley mayoritaria favorece la sustitución total de un gobierno corrupto por uno nuevo. La proporcionalidad favorece acuerdos de gobierno entre partidos en los que uno ya es corrupto.
"Es falso creer que un parlamento elegido conforme a la proporcionalidad es un espejo mejor del pueblo y de sus aspiraciones. Ese parlamento no representa al pueblo y su opinión, sino únicamente el influjo de los partidos (y de la propaganda) sobre la población el día de las elecciones. Y hace más dificil que el día de las elecciones se convierta en lo que debería y tendría que ser: el día del juicio o del veredicto del pueblo sobre el comportamiento del gobierno."
Sin embargo, un partido de futuro como el de Ciudadanos nace viejo, porque quiere hacer la ley aún más proporcional.